desapareciendo en la corriente.
En un instante de vertigo, comprendio que Wu estaba muerto. San no habia logrado protegerlo.
Entonces, alguien lo golpeo con fuerza en la nuca. Estaba inconsciente cuando, junto con Guo Si, lo subieron a un bote que se aproximo a una embarcacion que aguardaba en el fondeadero.
Esto ocurria durante el verano de 1863. Un ano en que miles de campesinos chinos pobres fueron secuestrados y conducidos a America, que los engullo en su insaciable caverna. Los aguardaban los mismos y duros trabajos de los que habian sonado librarse un dia.
Atravesaron un mar inmenso, pero la pobreza viajo con ellos.
12
Cuando San desperto, todo estaba oscuro. No podia moverse. Tanteo con una mano las canas de bambu que formaban una reja alrededor de su cuerpo encogido. Tal vez Fang les hubiese dado alcance y los hubiese apresado al fin, despues de todo; y ahora lo llevaban en una jaula de vuelta al pueblo del que habia huido.
Sin embargo, algo no encajaba. La jaula se balanceaba, pero no como colgada de fuertes barras. Aguzo el oido en las sombras y creyo oir el rumor del mar. Comprendio que se encontraba a bordo de un barco, pero ?donde estaba Guo Si? No distinguia nada en la oscuridad. Intento gritar pero no logro emitir mas que un debil grunido. Sus labios estaban sellados por una fuerte mordaza. El panico era inminente. Se hallaba acuclillado en aquella jaula minuscula sin poder mover brazos ni piernas. Entonces empezo a golpear las canas de bambu con la espalda, en un intento de liberarse.
De repente, se hizo la luz. Alguien habia retirado el trozo de pano que cubria la jaula en la que lo habian encerrado. Alzo la vista y descubrio una trampilla abierta sobre su cabeza, el cielo azul y alguna que otra nube aislada. El hombre que se inclinaba sobre la jaula tenia una larga cicatriz en el rostro. Llevaba el grasiento cabello recogido en la nuca. Escupio, metio la mano por entre las canas de bambu y retiro la mordaza que cubria la boca de San.
– Ahora ya puedes gritar -se burlo el hombre-. Nadie te oira aqui, en medio del mar.
El marinero hablaba en un dialecto que San apenas si entendia.
– ?Donde estoy? -le pregunto-. ?Donde esta Guo Si?
El marinero se encogio de hombros.
– Pronto nos encontraremos a suficiente distancia de la costa como para poder soltarte. Entonces tendras ocasion de saludar a tus afortunados companeros de travesia. Y no importa cual haya sido vuestro nombre hasta ahora; en el lugar al que vais, os daran otros nuevos.
– ?Adonde vamos?
– Al paraiso.
El marinero solto una carcajada y desaparecio trepando por la trampilla. San miro a uno y otro lado. Todo estaba lleno de jaulas cubiertas de basto pano. Lo invadio una devastadora sensacion de soledad. Wu y Guo Si no estaban y el no era mas que un animal enjaulado camino de un objetivo en el que a nadie le importaba su nombre siquiera.
Tiempo despues, recordaria aquellas horas como si hubiese estado haciendo equilibrio al borde del abismo que constituia la delgada linea divisoria entre la vida y la muerte. Ya no le quedaba nada por lo que vivir, pero ni siquiera tenia la posibilidad de quitarse la vida.
No supo decir cuanto tiempo permanecio en aquel estado. Finalmente, unos marineros se dejaron caer por el vano de la trampilla colgados de cuerdas. Retiraron los panos y empezaron a abrir las jaulas mientras les gritaban a los enjaulados que se pusieran de pie. San tenia las articulaciones entumecidas, pero logro levantarse al fin.
Vio que uno de los marineros sacaba a golpes a Guo Si de su jaula. San echo a andar cojeando con las piernas anquilosadas, pero recibio mas de un latigazo antes de poder explicar siquiera que solo iba en ayuda de su hermano.
