– Tuve la sensacion de que eran mas de uno. Demasiados brazos a mi alrededor.

De repente se asusto. Demasiado tarde cayo en la cuenta de que tanto Hong como Chan Bing sabian que ella habia estado buscando a Wang Min Hao. Esa era la razon por la que ahora ocupaba aquella silla en el despacho de un alto cargo policial. De algun modo que se le escapaba, su persona se habia convertido en una amenaza. La cuestion era, ?para quien?

«Ambos lo saben», penso. «Y Hong no ha entrado porque ya sabe de que va a hablar conmigo Chan Bing.»

Aun llevaba la fotografia en el bolsillo del abrigo. Dudo si sacarla y explicarle a Chan Bing lo que la habia llevado al lugar en que le robaron, pero algo la disuadio de mostrar la instantanea. En aquel momento era Chan Bing quien marcaba el son al que ella debia bailar.

Chan Bing atrajo hacia si unos documentos que habia sobre la mesa, no para leerlos, segun pudo ver Birgitta, sino para decidir que iba a decir.

– ?Cuanto dinero? -le pregunto.

– Sesenta dolares americanos. Algo menos en moneda china.

– ?Bisuteria, joyas, tarjetas de credito?

– No se llevaron nada.

Uno de los moviles que habia sobre la mesa empezo a zumbar. Chan Bing respondio, escucho y dejo el aparato donde estaba.

– Bien -dijo poniendose de pie-. Ahora podra ver al hombre que la ataco.

– ?No me dijo que eran varios?

– De los dos que la atacaron, el unico al que aun podemos interrogar.

«Es decir, que el otro ha muerto», concluyo Birgitta embargada de un intenso malestar. En aquel momento, lamentaba haberse quedado en Pekin. Deberia haber insistido en regresar a su pais en compania de Karin Wiman. Al quedarse, habia caido en una especie de trampa.

Recorrieron un pasillo, bajaron una escalera y pasaron por una puerta a un lugar donde habia poca luz. Un policia montaba guardia junto a una cortina.

– La dejare sola -anuncio Chan Bing-. Como comprendera, el sujeto no puede verla a usted. Si quiere que alguno de un paso al frente o se ponga de perfil, digalo por el microfono.

– ?A quien le hablo por el microfono?

– A mi. Tomese su tiempo.

– Es absurdo. No se cuantas veces tendre que decir que no les vi la cara a las personas que me atacaron.

Chan Bing no respondio. Retiraron la cortina. Birgitta estaba sola en la sala. Al otro lado del espejo habia una serie de hombres de unos treinta anos, con vestimenta muy sencilla y extremadamente delgados. Sus rostros le eran desconocidos, no reconocia a uno solo de ellos, aunque por un instante penso que el ultimo de la fila por la izquierda se parecia al que habia filmado la camara de Sture Hermansson en Hudiksvall. Pero no era el, el rostro de aquel hombre era mas redondo y tenia los labios mas carnosos.

La voz de Chan Bing se oyo por un altavoz invisible.

– Tomese su tiempo.

– No he visto en mi vida a ninguno de estos hombres.

– Deje que las impresiones se vayan sedimentando.

– Aunque me quedase aqui hasta manana, mis impresiones no cambiaran.

Chan Bing no respondio y Birgitta pulso irritada el boton del microfono.

– Jamas he visto a ninguno de estos hombres.

– ?Esta segura?

– Si.

– Mire bien.

El hombre que ocupaba el cuarto lugar por la derecha dio un paso adelante. Llevaba una cazadora con hombreras, parches en los pantalones y tenia el rostro enjuto y sin afeitar.

De pronto, la voz de Chan Bing resono tensa en la sala.

– ?Ha visto usted antes a este hombre?

– Jamas.

– Fue uno de los que la atacaron: Lao San, veintinueve anos, condenado por varios delitos. Su padre fue ejecutado por un delito de asesinato.

– Jamas lo habia visto.

– Ha confesado el crimen.

– En ese caso, no me necesitan para nada.

Un policia que habia permanecido oculto detras de ella en la semipenumbra dio un paso adelante y corrio la cortina. Despues, le indico que lo siguiese. Volvieron al despacho en el que Chan Bing la aguardaba. No se veia a Hong por ninguna parte.

– Queremos darle las gracias por su ayuda -le dijo Chan Bing-. Ahora solo quedan un par de formalidades. Ya estan redactando un protocolo.

– ?Un protocolo de que?

– El reconocimiento del delincuente.

– ?Que le pasara?

– Yo no soy juez. ?Que habria sido de el en su pais?

– Depende de las circunstancias.

– Claro, nuestro sistema judicial funciona igual. Juzgamos al criminal, su voluntad de confesar el delito y las circunstancias especificas en que se cometio.

– ?Existe el riesgo de que lo condenen a muerte?

– No creo -respondio Chan Bing secamente-. La idea de que aqui condenamos a muerte a culpables de delitos menores es un prejuicio occidental. Si hubiese utilizado algun arma o si la hubiese herido de gravedad, la cosa habria sido muy distinta.

– Pero su complice esta muerto, ?no es asi?

– Opuso resistencia durante la detencion. Los policias fueron atacados y actuaron en defensa propia.

– ?Como saben que era culpable?

– Opuso resistencia.

– Pudo tener otras razones para ello.

– El hombre al que acaba de ver, Lao San, ha confesado que fue su complice.

– Pero no hay pruebas, ?verdad?

– Hay una confesion.

Birgitta Roslin comprendio que no debia poner a prueba la paciencia de Chan Bing. Decidio hacer lo que le pedian para poder salir de China lo antes posible.

Una mujer uniformada entro con un archivador e hizo lo posible por no mirar a Birgitta.

Chan Bing leyo el texto del protocolo. Birgitta Roslin creyo advertir que tenia prisa. «Se le acaba la paciencia», observo para si. «O quizas haya otra cosa que yo ignoro…»

En un documento muy prolijo y complicado, Chan Bing declaraba que la senora Birgitta Roslin, ciudadana sueca, no habia podido identificar a Lao San, autor del grave delito del que ella habia sido victima.

Chan Bing guardo silencio y le acerco los documentos, que estaban redactados en ingles.

– Firmelo -le dijo-. Y podra irse a casa.

Birgitta Roslin leyo con atencion las dos paginas antes de estampar su firma. Chan Bing se encendio un cigarrillo. Ya parecia haber olvidado la presencia de Birgitta.

De pronto, Hong entro en el despacho.

– Ya podemos irnos -anuncio-. Hemos terminado.

Birgitta guardo silencio durante todo el camino de regreso al hotel. Tan solo quiso hacerle una pregunta a Hong antes de entrar en el coche.

– Me figuro que no hay ningun vuelo para mi hoy mismo.

– Por desgracia, tendras que esperar a manana.

En la recepcion del hotel habia un mensaje para ella en el que le comunicaban que le habian cambiado el vuelo con Finnair para el dia siguiente. Ya iba a despedirse cuando Hong le propuso volver mas tarde para cenar juntas.

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