Birgitta Roslin acepto enseguida. Lo ultimo que deseaba era estar sola en Pekin en aquellos momentos.
Entro en el ascensor pensando que Karin ya iba de camino a casa, transportada por los aires, invisible alla arriba en las alturas.
Lo primero que hizo en cuanto llego a la habitacion fue llamar a casa. Le costaba calcular la diferencia horaria. Cuando Staffan respondio, supo que lo habia despertado.
– ?Donde estas?
– En Pekin.
– ?Por que?
– Me retrase.
– ?Que hora es?
– Aqui es la una de la tarde.
– ?Quieres decir que no vas camino de Copenhague?
– No queria despertarte, lo siento. Llegare a la hora prevista, pero veinticuatro horas mas tarde.
– ?Todo bien?
– Si, todo bien.
Se corto la comunicacion. Intento volver a llamar, pero sin exito, de modo que le escribio un mensaje de texto en el que le repetia que llegaria al dia siguiente.
Al dejar el telefono, noto que alguien habia estado en la habitacion mientras ella se encontraba en las oficinas de la policia. No fue una impresion momentanea, sino una sensacion que iba cobrando fuerza en su interior. Se situo en el centro de la habitacion y miro a su alrededor. En un primer momento no pudo determinar que habia llamado su atencion, pero enseguida se dio cuenta de que la maleta estaba abierta. La ropa no estaba ordenada como ella la habia dejado la noche anterior. Cuando hizo la maleta, comprobo que podia cerrarse sin dificultad. Ahora no.
Se sento en el borde de la cama. «Una limpiadora no revolveria en mi maleta», razono para si. «Alguien ha estado aqui y ha revisado mis pertenencias. Por segunda vez.»
De repente lo vio todo claro. La historia de identificar a un delincuente no era mas que un pretexto para alejarla del hotel. De hecho, despues de que Chan Bing le leyese el protocolo todo fue muy deprisa. Alguien le habria avisado de que ya habian terminado de registrar sus cosas.
«No tiene nada que ver con mi bolso», se dijo. «La policia tiene otros motivos para registrar mi habitacion. Exactamente igual que cuando Hong aparecio de pronto junto a mi mesa y comenzo a hablar conmigo.
»No tiene nada que ver con el bolso», reitero para si. «Solo puede haber una explicacion. Alguien quiere saber por que le mostre la fotografia a un desconocido junto al edificio cerca del hospital. Tal vez el hombre de la foto no sea una persona cualquiera…»
El miedo que habia sentido con anterioridad volvio a embargarla con toda su fuerza. Empezo a buscar camaras y microfonos ocultos en la habitacion, le dio la vuelta a los cuadros, reviso las pantallas de las lamparas, pero no hallo nada.
A la hora acordada se encontro con Hong en la recepcion. Esta propuso ir a un restaurante muy famoso, pero Birgitta no queria salir del hotel.
– Estoy cansada -confeso-. El senor Chan Bing es un hombre agotador. Ahora quiero comer y despues acostarme. Manana me voy a casa.
Pronuncio la ultima frase como una pregunta. Hong asintio.
– Si, manana te vas a casa.
Se sentaron junto a una de las altas ventanas. Un pianista interpretaba una discreta melodia sobre una pequena tarima situada en el centro de la gran sala, donde habia varios acuarios y alguna fuente.
– Esa musica me resulta familiar -dijo Birgitta-. Es una melodia inglesa de la segunda guerra mundial.
– Yo siempre he querido visitar los paises nordicos. ?Quien sabe?
Birgitta Roslin bebia vino tinto y, puesto que no habia comido aun, empezo a notar sus efectos.
– Ya ha terminado todo -comento-. Ya puedo irme a casa. He recuperado el bolso y he visto la Muralla China. Estoy convencida de que el movimiento del campesinado chino ha dado un paso de gigante. Lo que ha ocurrido en este pais es una gran obra maestra humana. Cuando era joven, deseaba con todas mis fuerzas marchar con el libro rojo de Mao en mano, rodeada de otros miles de jovenes. Tu y yo somos mas o menos de la misma edad, ?cual era tu sueno?
– Yo era una de las que marchaba entre esos miles.
– ?Convencida?
– Todos lo estabamos. ?Has visto alguna vez un circo o un teatro lleno de ninos? Suelen gritar de alegria. No necesariamente por lo que ven, sino por el hecho de encontrarse junto con otros miles de ninos bajo una carpa o en un teatro. Sin profesor y sin padres. Ellos dominan el mundo. Si hay una cantidad suficiente de gente, uno puede convencerse de cualquier cosa.
– Eso no responde a mi pregunta.
– Espera, iba a llegar a ese punto. Yo era como uno de aquellos ninos bajo la carpa. Pero ademas estaba convencida de que, sin Mao Zedong, China jamas habria logrado salir de su pobreza. Ser comunista era luchar contra la miseria, obligarse a caminar descalzo. Luchabamos para que todos tuvieran un par de pantalones.
– ?Que paso despues?
– Lo que Mao no se canso de advertirnos. Que siempre existiria un gran desasosiego bajo el cielo, pero que se engendraria bajo distintas condiciones. Tan solo un loco cree que puede entrar dos veces en el mismo rio. Hoy se hasta que punto supo prever el futuro.
– ?Tu sigues siendo comunista?
– Si. Hasta ahora, nada me ha arrebatado la conviccion de que solo en comunidad podemos seguir luchando contra la pobreza, que aun es mucha en nuestro pais.
Birgitta Roslin alzo un brazo y, sin querer, rozo una de las copas de vino y salpico sobre la mesa.
– Este hotel, por ejemplo. Si me abstraigo, puedo pensar que estoy en cualquier pais del mundo.
– Aun queda mucho camino.
Les sirvieron la comida. El pianista habia dejado de tocar. Birgitta Roslin se sumio en sus cavilaciones hasta que dejo los cubiertos y miro a Hong, que se disponia a comer.
– Dime la verdad. De todos modos, me ire manana. Ya no tienes por que seguir con tu representacion. ?Quien eres? ?Por que habeis estado vigilandome en todo momento? ?Quien es Chan Bing? ?Quienes eran los hombres entre los que tenia que identificar a uno? Ya no me creo la historia del bolso ni del extranjero que ha sido victima de un desgraciado percance.
Habia contado con que Hong reaccionaria de algun modo, con que relajaria la firme defensa tras la que se amparaba constantemente. Pero ni siquiera aquel torrente de preguntas perturbo su calma.
– ?Que otro motivo habria, salvo el asalto que sufriste?
– Alguien ha registrado mi habitacion.
– ?Echas algo en falta?
– No, pero se que alguien ha estado alli.
– Si quieres, podemos llamar al jefe de seguridad del hotel.
– Quiero que respondas a mis preguntas. ?Que esta pasando?
– Nada, salvo que pretendo que nuestros visitantes anden seguros en mi pais.
– ?Quieres que me lo crea?
– Si -respondio Hong-. Quiero que creas lo que te digo.
Un matiz indefinible en el tono de su voz hizo que Birgitta perdiera todo interes por seguir haciendo preguntas. Sabia que no obtendrian respuesta. Jamas sabria si habia sido Hong o Chan Bing quien la habia tenido constantemente vigilada. Alli estaban una vez mas la entrada y la salida, entre las que ella corria, pero con los ojos vendados.
Hong la acompano hasta la puerta. Birgitta la agarro de la muneca.
– No habra mas detenciones ni delincuentes ni protocolos, ?verdad? Nadie que pretenda reconocer un rostro.
