tranquilizase sin quedar aturdido. Y, en efecto, ya empezaba a notar que sus nervios iban cediendo. Si aquello que habia escrito en el documento llegaba a hacerse realidad un dia, las consecuencias serian tremendas para el mundo entero, no solo para China. Sin embargo, nadie llegaria a saber nunca que fue el quien sintetizo y dio forma a las propuestas aplicadas. El, simplemente, volveria a su catedra y a sus alumnos. Recibiria mejor salario; de hecho, ya se habia mudado a un apartamento mas amplio, situado en mejor zona, en el centro de Pekin. El voto de silencio que habia jurado cumplir lo ataba para toda la vida. La responsabilidad, la critica y quiza tambien las alabanzas por lo que sucediese recaerian sobre los politicos responsables que lo gobernaban tanto a el como a todos los ciudadanos chinos.

Se sento junto a la ventana y se tomo un vaso de agua. «Los grandes cambios no se deciden en el campo de batalla», se dijo. «Se fraguan en salas cerradas en las que personas muy poderosas deciden que direccion ha de tomar el desarrollo. El presidente de China es, junto con el de Estados Unidos y el de Rusia, el hombre mas poderoso del mundo. Ahora se enfrenta a grandes decisiones. Los aqui reunidos son sus oidos. Ellos han de escuchar por el y emitir un juicio. Poco a poco, el resultado ira filtrandose desde las dependencias del Emperador Amarillo hasta el mundo exterior.»

Yan Ba recordaba un viaje que habia emprendido hacia unos anos junto con un amigo geologo. Fueron a la lejana region montanosa que albergaba el nacimiento del Yangtse. Siguieron el sinuoso y cada vez mas angosto lecho del rio, hasta el punto en que quedaba reducido a finisimos arroyuelos de agua. Una vez alli, su amigo puso el pie de traves en la debil corriente y declaro:

– Mira, estoy deteniendo el curso del poderoso rio Yangtse.

El recuerdo de aquel suceso lo habia acompanado durante los duros meses que dedico a preparar su discurso sobre el futuro de China. En efecto, en su mano estaba ahora cambiar el curso venidero del gran rio. La gigantesca China empezaria su andadura en otra direccion, distinta del camino marcado durante los ultimos decenios.

Yan Ba tomo la lista de los asistentes, que ya empezaban a acudir a la sala. Conocia todos los nombres de ocasiones anteriores y no dejaba de asombrarle el hecho de que justamente el, tan insignificante, reclamase ahora la atencion y el tiempo de aquella gente. Era un grupo constituido por las personas mas poderosas de toda China. Politicos, algunos militares, economistas, filosofos y, desde luego, los llamados «mandarines grises», que disenaban las estrategias politicas que se sometian a las pruebas de la realidad. Contaria ademas con la asistencia de algunos de los principales analistas de asuntos exteriores, asi como representantes de las mas destacadas organizaciones de seguridad del pais. Muchos de los asistentes se reunian periodicamente, otros tenian poco contacto entre si, o ninguno. No obstante, todos ellos se incluian en la ingeniosa red que constituia el centro del poder del reino chino y sus mas de mil millones de habitantes.

La puerta lateral se abrio silenciosa y una sirvienta vestida de blanco entro con la taza de te que habia pedido. La muchacha era muy joven y hermosa. Sin pronunciar una palabra, dejo la bandeja y salio de la habitacion.

Llegado el momento, Yan Ba contemplo su rostro en el espejo y le sonrio a su imagen. Ya estaba preparado para poner el pie y determinar el curso del rio.

Yan Ba se sento en la tribuna en medio del mas absoluto silencio. Ajusto el microfono, ordeno los folios y miro al publico que entreveia en la semipenumbra de la sala.

Comenzo a hablar del futuro. La razon por la que estaba alli, por la que el presidente y el Politburo lo habian requerido para explicar los grandes cambios necesarios. Y les revelo lo que le habia dicho el presidente cuando le encomendo aquella mision.

– Hemos alcanzado un punto en que es preciso enfrentarse a una nueva y dramatica encrucijada. Si no lo hacemos y si no elegimos lo correcto, existe un gran riesgo de que estalle el caos en distintas regiones del pais. Ni siquiera la lealtad de los militares podra detener a cientos de millones de campesinos iracundos cuando estos decidan rebelarse.

Asi era como Yan Ba habia entendido su mision. China arrostraba una amenaza que debia encarar con contramedidas inteligentes y audaces. De lo contrario, el pais se veria abocado al mismo caos vivido en tantas ocasiones anteriores a lo largo de su historia.

Tras aquellos hombres y aquellas pocas mujeres que asistian sentados a la media luz de la sala se ocultaban cientos de millones de campesinos que esperaban impacientes hacer suya la posibilidad de otra vida, como habia hecho la creciente clase media de las zonas urbanas. Su paciencia se agotaba e iba transformandose en una ira inconmensurable expresada en repentinos estallidos en que exigian accion. Habia llegado el momento, la manzana no tardaria en caer del arbol y, si nadie la recogia, terminaria pudriendose.

