– ?Cinco mil, quiza?

Hong nego con un gesto.

– Cerca de noventa mil. Calcula cuantas resultan al dia. Es una cifra que empana con su sombra toda accion emprendida por el Politburo. Lo que Deng hizo hace quince anos, liberalizar la economia, pudo calmar entonces la inquietud que embargaba el pais. Hoy, esa medida no es suficiente, sobre todo teniendo en cuenta que las ciudades ya no ofrecen ni espacio ni trabajo a los cientos de millones de campesinos pobres que esperan impacientes que les llegue el turno de disfrutar de la buena vida con la que todos suenan.

– ?Y que crees que ocurrira?

– No lo se. Nadie lo sabe. Quienes se preocupan y no dejan de pensar en ello son personas sensatas. En el seno del Partido esta librandose una batalla de proporciones jamas vistas, ni siquiera en tiempos de Mao. Nadie puede prever cual sera su resultado. El ejercito teme no ser capaz de controlar el posible caos. Tu y yo sabemos que lo unico que podemos y debemos hacer es retomar los principios de antano.

– Baoxian yundong.

– El unico camino. Nuestro unico camino. Ningun atajo conduce al futuro.

Una manada de elefantes se aproximaba despacio al rio para beber. Un grupo de turistas occidentales bajaron hasta la barandilla del mirador y las dos mujeres aprovecharon para volver al vestibulo del hotel. Hong pensaba proponerle que cenasen juntas, pero Ma Li se le adelanto al decirle que tenia la noche ocupada.

– Vamos a pasar aqui dos semanas -le dijo-. Ya tendremos tiempo de hablar de todo lo ocurrido.

– Y de lo que ocurre y ocurrira -anadio Hong-. Y de todo aquello para lo que aun no tenemos respuesta.

Vio como se marchaba Ma Li, que desaparecio al otro lado de la piscina. «Hablare con ella manana», decidio Hong. «Justo cuando mas necesitaba a alguien, se presenta una de mis mejores y mas viejas amigas.»

Hong ceno sola aquella noche. Un nutrido grupo de miembros de la delegacion china compartia mesa en el restaurante, pero ella prefirio la soledad.

En torno a la lamparilla que ardia sobre su mesa danzaban las polillas.

Cuando termino de cenar, se sento un rato en el bar, junto a la piscina, a tomarse una taza de te. Varios delegados chinos bebieron mas de la cuenta y se les insinuaron a las jovenes y hermosas camareras que iban y venian entre las mesas. Hong se indigno y se marcho de alli. «En otra China, jamas se habria permitido tal actitud», se dijo iracunda. «Los guardias de seguridad habrian intervenido de inmediato impidiendo que personas que actuan bajo los efectos del alcohol volviesen a representar a China. Tal vez incluso les habria caido una pena de prision. Ahora no es asi. Ahora nadie hace nada.»

Se sento en el porche de su bungalow mientras reflexionaba sobre la arrogancia que emanaba de la creencia de que un sistema de mercado capitalista mas libre favoreceria el desarrollo. Deng pretendia que la rueda china girara mas rapido. En la actualidad, la situacion era diferente. «Vivimos bajo la amenaza del sobrecalentamiento, no solo en el mundo industrial, sino tambien en nuestros propios cerebros. No somos conscientes del precio que hemos de pagar en forma de rios envenenados, de un aire que nos asfixia y de millones de personas que huyen desesperadas de las zonas rurales.

»Hubo un tiempo en que acudimos a un pais a la sazon llamado Rodesia, con el objeto de apoyar su lucha por la liberacion. Ahora, casi treinta anos despues de dicha liberacion, volvemos como colonizadores mal disfrazados. Mi hermano es uno de los que traicionan nuestros viejos ideales. No queda en el el menor residuo de la honorable fe en la fuerza del pueblo y en su bienestar, la misma fe que un dia libero a nuestro propio pais.»

Cerro los ojos y presto atencion a los sonidos de la noche. Muy despacio, las reflexiones sobre la conversacion mantenida con Ma Li abandonaron su mente fatigada.

Estaba a punto de vencerla el sueno cuando oyo un ruido que trunco el canto de las cigarras. El crujido de una rama al quebrarse.

Abrio los ojos y se irguio en la silla. Las cigarras callaron. De pronto, tuvo la certeza de que habia alguien merodeando por alli.

