atrevido a hablarle asi.
Por la noche amaino el viento. Las velas colgaban flojas en los mastiles. Les dieron otra racion de arroz mohoso, una jarra de agua y un trozo de pan tan duro que apenas si podian roerlo. Despues se turnaron para evacuar sentados sobre la falca del barco. San se vio obligado a sostener a Guo Si para que no cayese por la borda junto con las pesadas cadenas y arrastrase a otros consigo.
Uno de los marineros que vestia un uniforme oscuro y era tan blanco como el hombre que habian visto en la silla en Canton decidio que Guo Si dormiria con San en cubierta. Los encadenaron a uno de los mastiles mientras que a los demas los recluyeron en la bodega antes de cerrar y amarrar la trampilla.
San estaba sentado con la espalda apoyada en el mastil observando a los marineros que fumaban en pipa acuclillados en torno a pequenas hogueras que llameaban en marmitas de hierro. El barco se deslizaba golpeteando las despaciosas olas. De vez en cuando, uno de los marineros pasaba ante ellos y se detenia a comprobar que San y Guo Si no estaban intentando deshacerse de las cadenas.
– ?Cuanto tiempo estaremos de viaje? -pregunto San.
El hombre se sento en cuclillas y dio una calada de su pipa, que despedia un aroma dulzon.
– Eso nunca se sabe -respondio el hombre-. En el mejor de los casos, siete semanas, en el peor, tres meses. Si los vientos no nos son favorables. Si tenemos malos espiritus a bordo.
San no estaba seguro de lo que implicaba una semana. ?Y un mes? El nunca habia aprendido a contar asi. En el pueblo seguian las horas del dia y el transcurso de las estaciones; pero le dio la impresion de que el marinero queria decir que el viaje seria largo.
Con las velas mustias, el barco no se movio durante varios dias. Los marineros estaban irritables y golpeaban a los encadenados sin motivo. Guo Si iba recuperandose poco a poco, y de vez en cuando incluso tenia fuerzas para preguntar que sucedia.
San oteaba el horizonte deseando ver tierra todas las mananas y todas las noches, pero lo unico que se veia era el mar infinito y algun que otro pajaro solitario que revoloteaba en circulos sobre la nave antes de desaparecer para siempre.
Cada dia que pasaba grababa una muesca en el mastil al que el y su hermano estaban encadenados. Cuando llevaba diecinueve muescas, cambio el viento y el barco se vio envuelto en una terrible tormenta. Los dejaron atados al mastil durante todo el temporal, azotados por grandes olas. Las fuerzas del mar actuaban con tal violencia que creyo que el barco se haria pedazos. Durante los dias que duro la tormenta no les dieron de comer nada mas que algunos mendrugos que un marinero consiguio entregarles tras llegar hasta ellos con una cuerda atada a la cintura. Desde alli arriba oian los gritos y lamentos de los encadenados en la bodega.
Tres dias duro el temporal, hasta que el viento empezo a ceder para, finalmente, amainar y morir del todo. Y un dia entero estuvieron parados en alta mar. Al dia siguiente se puso a soplar un viento que infundio animos en los marineros. Se hincharon las velas y los hombres de la bodega pudieron volver a subir a cubierta a traves de la trampilla.
San comprendio que tenian mas posibilidades de sobrevivir si permanecian en cubierta. Le dijo a Guo Si que fingiese tener algo de fiebre cuando alguno de los marineros o el capitan blanco pasasen por alli para ver como se encontraba. El veia que la herida que su hermano tenia en la cabeza iba curandose, pero aun no estaba del todo bien.
Pocos dias despues de la tormenta, los marineros descubrieron a un polizon. Entre gritos colericos, lo sacaron a rastras del rincon donde se habia ocultado bajo la cubierta. Ya arriba, la ira se torno en entusiasmo cuando se dieron cuenta de que era una mujer vestida de hombre. De no haber intervenido el capitan, que les apunto con su pistola, todos los marineros se habrian abalanzado sobre ella. Ordeno que la amarrasen al mastil de los dos hermanos. El marinero que se le acercase seria azotado todos los dias que quedaban de viaje.
La mujer era muy joven, tendria solo dieciocho o diecinueve anos. Ya por la noche, cuando reinaba el silencio en el barco y tan solo los remeros, el vigia y algunos vigilantes se movian por cubierta, San se atrevio a preguntarle su nombre entre susurros. La mujer bajo la vista y respondio con voz apenas audible. Su nombre era Sun Na. Guo Si se habia tapado con una vieja manta durante los dias de fiebre. Sin decir una palabra, San se la dio a la joven. Ella se tumbo y se cubrio entera, hasta la cabeza.
