De repente, Shen se apreto las manos contra el estomago, como si le hubiese sobrevenido un dolor repentino. Hong vio la angustia pintada en su rostro y, por un instante, estuvo a punto de sentir cierta compasion. Shen no contaba mas de cincuenta y nueve anos y tenia a sus espaldas una brillante carrera, pero ahora iba a perderlo todo; no solo el dinero, sino tambien la buena vida que se habia procurado, el oasis que se habia construido para si y para su familia en medio de tanta pobreza. Cuando lo detuvieron y lo acusaron, los diarios, indignados y satisfechos a un tiempo, publicaron con todo lujo de detalles como sus dos hijas solian volar a Tokio o a Los Angeles para comprarse ropa. Hong recordaba aun un titular, seguramente redactado por los servicios secretos y el Ministerio del Interior. Se trata de ropa adquirida con los ahorros de los pobres campesinos. Los medios de comunicacion repetian una y otra vez aquel titular. Se publicaron cartas de los lectores, tambien escritas, claro esta, por los mismos periodicos y controladas por los funcionarios que, en las mas altas esferas, ejercian de responsables de los efectos politicos del juicio contra Shen. Los lectores propusieron que descuartizasen el cuerpo de Shen y lo arrojasen a los cerdos. La unica manera de castigarlo era convertirlo en comida para esos animales.

– Yo no puedo salvarte -insistio Hong-. Pero si darte la posibilidad de que arrastres a otros contigo. Me han concedido treinta minutos para hablar contigo. Pronto habran pasado. ?Decias que le siguiese la pista al dinero?

– A veces lo llaman «Mano amarilla».

– ?A que se refieren?

– ?Acaso puede tener mas de un significado? Es el intermediario dorado, el que convierte en blanco el dinero negro, el que saca el dinero de China y lo coloca en distintas cuentas sin que el fisco tenga la menor idea de que sucede. Se lleva el quince por ciento de todas las transacciones que realiza. Y, ademas, lava el dinero que circula por Pekin; todas las casas y los estadios que se construyen, todos los preparativos que se estan haciendo para las Olimpiadas que se celebraran dentro de dos anos.

– ?Puedes probar algo de eso?

– Hacen falta dos manos -dijo Shen despacio-. La que recibe y tambien la que esta dispuesta a dar. ?Es normal que condenen a muerte a la otra mano, a la que esta dispuesta a ofrecer el maldito dinero para obtener ventajas? Casi nunca lo hacen. ?Por que uno comete mayor delito que otro? Por eso te digo que busques el rastro del dinero. Empieza por Chan y Lu, los constructores. Tienen miedo, hablaran para protegerse. Y te contaran cosas asombrosas.

Shen guardo silencio. Hong pensaba en como, lejos de las noticias de los diarios, se libraba una batalla entre aquellos que querian conservar el barrio antiguo del centro de Pekin, ahora amenazado por la celebracion de los Juegos Olimpicos, y aquellos otros que, con todas sus fuerzas, deseaban derribarlo todo para construir nuevas viviendas. Ella se contaba entre los que defendian con todas sus fuerzas la conservacion del barrio antiguo y, en varias ocasiones, habia argumentado indignada que no era solo por razones sentimentales. Desde luego que podian construir nuevas residencias y renovar las existentes, pero no permitir que intereses a corto plazo, como los Juegos Olimpicos, decidiesen cual habia de ser el aspecto de la ciudad.

Los Juegos Olimpicos se inauguraron por primera vez en 1896, recordo Hong. «Hace muy poco tiempo», razono. «Apenas cien anos. Ni siquiera sabemos si es realmente una tradicion nueva o si solo durara unos anos, quizas un par de centurias o algo asi. Hemos de recordar las sabias palabras de Zhou Enlai cuando le preguntaron cuales serian las ensenanzas de la Revolucion Francesa para nuestro tiempo. Zhou respondio que aun era demasiado pronto para forjarse una opinion definitiva.

Hong comprendio que con sus preguntas habia logrado que, por unos minutos, Shen olvidase totalmente que la ejecucion estaba cada vez mas cerca. El hombre retomo la palabra:

– Ya Ru es un hombre muy vengativo. Dicen que jamas olvida una afrenta, por pequena que sea. El mismo me conto que considera a su familia como una dinastia propia cuyo recuerdo debe preservarse; de modo que ten cuidado, procura que no vea en ti a una renegada que traiciona el honor de la familia. -Shen parecia concentrado en ella-. Ya Ru mata a quien le causa problemas. Lo se. Pero, ante todo, a quien se burla de el. Dispone de unos cuantos hombres a los que recurre cuando es necesario. Aparecen de entre las sombras y se esfuman con la misma rapidez con que llegaron. No hace mucho oi que habia enviado a uno de ellos a Estados Unidos. Dicen que los cadaveres seguian en el lugar del crimen cuando el ya habia regresado a Pekin. Y tambien ha estado en Europa.

