alli.
No le gusto. Estaba convencido de que Hong pertenecia a los viejos comunistas, los que protestarian ante lo que, sin duda, verian como una vergonzosa nueva colonizacion de Africa. Puesto que el era uno de los mas ardientes defensores de la politica que estaba fraguandose, no queria verse enfrentado a su hermana sin necesidad. Aquello generaria nerviosismo y le afectaria en la posicion de poder que el ocupaba. Si algo desagradaba a la direccion del Partido y a quienes gobernaban el pais era precisamente que se suscitasen conflictos entre altos cargos en puestos de influencia que, ademas, estuviesen emparentados. Nadie habia olvidado la gran oposicion que reino entre Mao y su esposa Jiang Qing.
Tenia abierto sobre la mesa el libro de San. Aun no habia llenado las ultimas paginas en blanco. Pero sabia que Liu Xin habia regresado y que no tardaria en presentarse ante el para darle cuentas de su mision.
El termometro de la pared le indicaba que la temperatura estaba bajando.
Ya Ru sonrio, dejo a un lado todas las ideas sobre su hermana y el frio y paso en cambio a pensar que, muy pronto, dejaria aquel frio como miembro de una delegacion de politicos y hombres de negocios que iban a visitar cuatro paises del sur y el este de Africa.
Jamas habia estado alli. Ahora que el continente negro iba a convertirse en fundamental para el desarrollo de China, tal vez incluso, a la larga, en un satelite chino, su presencia en las negociaciones iniciales resultaba crucial.
Serian semanas agotadoras, de muchos viajes y reuniones; pero antes de que el avion despegase para regresar a Pekin, el tenia planeado dejar la delegacion unos dias para adentrarse en la sabana y cumplir su deseo de ver un leopardo.
La ciudad se extendia bajo sus pies. Sabia que los leopardos solian buscar las alturas para abarcar con su vista el territorio que los rodeaba.
«Esta es mi colina», se dijo. «Mi fortaleza. Desde aqui, nada escapa a mis sentidos.»
29
La manana del 7 de marzo de 2006, la Corte Suprema del Pueblo de Pekin le leyo su sentencia de muerte al empresario Shen Wixan. Ya el ano anterior le habian impuesto la pena de muerte condicional, en funcion de su buena conducta. Pese a que, desde entonces, se habia conducido de un modo que evidenciaba su profundo arrepentimiento por haber aceptado millones de yuanes en sobornos, el tribunal no pudo modificar su sentencia y conmutarle la pena capital por la de cadena perpetua. La opinion popular sobre los empresarios corruptos con contactos en el Partido Comunista habia cobrado una fuerza considerable. El Partido comprendia que era de capital importancia infundir temor en quienes amasaban fortunas increibles dejandose sobornar.
Shen Wixan tenia cincuenta y nueve anos cuando se decidio su ejecucion. Habia ido ascendiendo hasta convertirse en jefe de un gran consorcio de mataderos que se habia especializado en la carne y derivados del cerdo. A fin de conseguir diversas ventajas, los criadores empezaron a ofrecerle dinero y el no tardo en empezar a aceptarlo. En un primer momento, a principios de la decada de 1990, fue prudente, solo aceptaba cantidades pequenas y evitaba llevar una vida de llamativa ostentacion. Hacia finales de los noventa, cuando casi todos sus colegas aceptaban sobornos, fue relajandose y empezo a exigir cantidades cada vez mayores, al tiempo que se complacia en demostrar los lujos que podia permitirse.
Por supuesto, jamas imagino que el seria el elegido para hacer de cabeza de turco y de advertencia para los demas. Hasta el instante en que entro en la sala de vistas estuvo completamente seguro de que le conmutarian la pena de muerte por otra de prision que reducirian con el tiempo. Cuando, con su voz quebrada y chillona, el juez pronuncio la sentencia definitiva, que implicaba su ejecucion en un plazo de cuarenta y ocho horas, Shen Wixan no alcanzaba a comprender. Ninguno de los presentes en la sala se atrevia a mirarlo a los ojos. Cuando los policias se lo llevaron, empezo a protestar, pero para entonces ya era demasiado tarde. Nadie lo escucho. Lo trasladaron de inmediato a una de las celdas en que custodiaban a los condenados a muerte antes de ser conducidos al lugar donde, solos o junto con otros reos, se los ejecutaba, de rodillas y con las manos atadas a la espalda, de un tiro en la nuca.
