y el cuarto de mis hermanos emigraron al pais que hay al otro lado del mar, America. Alli han hecho fortuna lavando la ropa sucia de los hombres blancos. America es un pais muy extrano. ?En que otro lugar podria uno hacerse rico con la suciedad ajena?

– Yo habia pensado en eso -confeso San-. En viajar a ese pais.

Zi lo observo con interes.

– Para eso hace falta dinero. Nadie atraviesa gratis un gran oceano. Bueno, buenas noches. Espero que logreis encontrar trabajo.

Zi se levanto e hizo una leve inclinacion antes de perderse en la noche. Y pronto desaparecio. San se tumbo preguntandose si aquella breve conversacion no habrian sido figuraciones suyas. ?Habria estado hablando con su sombra? ?El sueno de ser alguien totalmente diferente?

Los tres hermanos persistieron en su inutil busqueda de trabajo y comida dando largos paseos por la bulliciosa ciudad. San habia dejado de atarse a sus hermanos y penso que era como un animal con dos crias que caminaban siempre pegadas a el entre la gran muchedumbre.

Buscaron trabajo en los muelles y en los populosos callejones. San les advertia a sus hermanos que se irguiesen ante cualquier persona con autoridad que pudiese darles trabajo.

– Hemos de parecer fuertes -les decia-. Nadie le da trabajo a una persona que no tiene fuerza en los brazos y las piernas. Aunque esteis cansados y hambrientos, debeis dar la impresion de gran fortaleza.

La unica comida que ingerian era la que otros desechaban. Cuando peleaban con los perros por un hueso, San pensaba que estaban transformandose en animales. Su madre le habia contado un cuento sobre un hombre que se convirtio en un animal de cuatro patas, sin brazos, pues era perezoso y no queria trabajar. Sin embargo, en su caso, no era por culpa de la pereza.

Continuaron durmiendo en el muelle, expuestos al humedo calor de la ciudad. A veces, por las noches, el mar arrastraba sobre la ciudad nubes cargadas de lluvia. Entonces buscaban refugio bajo el muelle, entraban gateando por entre los troncos mojados, pero se empapaban de todos modos. San noto que Guo Si y Wu empezaban a desesperar. Sus ganas de vivir menguaban con el paso de los dias, de cada dia de hambre, de lluvia, de la sensacion de que nadie los veia y nadie los necesitaba.

Una noche, San vio que Wu, encogido, murmuraba oraciones desesperadas a los dioses de sus padres. Por un instante se sintio indignado. Los dioses de sus padres jamas les habian ayudado. Sin embargo, no dijo nada. Si Wu hallaba consuelo en sus plegarias, no tenia derecho a arrebatarselo.

San empezaba a ver Canton como una ciudad horrible. Cada manana, cuando comenzaban sus interminables periplos por la ciudad en busca de trabajo, encontraban personas muertas en el arroyo. A veces, las ratas habian roido los rostros de los muertos. Todas las mananas temia acabar su vida en alguno de los numerosos callejones de Canton.

Tras un dia mas de calurosa humedad, tambien San empezo a perder la esperanza. Tenia tanta hambre que sentia vertigo y le costaba pensar con claridad. Mientras yacia en el muelle junto con sus hermanos, que dormian, penso por primera vez que tal vez fuese mejor dejarse vencer por el sueno y no despertar jamas.

No habia nada a lo que despertar.

Durante la noche sono nuevamente con las tres cabezas. De repente se pusieron a hablarle, aunque el no las entendia.

Al alba, cuando abrio los ojos, vio a Zi fumando en pipa sentado en un bolardo. Al ver que San despertaba, le sonrio.

– Tienes un sueno inquieto -observo-. He visto que sonabas con algo de lo que querias liberarte.

– Sonaba con cabezas cortadas -aclaro San-. Puede que una fuese la mia.

Zi lo observo reflexivo antes de contestar.

– Quienes pueden elegir, lo hacen. Ni tu ni tus hermanos pareceis especialmente fuertes. Esta claro que pasais hambre. Nadie que necesite a una persona para cargar, o para arrastrar o tirar de un carro elegira a otra que este hambrienta. Al menos, no mientras haya recien llegados que aun conserven las fuerzas y algo que comer en la bolsa.

Zi vacio la pipa antes de proseguir.

– Todas las mananas se ven cadaveres flotando en el rio. Son los que no aguantaron. Los que no le ven sentido a seguir viviendo. Se llenan las camisas de piedras o se atan un contrapeso a las piernas. Canton se ha convertido en una ciudad repleta de espiritus inquietos, los de aquellos que se han quitado la vida.

– ?Por que me cuentas todo esto? Bastante suplicio tengo ya.

Zi alzo la mano tranquilizandolo.

– No, no te lo digo para angustiarte. No te habria dicho nada si no tuviese algo mas que anadir. Mi primo tiene una fabrica y muchos de sus trabajadores estan enfermos en estos momentos. Quiza pueda ayudaros a ti y a tus hermanos.

San no daba credito a sus oidos, pero Zi repitio sus palabras. No les prometia nada, pero tal vez pudiese procurarles un trabajo.

– ?Por que quieres ayudarnos?

Zi se encogio de hombros.

– ?Que hay detras de lo que hacemos? ?Y de lo que dejamos de hacer? Puede que, simplemente, piense que te mereces un poco de ayuda.

Zi se levanto.

– Volvere cuando sepa algo -aseguro-. No soy de los que van sembrando por ahi promesas a medias. Una promesa que no se cumple puede destruir a una persona.

Dejo unas piezas de fruta ante San y se marcho. San lo vio caminar por el muelle y perderse en el barullo de gente.

Wu seguia con fiebre cuando desperto. San le toco la frente, que le ardia.

Se sento entre Wu y Guo Si y les hablo de Zi.

– Me ha dado estas frutas -les dijo, mostrandoselas-. Es la primera persona de Canton que nos da algo. Puede que Zi sea un dios, alguien a quien nuestra madre nos ha enviado desde el otro mundo. Si no vuelve, sabremos que no era mas que un falso. Hasta entonces, aguardaremos aqui.

– Nos moriremos de hambre antes de que vuelva -auguro Guo Si. San se enojo.

– No soporto escuchar tus absurdas quejas.

Guo Si no dijo una palabra mas. San confiaba en que la espera no fuese demasiado larga.

Aquel dia el calor era sofocante. San y Guo Si se turnaban para ir al surtidor a buscar agua para Wu, y San encontro unas raices que comieron crudas.

Cuando cayo la tarde y la oscuridad empezo a inundar todos los rincones, Zi aun no habia vuelto. Incluso San empezaba a sentirse abatido. ?No seria Zi, pese a todo, una de esas personas que mataban con falsas promesas?

San no tardo en ser el unico despierto. Estaba sentado junto al fuego escuchando los ruidos que le llegaban en la oscuridad, pero no se percato de la llegada de Zi. De repente, lo tenia a su espalda. San se sobresalto al percibir su presencia.

– Despierta a tus hermanos -le dijo-. Hay que irse. Tengo un trabajo para vosotros.

– Wu esta enfermo. ?No puede esperar a manana?

– Para entonces otros habran aceptado el trabajo. O es ahora o nunca.

San se apresuro a despertar a Guo Si y a Wu.

– Debemos irnos -explico-. Manana tendremos por fin un trabajo.

Zi los guio por los oscuros callejones. San noto que iba pisando a la gente que dormia en las calles. El llevaba de la mano a Guo Si, el cual, a su vez, agarraba fuertemente a Wu.

San no tardo en percibir por el olor que se encontraban cerca del mar; de pronto todo le parecia mas llevadero.

Despues, se precipitaron los acontecimientos. De la oscuridad salieron unos hombres extranos que los agarraron por los brazos y les arrojaron sacos a la cabeza. San recibio un golpe y cayo al suelo, pero siguio peleando. Cuando volvieron a abatirlo, mordio el brazo que lo maltrataba de tal modo que consiguio liberarse, pero enseguida lo agarraron de nuevo.

Oia a su lado los gritos de angustia de Wu. A la vacilante luz de una farola, vio a su hermano tendido boca arriba. Un hombre extrajo un cuchillo de su pecho antes de arrojar el cuerpo al agua. Poco a poco, Wu fue

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