Tres dias despues, ya entrada la noche, Hong aterrizo en una base aerea militar a las afueras de Pekin. Dos grandes aviones de pasajeros de Air China aguardaban a una delegacion compuesta por cerca de cuatrocientas personas que iban a visitar Zimbabue.

Hong se entero de que tambien ella haria ese viaje a principios de diciembre. Su mision consistia en mantener conversaciones sobre una colaboracion mas profunda entre los servicios secretos chinos y los del pais africano. Una colaboracion que, en esencia, se basaria en que los chinos transmitirian conocimientos y tecnologia a sus colegas africanos. Hong se alegro al recibir la noticia, pues nunca habia visitado el continente africano.

Se contaba entre los pasajeros mas insignes, de modo que tenia reservado un asiento en la seccion anterior del avion, que eran mas amplios y comodos. Cuando el avion despego, les sirvieron el almuerzo, y despues de comer y con las luces apagadas, Hong se durmio.

La desperto alguien que fue a ocupar el asiento vacio que habia a su lado. Cuando abrio los ojos, se encontro con el rostro sonriente de Ya Ru.

– ?Sorprendida, querida hermana? Claro que no viste mi nombre en la lista de delegados que te remitieron, por la sencilla razon de que no figuran en ella todos los nombres. Aunque yo si sabia que te encontraria aqui.

– Deberia haber adivinado que no dejarias que esta oportunidad se te escapase de las manos.

– Africa es una parte del mundo. Ahora que los poderes occidentales estan abandonando el continente, es normal que aparezca China de entre bastidores. Auguro grandes exitos para nuestra patria.

– Y yo veo que China se aparta cada vez mas de sus ideales.

Ya Ru alzo las manos en senal de protesta.

– Por favor, ahora no, a medianoche… El mundo duerme a muchos metros bajo nuestros pies. Quizas en estos momentos estemos volando sobre Vietnam, o quien sabe si no habremos llegado ya mas lejos. No discutamos. Es mejor que nos durmamos. Las preguntas que quieras plantearme pueden esperar. ?O tal vez no son preguntas, sino acusaciones?

Ya Ru se levanto y se marcho por el pasillo hasta la escalerilla que conducia al piso superior, justo detras del morro del avion.

«No solo viajamos en la misma nave», observo Hong para si. «Ademas, llevamos con nosotros nuestro propio campo de batalla, en el que la contienda esta lejos de darse por resuelta.»

Volvio a cerrar los ojos. Penso que seria imposible evitarlo. «Se acerca el momento en que la enorme grieta abierta entre nosotros ni puede ni debe ocultarse por mas tiempo. Como tampoco la enorme grieta que ha resquebrajado el Partido Comunista. La gran contienda coincide con esta otra batalla menor.»

Logro conciliar el sueno poco a poco. No estaria en condiciones de medir sus fuerzas con las de su hermano sin antes haber descansado bien.

En la parte superior del avion, Ya Ru volaba despierto, con una copa en la mano. Finalmente habia admitido para si que odiaba a su hermana Hong. Debia hacerla desaparecer. Habia dejado de pertenecer a la familia que el adoraba. Se inmiscuia demasiado a menudo en asuntos que no le incumbian. La vispera del viaje, Ya Ru supo por uno de sus contactos que Hong habia ido a visitar a uno de los fiscales que dirigia la investigacion del caso de soborno. Y estaba convencido de que su hermana habia hablado de el.

Ademas, su amigo, el alto cargo policial Chan Bing, le revelo que Hong se habia interesado por una jueza sueca que habia estado de visita en Pekin. Ya Ru decidio que volveria a hablar con Chan Bing a su regreso de Africa.

Hong le habia declarado la guerra. Penso que su hermana la perderia antes de que hubiese empezado siquiera.

Ya Ru no vacilaba lo mas minimo, y eso lo sorprendio. Ya nada podia interponerse en su camino. Ni siquiera su querida hermana, que volaba en el piso de abajo, en el mismo avion que el.

Se acomodo en el asiento, que se convertia en cama, y no tardo en dormirse.

A sus pies se extendia el oceano Indico y, mas alla, la costa africana, aun envuelta en las tinieblas.

