– Vendre a buscarte a las doce.

Aquella noche Birgitta durmio inquieta. Por la manana, muy temprano, desayuno a toda prisa sin reconocer a ninguno de los camareros ni de los huespedes. Antes de salir, colgo el cartel de no molestar y esparcio un poco de sal de bano en el suelo, sobre la alfombra que habia ante la puerta. Al volver despues del desayuno, comprobo que nadie habia estado alli.

Hong acudio a buscarla segun lo acordado. Cuando llegaron al aeropuerto, la hizo pasar por un control especial de modo que no tuviese que guardar cola.

Cuando se despidieron en el control de pasaportes, Hong le dio un paquete.

– Un regalo de China.

– ?Es tuyo o de tu pais?

– De ambos.

Birgitta Roslin penso que quizas habia sido injusta con Hong; que tal vez con tanta vigilancia no pretendia mas que ayudarla a olvidar el incidente.

– Ve con cuidado -le recomendo Hong-. Puede que volvamos a vernos.

Birgitta Roslin paso el control de pasaportes. Cuando se dio la vuelta, Hong habia desaparecido.

Ya acomodada en el avion y una vez que este hubo despegado, abrio el paquete. Era una miniatura de porcelana que representaba a una joven con el brazo en alto y el pequeno libro rojo de Mao en la mano.

Birgitta la guardo en el bolso y cerro los ojos. El alivio de saber que por fin iba de camino a casa hizo que le saliera todo el cansancio.

Staffan la esperaba en Copenhague. Aquella noche, sentada a su lado en el sofa, le conto sus aventuras; sin embargo, no dijo una palabra del robo.

Karin Wiman la llamo por telefono. Birgitta le prometio que iria a Copenhague en cuanto pudiera.

Al dia siguiente de su llegada acudio al medico. La tension le habia bajado y, si se mantenia estable, podria reincorporarse a su puesto dentro de unos dias.

Nevaba levemente cuando salio de la consulta. Sentia un deseo inmenso de volver al trabajo.

A las siete de la manana del dia siguiente ya estaba clasificando el papeleo acumulado sobre su escritorio, aunque su vuelta al trabajo aun no era oficial.

La nieve empezo a caer mas espesa y a traves de los cristales contemplo como crecia la capa de nieve sobre el alfeizar de la ventana.

Puso junto al telefono la figurita de rosadas mejillas y amplia sonrisa triunfal cuya mano sostenia en alto el libro rojo. Y la fotografia de la camara de vigilancia que habia llevado en el bolsillo interior del abrigo la guardo en el fondo de un cajon.

Cuando lo cerro, sintio que todo habia terminado por fin.

Cuarta parte Los colonizadores (2006)

En la lucha por la liberacion total de los pueblos oprimidos, confiad ante todo en su propia lucha y, despues, pero solo despues, en la ayuda internacional.

El pueblo que ha vencido en su propia revolucion debe ayudar a aquellos que aun luchan por liberarse.

Es nuestro deber internacionalista.

Mao Zedong

Conversaciones con amigos africanos,

8 de agosto de 1963

Corteza de piel de elefante

28

A cincuenta kilometros al oeste de Pekin, no muy lejos de las ruinas del palacio del Emperador Amarillo, habia una serie de edificios de color gris rodeados de un muro que, en ciertas ocasiones, utilizaba la cupula del Partido Comunista Chino. Dichos edificios, que por fuera daban la impresion de ser muy modestos, constaban de varias salas de conferencias de grandes dimensiones, cocina y restaurante, y estaban rodeados de un gran parque donde los convocados a alguna reunion podian estirar las piernas o mantener discretas conversaciones privadas. Tan solo quienes pertenecian a las mas intimas esferas del Partido Comunista sabian que aquel complejo, al que solo se aludia con el nombre de Emperador Amarillo, era el que se utilizaba para negociaciones cruciales relativas al futuro de China.

Y eso fue lo que paso aquel dia de invierno de 2006. Muy temprano por la manana llegaron hasta alli una serie de coches de color negro que, a gran velocidad, atravesaron las puertas que cortaban el muro y que no tardaron en cerrarse nuevamente. En la chimenea de la gran sala de reuniones ardia un generoso fuego. Los convocados eran diecinueve hombres y tres mujeres. La mayor parte de ellos contaba mas de sesenta anos, los mas jovenes rondaban los treinta y cinco. Todos se conocian de ocasiones anteriores. Juntos constituian la elite que, en la practica, gobernaba China, tanto en lo politico como en lo economico. Los unicos que faltaban eran el presidente del pais y el alto mando militar. Ellos eran, en efecto, a quienes los participantes de aquella reunion debian rendir cuentas y presentar las propuestas acordadas una vez concluida la reunion.

Un solo punto figuraba en el orden del dia de hoy. Dicho punto se habia formulado en el mayor de los secretos y cuantos alli se habian congregado habian hecho voto de silencio al respecto. La persona que rompiese aquel voto de silencio podia estar segura de que desapareceria de la vida publica sin dejar rastro.

En una de las salas privadas daba inquietos paseos un hombre de unos cuarenta anos de edad. Llevaba en la mano el discurso que habia estado preparando durante meses y que debia pronunciar aquella manana. Sabia que era uno de los documentos mas importantes que se habian presentado nunca ante la cupula del Partido Comunista desde que China se independizo en 1949.

El presidente de China le habia encomendado la mision a Yan Ba hacia dos anos, cuando, un dia, recibio un mensaje en la Universidad de Pekin, donde trabajaba como investigador, segun el cual el presidente del pais queria hablar con el. El mandatario le encargo el cometido a solas, sin la presencia de ninguna otra persona. Desde aquel dia lo liberaron de su tarea docente. Le asignaron un equipo de colaboradores formado por treinta personas. El proyecto debia llevarse a cabo en el mayor de los secretos, siempre vigilado por los servicios de seguridad personales del presidente. El texto del discurso se habia redactado en un unico ordenador, el que pusieron a disposicion de Yan Ba. Y nadie salvo el tenia acceso al texto que ahora sostenia en su mano.

Ningun ruido se filtraba desde fuera por aquellas paredes. Decian que la habitacion habia sido en otro tiempo un dormitorio, utilizado por Jiang Qing, esposa de Mao Zedong, que despues de la muerte del Gran Timonel fue detenida junto con otras tres personas, lo que se llamo «la Banda de los Cuatro», fue juzgada y despues se suicido en la carcel. Jiang Qing exigia siempre el mas absoluto silencio en el lugar donde dormia. Albaniles y pintores viajaban con antelacion para insonorizar su dormitorio mientras un equipo de soldados iba eliminando a todos los perros que ladraban en las proximidades del lugar donde iba a alojarse, aunque fuese por una breve temporada.

Yan Ba miro el reloj de pulsera. Eran las nueve menos diez. Debia pronunciar su discurso a las nueve y cuarto en punto. A las siete de la manana se habia tomado una pastilla que le habia dado su medico para que se

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