Al dia siguiente, el capitan fue a verla con un interprete para hacerle unas preguntas. Hablaba un dialecto muy similar al de los dos hermanos, pero lo hacia con voz tan queda que resultaba dificil entenderla. Pese a todo, San se entero de que sus padres habian muerto y de que un pariente la habia amenazado con entregarla a un terrateniente muy temido por todos, que solia maltratar a sus jovenes esposas. Y entonces, Sun Na huyo a Canton. Alli subio a bordo del barco con la idea de llegar a America, donde tenia una hermana. Y habia logrado mantenerse oculta hasta ahora.
– Te mantendremos con vida -le dijo el capitan-. A mi tanto me da si tienes o no una hermana, pero en America hay escasez de mujeres chinas.
Saco una moneda de plata que llevaba en el bolsillo, la lanzo al aire y volvio a recogerla.
– Para mi vas a suponer un merito extra en este viaje. Seguramente no comprendes por que, pero mejor asi.
Aquella noche, San continuo haciendole preguntas a la joven. De vez en cuando, uno de los marineros pasaba por alli y lanzaba una mirada avida al cuerpo de la muchacha, que se esforzaba por ocultarlo, sentada con la cabeza bajo la sucia manta y sin decir apenas nada. Era de un pueblo cuyo nombre San nunca habia oido. Sin embargo, cuando le describio el paisaje y el color tan especial de las aguas del rio que discurria cerca de su casa, San comprendio que no podia quedar muy lejos de Wi Hei.
Sus conversaciones eran breves, como si Sun Na unicamente tuviese fuerzas para pronunciar unas pocas palabras cada vez. Ademas, solo se susurraban las preguntas y respuestas durante la noche. De dia, ella vivia bajo la manta e intentaba esconderse de las miradas de todos.
El barco siguio navegando hacia el este. San marcaba a diario su muesca en el mastil. Se dio cuenta de que los hombres que pasaban las noches bajo cubierta se encontraban cada vez peor a causa del aire viciado y de la falta de espacio. Ya habian subido a dos y los habian arrojado por la borda envueltos en viejos sacos de pano, sin que nadie pronunciase una palabra ni hiciese siquiera una reverencia al mar que acogia al muerto. En realidad era la muerte quien tenia el mando a bordo. Nadie mas decidia sobre los vientos, las corrientes, las olas o quienes serian llevados a cubierta desde la apestosa bodega.
San, por su parte, tenia una mision, proteger a la timida Sun Na y, por las noches, susurrarle al oido palabras de consuelo.
Pocos dias despues subieron a otro hombre muerto de la bodega. Ni San ni Guo Si pudieron ver de quien era el cadaver que arrojaban por la borda; pero uno de los marineros se acerco al mastil despues de lanzarlo. Llevaba en la mano un trozo de tela enrollado.
– Queria que te diera esto.
– ?Quien?
– Y yo que se como se llamaba.
San tomo el bulto de tela y, al desenrollarlo, vio que contenia un pulgar. Y supo que era Liu quien habia muerto. Al ver que llegaba su hora, se corto el pulgar y pago al marinero para que se lo diese a San.
Se sintio honrado. Acababan de confiarle una de las misiones mas importantes que una persona podia encomendarle a otra. Liu creia que San regresaria un dia a China.
San observo el pulgar y empezo a raspar la piel y la carne rozandolo contra la cadena que tenia alrededor de los pies, pero procuro que Guo Si no viese lo que estaba haciendo.
Le llevo varios dias limpiar el hueso. Cuando lo consiguio, lo lavo con agua de lluvia y se lo guardo en el dobladillo de la camisa. El no lo defraudaria, aunque los marineros se hubiesen llevado el dinero que le correspondia.
Dos dias mas tarde, otro hombre murio en el barco; solo que en aquella ocasion no fueron a buscar el cuerpo a la bodega. El hombre que murio fue nada menos que el capitan. San habia pensado mucho en que el pais al que se dirigia estaba poblado de esos extranos hombres blancos. De repente, vio que el hombre se encogia, como si hubiese recibido el golpe de un puno invisible. Cayo de bruces y no volvio a moverse. Los marineros acudieron presurosos de todas partes, gritando y maldiciendo, pero de nada sirvio. Al dia siguiente, tambien el capitan desaparecio en el mar. Aunque su cuerpo iba envuelto en una bandera con rayas y estrellas.
Cuando se produjo aquella muerte, reinaba de nuevo la calma chicha mas absoluta. Parecia que la impaciencia