En condiciones normales, cuando se trataba de delincuentes condenados a muerte por asesinato, violacion o delitos similares, los llevaban directamente despues del juicio al lugar de ejecucion. Hasta mediados de 1990, la sociedad china habia puesto de manifiesto que aceptaba la pena de muerte, pues los condenados eran trasladados en la plataforma descubierta de un camion, a la vista de todos. Las ejecuciones se efectuaban ante un publico masivo, que ademas podia decidir si el reo habia de morir o si, por el contrario, la justicia debia mostrar clemencia. Sin embargo, quienes se congregaban ante el cadalso en esas ocasiones no mostraban misericordia alguna. Los hombres y las mujeres que se presentaban ante ellos con los ojos clavados en el suelo y los hombros vencidos debian ser castigados con la muerte. En los ultimos anos, las ejecuciones empezaron a ponerse en practica con creciente discrecion. No se permitia la presencia de camaras ni de fotografos que documentasen la ejecucion, a menos que fuesen controlados por el Estado. Solo despues publicaban los diarios que se habia ejecutado la sentencia y que los criminales habian cumplido su pena. Con objeto de no provocar la ira extranjera sin necesidad, no se hacia publica la noticia de la ejecucion de delincuentes comunes. Nadie, salvo las autoridades chinas, conocia con exactitud el numero de ejecuciones realizadas. Tan solo se permitia la presencia de publico cuando se trataba de casos como el Shen Wixan, que servian para enviar senales de advertencia a otros altos funcionarios y empresarios, al tiempo que atenuaba la animadversion popular hacia una sociedad que posibilitaba ese tipo de corrupcion.
Los rumores sobre la ratificacion de la pena de muerte de Shen Wixan se difundieron con rapidez en los circulos politicos de Pekin. Una de las personas a cuyos oidos llego la noticia fue Hong Qui, que oyo la decision del tribunal tan solo unas horas antes de que se ejecutase. Habia salido de una reunion celebrada con un grupo de mujeres camaradas del Partido cuando sono el movil, entonces le pidio al chofer que se detuviese junto a la acera para reflexionar sobre la noticia. Hong no conocia a Shen Wixan, solo lo habia visto hacia unos anos en una recepcion en la embajada francesa. Shen Wixan no le gusto, intuyo que era un hombre avaricioso y corrupto. Sin embargo, cuando se detuvo el coche, penso en el hecho de que Shen Wixan era buen amigo de su hermano Ya Ru. Claro que Ya Ru se distanciaria ahora de el y negaria que hubiesen sido mas que meros conocidos, pero ella sabia que la realidad era otra.
Tomo la decision en unos segundos y le pidio al chofer que la llevase hasta la prision donde Shen habia de pasar las ultimas horas de su vida. Hong conocia al director de la prision. Si tenia ordenes de no dejar pasar a nadie a la celda del reo, tampoco a ella le permitirian verlo. Sin embargo, existia la posibilidad de que a ella se lo concediese.
«?En que pensara un condenado a muerte?», se pregunto mientras el coche se abria paso por el caotico mar de vehiculos. Hong no dudaba de que Shen se encontraria en un estado de conmocion. Decian que era un hombre frio y despiadado, pero, al mismo tiempo, muy cauto. En este caso, no obstante, parecia haber calculado mal las consecuencias de sus actos.
Hong habia visto morir a muchas personas. Habia asistido a decapitaciones, ahorcamientos, fusilamientos. La ejecucion por haber enganado al Estado se le antojaba la muerte mas despreciable de cuantas podia imaginar. ?Quien querria ser enviado al basurero de la historia con un tiro en la nuca? La sola idea la hizo estremecer. Al mismo tiempo, ella no se contaba entre las personas que condenaban la pena de muerte. La consideraba una herramienta necesaria para la proteccion del Estado y pensaba que era justo que los delincuentes peligrosos se viesen privados del derecho a la vida en una sociedad a la que maltrataban con sus crimenes. Los hombres que violaban o asesinaban para robar no le inspiraban la menor compasion. Aunque fuesen pobres, aunque sus abogados fuesen capaces de enumerar largas listas de circunstancias atenuantes, la vida no consistia, en definitiva, sino en asumir la responsabilidad personal. Quien asi no lo hiciera, debia estar dispuesto a enfrentarse a las consecuencias que, en ultima instancia, suponian la muerte.
El coche se detuvo ante el porton de la carcel. Antes de que Hong abriese la puerta del coche, escruto la acera por la ventanilla de cristales ahumados. Vio a varias personas que, supuso, serian periodistas o fotografos. Despues salio del coche y se apresuro en direccion a la entrada que habia en el muro, cerca del gran porton. Un vigilante de la prision le abrio y le dio paso.