Entro a toda prisa en el bungalow y cerro la cristalera. Apago una lampara que tenia encendida.

El corazon le latia acelerado: estaba muerta de miedo.

Alguien habia estado rondando su bungalow y habia quebrado una rama sin querer.

Se dejo caer en la cama, a oscuras, temiendo que apareciese alguien.

Pero no fue asi. Despues de casi una hora, echo las cortinas y se sento a la mesa con la intencion de escribir la carta que, a lo largo del dia, habia ido formulando en su cabeza.

31

Varias horas le llevo a Hong redactar una suerte de informe sobre los acontecimientos de los ultimos meses, cuyo punto de partida eran tanto su hermano como los datos que la jueza sueca Birgitta Roslin le habia proporcionado. Y puso por escrito aquella memoria para protegerse, al tiempo que, de una vez por todas, dejaba constancia de que su hermano era un hombre corrupto, asi como uno de los elementos que estaban haciendose con el control de toda China. Por otro lado, el y su guardaespaldas Liu podian muy bien estar involucrados en varios asesinatos brutales, cometidos lejos de las fronteras chinas. Mientras escribia, tenia apagado el aire acondicionado a fin de percibir mejor los ruidos del exterior. En el calor sofocante de la habitacion, los insectos nocturnos revoloteaban alrededor de la lampara mientras las gotas de sudor se estrellaban contra el tablero de la mesa. Penso que tenia razones de sobra para sentirse inquieta. Los anos vividos eran mas que suficientes para distinguir entre los peligros reales y los ficticios.

Ya Ru era su hermano, pero, ante todo, un hombre que no dudaba en utilizar cualquier medio para alcanzar sus fines. Ella, por su parte, no se oponia a un desarrollo que siguiese el plan de nuevas trayectorias. Al igual que cambiaba el entorno, tambien los lideres chinos debian buscar nuevas estrategias para resolver los problemas presentes y futuros. No obstante, lo que Hong y otras personas como ella cuestionaban era que no se combinasen los fundamentos socialistas con una economia en la que se habia concedido un gran espacio al mercado libre. ?Acaso era imposible otra opcion? Ella no lo consideraba asi. Un pais poderoso como China no tenia por que vender su alma a cambio de petroleo y materias primas y nuevos mercados en los que su produccion industrial podia hallar terreno abonado. ?Acaso no era esa su noble mision, demostrarle al mundo que el imperialismo y el colonialismo no eran consecuencias necesarias del desarrollo de un pais?

Hong habia detectado en la juventud una codicia que, gracias al nepotismo, a los contactos familiares y, en igual medida, a la falta de escrupulos, habia permitido amasar grandes fortunas. Los jovenes se sentian invulnerables y eso aumentaba su brutalidad y su cinismo. Contra ellos, y contra Ya Ru, pensaba ella oponer resistencia. El futuro no estaba ganado, todo era posible aun.

Cuando termino, repaso lo escrito, hizo algunas correcciones y aclaraciones, cerro el sobre y, antes de echarse en la cama a dormir, escribio el nombre de Ma Li en el lugar del destinatario. Ningun ruido externo perturbaba la calma. Pese a que estaba agotada, tardo en conciliar el sueno.

Se levanto a las siete y, desde el porche, vio como se alzaba el sol sobre el horizonte. Ma Li ya estaba desayunando cuando ella llego al comedor. Hong se sento a su mesa, le pidio un te a la camarera y miro a su alrededor. La mayoria de las mesas estaba ocupada por miembros de la delegacion china. Ma Li le dijo que pensaba bajar al rio para contemplar los animales.

– Pasate por mi habitacion dentro de una hora -le propuso Hong quedamente-. Es la numero veintidos.

Ma Li asintio sin hacer preguntas. «Ella, al igual que yo, ha llevado ese tipo de vida que nos ensena que los secretos existen», concluyo Hong.

Termino de desayunar y volvio a su dormitorio a esperar a Ma Li. La visita a la granja experimental no seria hasta las nueve y media.

Una hora mas tarde, exactamente, Ma Li llamo a su puerta. Hong le entrego la carta que habia escrito la noche anterior.

– Si me ocurriera algo, esta carta es importante -le advirtio-. Si muero de vieja en mi cama, puedes quemarla.

Ma Li la observo con gravedad.

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