Hubo de aguardar cerca de treinta minutos hasta que, conducida por otro vigilante a traves de los laberinticos pasillos del edificio, llego al despacho del director Ha Nin, que se encontraba en el ultimo piso. Llevaban muchos anos sin verse y Hong se sorprendio al comprobar lo mucho que habia envejecido.

– Ha Nin -dijo extendiendo ambas manos-. ?Cuanto tiempo ha pasado!

El apreto en sus manos las de ella.

– Hong Qui. Veo canas en tus cabellos, igual que tu las ves en los mios. ?Recuerdas la ultima vez que nos vimos?

– Cuando Deng pronuncio su discurso sobre las racionalizaciones que era necesario aplicar a nuestras fabricas.

– El tiempo vuela.

– Mas rapido cuanto mayores nos hacemos. Creo que la muerte nos dara alcance a una velocidad vertiginosa; tanta, que no tendremos tiempo de percatarnos de ello siquiera.

– ?Como una granada de mano sin seguro? ?Nos estallara en la cara?

Hong atrajo hacia si las manos de Ha Nin.

– Como el vuelo de una bala al salir del canon del rifle. He venido para hablar de Shen Wixan.

A Ha Nin no parecio sorprenderle. Hong comprendio que una de las razones por las que la habia hecho esperar era para, entretanto, averiguar cual podia ser el motivo de su visita. Solo habia una respuesta, no podia tratarse mas que de ese condenado a muerte. Tal vez incluso hubiese llamado a alguien del Ministerio del Interior para recibir instrucciones sobre como tratar a Hong. Se sentaron a una mesa de reuniones bastante estropeada. Ha Nin encendio un cigarrillo y Hong fue derecha al grano. Queria visitar a Shen, despedirse y preguntarle si habia algo que pudiese hacer por el.

– Resulta muy extrano -opino Ha Nin-. Shen conoce a tu hermano. Le ha suplicado que intente salvarle la vida, pero Ya se niega a hablar con el y asegura que la sentencia es merecida. Y ahora vienes tu, la hermana de Ya Ru.

– Un hombre que merece morir no tiene por que merecer que se le niegue un ultimo deseo o que no se escuchen sus ultimas palabras.

– Me han dado permiso para concederte que lo visites. Si el quiere.

– ?Y quiere?

– No lo se. El medico de la prision esta en su celda en estos momentos, hablando con el.

Hong asintio y se dio la vuelta, dando a entender que no deseaba continuar la conversacion.

Otros treinta minutos mas tarde llamaron a Ha Nin a la antesala de su despacho y, cuando volvio, le comunico a Hong que Shen estaba dispuesto a recibirla.

Regresaron al laberinto y se detuvieron en el pasillo con doce celdas, en las que custodiaban a los presos que iban a ser ejecutados y entre los que se encontraba Shen.

– ?Cuantos hay? -pregunto Hong quedamente.

– Nueve. Dos mujeres y siete hombres. Shen es el principal, el peor de los delincuentes. Las mujeres se han dedicado a la prostitucion, a los hombres les han imputado robo por homicidio y trafico de drogas. Todos ellos son individuos incorregibles de los que nuestra sociedad puede prescindir.

Hong experimento una desagradable sensacion mientras recorria el pasillo y atisbaba a los seres humanos alli encerrados, lamentandose, balanceandose de un lado a otro sentados o apaticos y tumbados en sus camas. «?Habra algo mas aterrador que saber que vas a morir en breve?», se pregunto. «Los minutos estan contados, no hay salida, tan solo la sonda que va descendiendo, la muerte que se prepara.»

Shen estaba encerrado en la ultima celda del pasillo, justo donde este terminaba. Su habitual larga y abundante cabellera negra habia desaparecido, pues lo habian rapado al cero. Vestia un uniforme azul de presidiario compuesto de unos pantalones demasiado grandes y una camisa demasiado pequena. Ha Nin se retiro para que uno de los vigilantes abriera la puerta de la celda. Una vez dentro, Hong percibio la angustia y el panico que impregnaban el breve espacio de la celda. Shen le agarro la mano y se puso de rodillas.