Yan Ba comenzo su discurso formando con las manos una simbolica encrucijada. «Nos hallamos aqui», declaro. «Nuestra gran revolucion nos trajo a un punto que nuestros padres no tuvieron oportunidad de sonar siquiera. Por un instante, podemos detenernos en esta encrucijada y darnos la vuelta. Alla lejos atisbamos la miseria y el sufrimiento del que venimos. No esta tan lejos como para que la generacion que nos precede no recuerde el dolor de vivir igual que ratas. La epoca en que los ricos latifundistas veian al pueblo como alimanas sin alma que no servian mas que para llevar su carga hasta morir como culis o pobres siervos sin tierra. Podemos y debemos admirarnos de lo que hemos conseguido bajo la direccion de nuestro gran partido y de los distintos lideres que nos han conducido por vias distintas pero siempre acertadas. Sabemos que la verdad es cambiante, que debemos adoptar nuevas decisiones para que sobrevivan las viejas directrices de socialismo y solidaridad. La vida no espera, se nos imponen exigencias siempre nuevas y debemos encontrar nuevos conocimientos y hallar nuevas soluciones a los nuevos problemas. Sabemos que nunca alcanzaremos un paraiso que sea eternamente nuestro. Si nos lo creemos, el paraiso se convertira en una trampa. No existe realidad sin combate, futuro sin lucha. Hemos aprendido que la oposicion entre las clases resurge siempre, del mismo modo en que las circunstancias cambian en el mundo, los paises pasan de una posicion de fuerza a otra de debilidad antes de volver a la primera. Mao Zedong solia decir que bajo el cielo reinaba un gran desasosiego y sabemos que tenia razon y que nos hallamos en un barco que nos exige navegar por vias maritimas de cuya profundidad nada sabemos de antemano. Pues tambien el fondo marino se mueve, tambien en lo invisible existen amenazas contra nuestra existencia y nuestro futuro.»

Yan Ba paso la hoja. Percibia la absoluta concentracion reinante. Nadie se movia, todos ansiaban que continuase. Habia calculado en cinco horas la duracion del discurso. Y eso era tambien lo que se les habia dicho a los asistentes. Cuando informo al presidente de que estaba listo y el discurso preparado, este le aseguro que no se permitiria ninguna interrupcion. Los asistentes debian permanecer en sus puestos las cinco horas.

– Han de ver el todo -observo el presidente-. El todo no puede dividirse. Con cada pausa existe el riesgo de que surja la duda, de que se produzcan grietas en la comprension global del imperativo que determina lo que hemos de hacer.

Continuo toda la hora siguiente con una revision historica de las profundas transformaciones sufridas por China no solo en la ultima centuria, sino durante todos los siglos pasados, desde que el emperador Qin sento las bases de la unificacion del pais. Era como si el Reino del Centro se hubiese fundido gracias a una larga serie de cargas explosivas colocadas secretamente. Tan solo los mejores, los dotados de la vision mas perspicaz, pudieron prever los instantes en que iban a producirse las voladuras. Algunos de esos hombres, entre los que se contaban Sun Yatsen y, desde luego, Mao, tuvieron lo que el pueblo inculto consideraba casi una capacidad magica de adivinar el futuro y provocar ellos mismos las explosiones que algun otro -que podemos llamar la Nemesis, la divina venganza de la Historia – coloco a lo largo del camino invisible del hombre chino.

Yan Ba se cino la mayor parte del tiempo, como es logico, a Mao y su epoca, pues era inevitable. En efecto, con Mao se establecio la primera dinastia comunista. Y no es que se utilizase la denominacion de dinastia, claro esta, pues habria constituido una asimilacion repugnante con el precedente imperio del terror, pero todos sabian que bajo esa luz veian a Mao los campesinos pobres que llevaron a cabo la revolucion. Mao era un emperador; cierto que permitia que la gente normal y corriente entrase en la Ciudad Prohibida y no la obligaba a apartar la vista cuando el pasaba, por lo que no corrian el riesgo de morir decapitados si miraban al Gran Lider, al Gran Timonel, mientras este saludaba desde un estrado remoto o nadaba en alguno de los caudalosos rios. Habia llegado el momento, explico Yan Ba, de retomar a Mao y, con humildad, admitir que tenia razon en sus previsiones de cual seria el desarrollo, el que ahora se estaba viviendo, pese a que llevaba muerto treinta anos exactamente. Su voz seguia viva, tenia la capacidad del adivino, del vaticinador y, ante todo, del cientifico, para ver el futuro, para arrojar una luz propia al espacio tenebroso en que los decenios venideros, las explosiones venideras, se prepararian con las

Вы читаете El chino
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ОБРАНЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату