objeciones. Ahora, aseguro, queria ir de compras. Birgitta la acompano de un centro comercial a otro, antes de que ambas se adentraran en mercados semioficiales montados en pequenas plazas y oscuros comercios donde podian encontrarse todo tipo de gangas, desde lamparas antiguas hasta estatuillas de madera que representaban espiritus malignos. Cuando empezo a caer la noche, y ya cargadas de paquetes y bolsas, llamaron a un taxi. Karin estaba cansada y decidieron cenar en el hotel. Birgitta le pidio a la recepcionista que les organizaran la visita a la Muralla para el dia siguiente.

Karin se durmio y Birgitta se sento a ver la television china con el volumen al minimo. De vez en cuando la invadia una oleada de temor ante el recuerdo de lo sucedido el dia anterior; sin embargo, ya habia decidido no contarselo a nadie, ni siquiera a Karin.

Al dia siguiente fueron a ver la Muralla. No soplaba el viento, con lo que el frio seco y acerado resultaba menos intenso. Llenas de admiracion, pasearon por los alrededores de la Muralla tomando fotos individuales o pidiendole a algun amable visitante chino que les sacase una foto a las dos.

– Bueno, aqui estamos -dijo Karin-. Con una camara, en lugar de con el libro rojo de Mao.

– En este pais ha debido de producirse un milagro -observo Birgitta-. Una maravilla, obra de los hombres gracias a su enorme esfuerzo, y no de los dioses.

– Si, al menos en las ciudades. Pero creo que la pobreza persiste en las zonas rurales. ?Que haran cuando cientos de millones de campesinos pobres se cansen de serlo?

– «El auge actual del movimiento campesino es un acontecimiento enorme.» Tal vez tras esas palabras se oculte una realidad arrolladora.

– Nadie nos dijo entonces que en China hacia tanto frio. Creo que me voy a morir congelada.

Regresaron al coche que las aguardaba y, justo cuando Birgitta bajaba las escaleras que las alejarian de la Muralla, volvio la vista atras, quiza para contemplar la Muralla por ultima vez.

Y entonces vio a uno de los hombres de Hong Qui que leia distraidamente una guia. No le cabia la menor duda. Era el, el hombre que se habia acercado a la mesa con el bolso.

Karin la apremio impaciente para que entrara en el coche, tenia frio y queria marcharse cuanto antes.

Birgitta se volvio a mirar una vez mas, pero el hombre habia desaparecido.

27

La ultima noche en Pekin, Birgitta Roslin y Karin Wiman no salieron del hotel. Despues de la visita a la Muralla estuvieron en el bar tomandose un par de vodkas para entrar en calor mientras discutian las diversas opciones que se les ofrecian para terminar el viaje. Pero el vodka surtio efecto y se sentian tan mareadas y cansadas que decidieron comer en el hotel. Despues charlaron durante un buen rato sobre el rumbo que habian tomado sus vidas. Era como si se hubiesen quedado encerradas en un circulo descrito por los rebeldes suenos juveniles de una China roja y el pais con que ahora se habian encontrado, un reino que habia sufrido grandes transformaciones, aunque quiza no las que ellas imaginaron en su dia. Permanecieron en el restaurante hasta quedarse solas. De la lampara que colgaba sobre la mesa pendian unas cintas de seda. Birgitta se acerco a Karin y le susurro que se llevarian un par de cintas, como recuerdo. Karin las corto con unas tijeras pequenas aprovechando que ninguno de los camareros las observaba en ese momento.

Despues de hacer las maletas, Karin se durmio. El congreso la habia dejado exhausta. Birgitta se sento en el sofa con las luces apagadas. De repente, tomo conciencia de estar envejeciendo. Hasta alli, un tramo mas…, pero despues el camino llegaria a su fin en el abrazo de una inmensa y desconocida oscuridad. Tal vez sentia por primera vez que el sendero empezaba a inclinarse y descender, de forma imperceptible aun, pero imposible de detener o eludir. «Piensa en diez cosas que quieras hacer todavia», se susurro a si misma. «Diez cosas que aun quieras hacer. Diez cosas que te falten por hacer.» Se sento ante el pequeno escritorio y empezo a anotar.

?Que vivencias deseaba experimentar aun? Naturalmente, tenia la esperanza de conocer a uno o a varios de sus nietos. Staffan y ella habian hablado en varias ocasiones de visitar distintas islas. Por ahora, solo habian viajado a Islandia y a Creta. Uno de sus viajes sonados tenia las Galapagos por destino; otro, las islas Pitcairn, por cuyos habitantes aun corria la sangre de los amotinados del Bounty. ?Aprender otro idioma quizas? O, al menos, intentar mejorar el frances que antes hablaba tan correctamente.

Lo principal, no obstante, era que ella y Staffan lograsen resucitar su relacion y empezasen a verse otra vez el uno al otro. En ocasiones, la apenaba sobremanera la idea de acercarse a la vejez sin la menor chispa viva de su antigua pasion.

Ningun viaje era mas importante que ese deseo.

Arrugo el papel y lo arrojo a la papelera. ?Para que anotar lo que tan claro y definido tenia en su fuero interno? Las tesis que pervivian sobre el futuro de Birgitta Roslin.

Se desnudo y se metio en la cama. Karin respiraba pausadamente a su lado. Sintio de pronto la urgencia de volver a casa, de que le diesen el alta medica y de volver al trabajo. Sin las rutinas del dia a dia, no podria hacer realidad ninguno de los suenos que la esperaban.

Dudo un instante antes de echar mano del movil para enviarle un mensaje de texto a su marido. «De vuelta a casa. Cada viaje comienza con un paso muy sencillo de dar. Tambien el regreso.»

Se desperto a las siete. Pese a no haber dormido mas de cinco horas se sentia despejada, aunque un ligero dolor de cabeza le recordo la cantidad de vodka que habian tomado la noche anterior. Karin dormia arropada entre las sabanas con una mano colgando fuera de la cama y apuntando al suelo. Con mucho cuidado, le metio el brazo bajo la sabana.

Se dirigio al comedor, ya lleno de huespedes a pesar de ser tan temprano. Miro a su alrededor para ver si descubria algun rostro familiar en una de las mesas. Estaba completamente segura de que el hombre de la Muralla era uno de los que acompanaban a Hong. Pudiera ser que el Estado chino la hubiese puesto bajo vigilancia para que no le ocurriese ningun otro percance.

Desayuno, hojeo un diario ingles y, ya estaba a punto de volver a la habitacion, cuando descubrio a Hong junto a su mesa. No habia llegado sola, sino flanqueada por dos hombres a los que Birgitta no habia visto con anterioridad. A una senal de Hong, los dos sujetos se retiraron y ella tomo asiento junto a Birgitta. Le dijo algo al camarero, que acudio enseguida con un vaso de agua.

– Espero que todo este en orden -comenzo Hong-. ?Que tal la visita a la Muralla?

«Sabes bien como fue…», penso Birgitta. «Ademas, no me cabe la menor duda de que alguno de tus ojos auxiliares estuvo anoche en el Flor de Loto, el restaurante del hotel, mientras Karin y yo cenabamos.»

– La Muralla es impresionante, pero hacia mucho frio.

Birgitta Roslin miraba a Hong a los ojos, desafiante, para averiguar si sabia que ella habia descubierto a quien la vigilaba. Sin embargo, el rostro de Hong permanecia impenetrable. No desvelaba sus cartas.

– En la habitacion contigua al restaurante te espera un hombre llamado Chan Bing.

– ?Y que quiere?

– Explicarte que la policia ha atrapado a uno de los hombres que te asaltaron y te robaron el bolso.

Birgitta Roslin noto que se le aceleraba el corazon, como si las palabras de Hong fuesen de mal aguero.

– ?Como es que no ha venido aqui, si lo que quiere es hablar conmigo?

– Va de uniforme y no desea molestar ni llamar la atencion mientras desayunas.

Birgitta Roslin alzo los brazos con gesto resignado.

– Bueno, para mi no es ningun problema relacionarme con gente uniformada.

Se levanto y dejo la servilleta justo cuando entraba Karin, que las miro sorprendida. Birgitta se vio obligada a explicarle lo sucedido y a presentarle a Hong.

– No se que quiere ese hombre exactamente. Al parecer, la policia ha atrapado a uno de los ladrones que me atacaron. Desayuna tranquilamente, volvere cuando haya terminado de hablar con el policia.

– Pero ?por que no me contaste nada?

– No queria preocuparte.

– Pues ahora si que estoy preocupada. E incluso creo que enojada.

– Anda ya, no tienes motivo.

– Debemos salir para el aeropuerto a las diez.

– Aun faltan dos horas.

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