– No quiero morir -se lamento en un susurro.

Hong le ayudo a sentarse en la cama, donde habia un colchon y una manta. Luego arrastro un taburete y se sento frente al prisionero.

– Tienes que ser fuerte -lo animo-. Eso es lo que recordara la gente. Que moriras con dignidad. Se lo debes a tu familia. Nadie puede salvarte, ni yo ni ninguna otra persona.

Shen la observo con los ojos desorbitados.

– Pero yo no hice nada que no hayan hecho todos los demas.

– No todos, pero si muchos, tienes razon. Debes admitir lo que hiciste en lugar de humillarte aun mas mintiendo.

– ?Y por que tengo que morir yo precisamente?

– Podria haber sido cualquiera. Pero te toco a ti. Al final, todos aquellos que son incorregibles sufriran el mismo destino.

Shen se miro las manos temblorosas y meneo la cabeza.

– Nadie quiere hablar conmigo. No es solo que vaya a morir, es como si, ademas, estuviese solo en el mundo. Ni siquiera mi familia quiere venir a visitarme. Es… como si ya estuviera muerto.

– Tampoco Ya Ru ha venido.

– No lo entiendo.

– En realidad, estoy aqui por el.

– Pues yo no quiero ayudarle.

– Te equivocas. Ya Ru no necesita ayuda. El se libra de todo negando cualquier relacion contigo. En la suerte que te ha tocado correr, se incluye el hecho de ser vilipendiado por todos. Ya Ru no es ninguna excepcion.

– ?Es eso cierto?

– Estoy diciendote la verdad. Ahora bien, hay algo que yo puedo hacer por ti. Puedo facilitarte la venganza si me hablas con detalle de tu relacion con Ya Ru.

– Pero ?si es tu hermano!

– Un lazo familiar que lleva roto muchos anos. Ya Ru es peligroso para este pais. La sociedad china se fundo partiendo de la premisa de la honradez individual. El socialismo no puede funcionar y crecer si no hay decencia ciudadana. La gente como tu y como Ya Ru no solo os corrompeis a vosotros mismos, sino a toda la sociedad.

Shen termino por comprender cual era el objetivo de la visita de Hong, que, por cierto, parecio infundirle renovada fuerza y, por un instante, adormecio el panico que lo invadia. Hong sabia que Shen podia volver a caer de nuevo y que la angustia ante la muerte podia paralizarle e impedirle contestar a sus preguntas. De ahi que lo acuciase como si lo estuviesen sometiendo a un nuevo interrogatorio policial.

– Aqui estas, encerrado en una celda esperando la muerte, mientras que Ya Ru se pasa el tiempo en su despacho del rascacielos que el mismo llama la Montana del Dragon. ?Es eso logico?

– El podria ocupar mi lugar.

– Corren rumores sobre el, pero Ya Ru es muy habilidoso. Nadie parece hallar el menor rastro de su paso por ninguna parte.

Shen se le acerco y bajo la voz.

– Sigue el rastro del dinero.

– ?Adonde conduce?

– A las personas que le prestaron grandes sumas para que pudiera construir su fortaleza. ?De donde crees que recibio tantos millones?

– De sus inversiones en distintas empresas.

– ?De las destartaladas instalaciones donde fabrica ranas de plastico con las que los ninos occidentales juegan en la banera? ?Del patio trasero de las barracas donde sus empleados cosen zapatos y camisetas? Ni siquiera con los hornos de fabricacion de ladrillos gana tanto dinero.

Hong fruncio el entrecejo, sorprendida.

– ?Acaso tiene Ya Ru intereses en fabricas de ladrillo? Acabamos de enterarnos de que alli tratan a los empleados como esclavos; que, cuando no rinden lo suficiente, los castigan quemandolos.

– A Ya Ru le advirtieron lo que iba a pasar. Y se deshizo de esas fabricas antes de que la policia empezase con sus redadas. En eso consiste la clave de su exito, siempre le avisan con antelacion. Tiene espias por todas partes.

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