– ?Estados Unidos? ?Europa?

– Eso dicen.

– ?Y dicen la verdad?

– Los rumores siempre son verdad. Cuando se les limpia de mentiras y de excesos, siempre queda un nucleo de verdad. Y eso es lo que uno debe buscar.

– ?Y tu como lo sabes?

– El poder que no se basa en el conocimiento y en el flujo constante de informacion a la larga resulta imposible de defender.

– Pues a ti no te ayudo.

Shen no respondio. Hong reflexionaba sobre lo que le habia revelado. No salia de su asombro.

Asimismo, recordo lo que la jueza sueca le habia contado. Reconocio al hombre de la fotografia que Birgitta Roslin le habia mostrado; aunque estaba borrosa, no cabia la menor duda de que se trataba de Liu Xin, el guardaespaldas de su hermano. ?Existiria alguna relacion entre lo que Birgitta Roslin le habia contado y lo que acababa de descubrirle Shen? ?Era posible? En tal caso, Ya Ru habia hecho algo sorprendente. ?Lo dominaba realmente un deseo de venganza tan irrefrenable que ni siquiera podian pararlo los cien anos transcurridos?

El vigilante que aguardaba en el pasillo volvio para anunciarle que se habia agotado el tiempo. De repente, Shen palidecio y le agarro el brazo.

– No me dejes -le suplico-. No quiero estar solo a la hora de morir.

Hong se zafo de sus manos, pero Shen empezo a gritar. Era como un nino aterrorizado. El vigilante lo arrojo contra el suelo. Hong salio de la celda y se marcho a toda prisa. Los gritos desesperados de Shen la perseguian. Oyo como resonaban en su cabeza hasta que regreso al despacho de Ha Nin.

Entonces adopto por fin una decision. No dejaria solo a Shen en el ultimo instante de su vida.

Poco antes de las siete de la manana del dia siguiente, Hong se encontraba en el lugar cercado que se utilizaba para las ejecuciones. Segun habia oido, alli realizaban sus practicas los militares antes de atacar Tiananmen, hacia ya quince anos. Ahora, en cambio, iban a utilizarlo para ejecutar a nueve criminales. Hong se coloco entre los familiares que se lamentaban helados de frio, detras de la cerca. Un grupo de jovenes soldados con las armas prestas en la mano los vigilaban. Hong observo al joven que le quedaba mas cerca. No tendria mas de diecinueve anos.

Se pregunto que estaria pensando el soldado. Tenia la edad de su hijo.

Un camion cubierto con una lona entro en la zona de ejecucion. Los nueve condenados bajaron del remolque, acuciados por los impacientes empellones de los soldados. A Hong siempre le habia llamado la atencion que, en estos casos, todo tuviese que suceder tan deprisa. La muerte en el frio y humedo descampado no revestia la menor dignidad. Vio a Shen caer de bruces cuando lo obligaron a bajar. Guardaba silencio, pero Hong se dio cuenta de que estaba llorando. En cambio, una de las mujeres gritaba a voz en cuello. Uno de los soldados la reprendio, pero ella siguio gritando hasta que un oficial se acerco y la golpeo en el rostro con la culata de la pistola. Entonces la mujer dejo de lamentarse y la arrastraron hasta su puesto en la fila. Los obligaron a arrodillarse. Los soldados que llevaban los rifles se apresuraron a ocupar sus posiciones detras de los reos. La boca del rifle quedaba a unos treinta centimetros de sus nucas. Todo sucedio muy deprisa. Un oficial rugio la orden, efectuaron los disparos y los muertos cayeron de bruces hundiendo sus rostros en el frio barro. Cuando el oficial paso ante ellos para darles el tiro de gracia, Hong volvio el rostro. Ya no necesitaba ver mas. «Esos dos disparos se les facturaran a los supervivientes», se dijo. «Las balas mortales han de pagarse.»

Durante los dias que siguieron a la ejecucion estuvo pensando en lo que Shen le habia dicho sobre el deseo de venganza de Ya Ru. Sus palabras no dejaban de resonar en su mente. Sabia que nunca habia dudado en recurrir a la violencia. Brutal, casi sadicamente. En alguna ocasion llego a pensar que su hermano era, en el fondo, un psicopata. Gracias a las confidencias del difunto Shen, tal vez consiguiese averiguar quien era su hermano.

Habia llegado el momento. Debia ir a hablar con alguno de los fiscales que se encargaban solo de casos de corrupcion.

Hong no lo dudo un instante. Shen le habia dicho la verdad.

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