30

Hong estaba sentada en el porche del bungalow en el que se alojaria durante su visita a Zimbabue. El frio invierno de Pekin se le antojaba remoto, reemplazado por la calidez de la noche africana. Presto atencion a los sonidos que surgian de la oscuridad, sobre todo el intenso canto de la cigarra. Pese al calor, llevaba una blusa de manga larga, pues la habian advertido de que habia gran cantidad de mosquitos de la malaria. Ella habria preferido desnudarse y sacar la cama al porche para dormir al abrigo del firmamento. Jamas habia experimentado un calor como el que la sorprendio al alba, cuando salio del avion. Fue una liberacion. «El frio nos tiene castigados, como maniatados», se dijo. «El calor es la llave que nos libera.»

Su bungalow estaba arropado por arboles y arbustos en un poblado artificial para los huespedes ilustres del Estado de Zimbabue. Se construyo durante el mandato del Ian Smith, cuando la minoria blanca del pais proclamo unilateralmente su independencia de Gran Bretana para garantizar un gobierno blanco racista en la antigua colonia. Entonces solo existia una gran casa de huespedes con restaurante y piscina. Ian Smith solia retirarse alli algunos fines de semana con sus ministros, para discutir los grandes problemas que debia afrontar su gobierno, sometido a un aislamiento creciente. A partir de 1980, cuando cayo el regimen blanco, el pais quedo liberado y Robert Mugabe accedio al poder, la zona se amplio con una serie de bungalows, paseos y una gran balconada panoramica junto al rio Logo, adonde las manadas de elefantes acudian a beber a la caida de la tarde.

Entrevio la figura de un guardia por el sendero que serpenteaba entre los arboles. Hong penso que jamas habia visto una oscuridad tan compacta como la africana. Cualquiera podia confundirse y ocultarse en ella, cualquier fiera, de cuatro o de dos patas…

Subitamente, se sobresalto ante la idea de que su hermano pudiese andar por alli. Observandola, esperando. En aquel momento, sentada en la negra noche, sintio por primera vez terror al pensar en el.

Era como si, por primera vez, comprendiese que era capaz de hacer cualquier cosa por saciar sus ansias de poder, de mas riquezas, de venganza.

La sola idea le produjo escalofrios. Un insecto se estrello contra su mejilla y Hong reacciono dando un respingo. El vaso que habia sobre la mesa de bambu cayo y se quebro contra el suelo de piedra. Las cigarras callaron un segundo antes de reanudar su canto.

Hong movio la silla para no pisar las esquirlas. Sobre la mesa tenia el programa de los dias que iba a estar en Zimbabue. Aquel dia, el primero, lo habian pasado admirando la marcha y la musica militar de un interminable desfile de soldados. Despues la nutrida delegacion fue conducida en una larga caravana de coches flanqueados por motoristas de la policia a un almuerzo donde los ministros pronunciaron largos discursos que cerraban proponiendo los correspondientes brindis. Segun el programa, el presidente Mugabe deberia haberlos acompanado durante el almuerzo, pero no llego a presentarse. Una vez terminado el prolongado festin, los llevaron a tomar posesion de sus respectivos bungalows, que se hallaban a varias decenas de kilometros de Harare, hacia el sudoeste. Hong iba contemplando por la ventanilla el arido paisaje y los tristes poblados mientras pensaba que la pobreza siempre tiene el mismo aspecto, dondequiera que impere. Los ricos pueden expresar su bienestar introduciendo variaciones en sus vidas, cambiando de casa, de ropa, de coche. O de ideas, de suenos. Para el pobre, en cambio, no existe mas que el gris imperativo, la unica expresion de la pobreza.

Ya bien entrada la tarde, se celebro una reunion destinada a preparar el trabajo de los proximos dias. Sin embargo, Hong prefirio revisar el material a solas en su habitacion. Despues dio un largo paseo hasta el rio, contemplando a hurtadillas por entre los arbustos los despaciosos movimientos de los elefantes y las cabezas de los hipopotamos sobre la superficie del agua. Estaba practicamente sola junto al rio, con la unica compania de un quimico de la Universidad de Pekin y de uno de los economistas de mercado radicales que se habia formado bajo el mandato de Deng. Hong sabia que el economista, cuyo nombre habia olvidado, tenia una estrecha relacion con Ya Ru. Por un instante, se pregunto si no lo habria enviado su hermano, a fin de tenerla vigilada y saber que hacia en cada momento; pero desecho la idea pensando que eran figuraciones suyas. Su hermano era mucho mas astuto.

La discusion que deseaba mantener con Ya Ru…, ?seria posible? La grieta que dividia en dos el Partido Comunista, ?no habria sobrepasado el punto en que era posible acercar posiciones? No se trataba de diferencias sencillas y superables, de que estrategia politica era adecuada en un momento determinado, sino de una lucha

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