Los obligaron a salir a cubierta, donde los encadenaron. Los marineros, que hablaban diversos dialectos irreconocibles para San, los vigilaban amenazandolos con cuchillos y espadas. Guo Si apenas lograba mantenerse derecho bajo el peso de las gruesas cadenas. San vio que tenia en la frente una herida profunda. Uno de los marineros se le acerco y empezo a pincharle con la punta de su espada.
– A mi hermano le duele la cabeza -observo San-. Pero no tardara en encontrarse bien.
– Mas os vale. Mantenlo con vida. De lo contrario, os arrojaremos al mar a los dos, aunque tu estes vivo.
San hizo una profunda inclinacion antes de ayudar a su hermano a sentarse a la sombra de un gran rollo de cuerda.
– Estoy aqui -lo tranquilizo San-. Yo te ayudare.
Guo Si lo miro con los ojos enrojecidos.
– ?Donde esta Wu?
– Esta durmiendo. Todo ira bien.
Guo Si volvio a caer en su sopor. San miro cauto a su alrededor. El barco tenia muchas velas izadas sobre tres grandes mastiles y no se avistaba tierra por ninguna parte. Por la posicion del sol en el cielo, comprendio que llevaban rumbo este.
Los demas hombres, sujetos por la larga cadena, estaban medio desnudos y tan escualidos como el mismo. En vano busco a Wu con la mirada y termino por aceptar que estaba muerto y que se habia quedado en Canton. Cada ola hendida por el estrave del buque lo alejaba un poco mas.
San miro al hombre que se encontraba sentado a su lado. Tenia un ojo hinchado y una gran raja en la cabeza, de un hachazo o un golpe de espada. San no sabia si les permitian hablar entre si o si lo castigarian por ello, pero varios de los hombres encadenados conversaban entre murmullos.
– Soy San -le dijo al otro quedamente-. Mis hermanos y yo fuimos atacados anoche. A partir de ahi, no recuerdo nada de lo que paso hasta que nos despertamos aqui.
– Yo soy Liu.
– ?Que te paso a ti, Liu?
– Perdi mi tierra, mis ropas y mis herramientas en el juego. Soy tallador de madera. Como no podia pagar mis deudas, vinieron y me llevaron. Intente zafarme de ellos, pero entonces me golpearon. Cuando abri los ojos, ya estaba a bordo de este barco.
– ?Adonde nos dirigimos?
Liu escupio y se tanteo con cuidado la herida del ojo con la mano encadenada.
– Miro alrededor y se la respuesta. Vamos rumbo a America, o, mas bien, rumbo a la muerte. Si logro liberarme de las cadenas, pienso saltar por la borda.
– ?Podrias volver a nado?
– Eres tonto. Me ahogare.
– Nadie encontrara tus huesos para enterrarlos.
– Me cortare un dedo y le pedire a alguien que se lo lleve a China y lo entierre alli. Aun me queda algo de dinero, y lo pagare para evitar que todo mi cuerpo se descomponga en el mar.
La conversacion se vio interrumpida cuando uno de los marineros empezo a tocar el gong. Les ordenaron que se sentaran y les dieron un cuenco de arroz a cada uno. San desperto a Guo Si y le dio de comer antes de empezar el mismo con su cuenco. Era un arroz viejo que olia a podrido.
– Aunque el arroz este malo, nos mantiene vivos -comento Liu-. Si morimos, no valdremos nada. Somos como cerdos a los que alimentan antes de morir.
San lo miro horrorizado.
– ?Van a sacrificarnos? ?Como sabes todo esto?
– Llevo escuchando estas historias desde que naci y se lo que nos espera. En el muelle nos aguardara la persona que nos ha comprado. Iremos a parar a las minas o a lo mas profundo del desierto, donde nos haran colocar hierros en el suelo para unas maquinas que llevan agua hirviendo en sus vientres y que arrastran vagones que se deslizan sobre ruedas. No me preguntes mas; de todos modos, eres demasiado tonto para comprender.
Liu se puso de lado y se tumbo a dormir. San se sentia humillado. Si el hubiese sido Liu, jamas se habria