– ?Eso debe de doler! -Macro hizo una mueca mientras el cirujano untaba con unguento la piel ampollada del costado derecho de Cato, que le iba de la cadera al hombro. La mirada iracunda que el optio le lanzo fue del todo elocuente.
– No te muevas -el cirujano chasqueo la lengua--. Ya es bastante dificil trabajar con esta luz sin tenerte a ti aqui dando vueltas. Venga, centurion, no muevas la antorcha.
– Lo siento. -Macro levanto mas la antorcha de brea y bajo su anaranjado resplandor parpadeante el cirujano metio la mano en el pequeno tarro de unguento que tenia entre las rodillas y con cuidado le embadurno el hombro a Cato. Cato se estremecio y tuvo que apretar los dientes mientras el cirujano continuaba la aplicacion. El aire fresco de la hora anterior al amanecer lo hacia tiritar, pero proporcionaba un pequeno alivio en aquella herida sumamente lacerante que, de un extremo a otro de su costado, le enviaba oleadas de un punzante dolor que lo martirizaba. _?Va a poder reincorporarse a la unidad? -pregunto Macro.
– ?Hazme un favor, centurion! -El cirujano sacudio la cabeza--. ?Cuando aprendereis los oficiales que no podeis esperar que los heridos se levanten de un salto y salgan disparados directamente de vuelta al combate? Si el optio sale de aqui, se le revientan las ampollas y se le infectan, estara muchisimo peor de lo que esta ahora. _?Cuanto tiempo entonces?
El cirujano examino el conjunto de ampollas inflamadas y ladeo la cabeza.
– Unos cuantos dias, para que salgan las ampollas y luego desaparezcan. Tendra que mantener el costado expuesto al aire y descansar tanto como sea posible. Asi que esta relevado de servicio.
– ?Relevado de servicio! -se mofo Macro-. Tal vez no te hayas dado cuenta, pero hay una maldita batalla en curso. Tiene que volver a la unidad. Me hacen falta todos los hombres que tengo.
El cirujano se levanto cuan alto era y se encaro con el centurion. Por primera vez Macro fue consciente de lo enorme que era ese cirujano, casi treinta centimetros mas alto que el y de complexion robusta como la de un toro. Tenia alrededor de veinticinco anos, con facciones morenas y un cabello negro de apretados rizos que sugerian unos origenes africanos. Grande como era, no parecia tener ni un gramo de grasa en su musculoso cuerpo.
– Centurion, si aprecias a este hombre, debes permitir que se recupere de las quemaduras. Esta exento de servicio, y mi decision tiene el respaldo del cirujano jefe y del legado. -Su tono y expresion dejaron completamente claro que no estaba de humor para escuchar ningun tipo de argumento contra su decision. Pero eso no cambiaba el hecho de que la sexta centuria estaba muy falta de efectivos y necesitaba la presencia de cualquiera que todavia pudiera empunar un arma.
digo que lo quiero de vuelta a la centuria.
El enfrentamiento entre el cirujano y el centurion bajo la oscilante luz de la antorcha se estaba poniendo feo. Cato apreto los dientes y se levanto con gran dificultad para intervenir.
– Lo siento, senor. El tiene razon, apenas puedo mover este brazo. Ahora mismo no le iba a ser de ninguna ayuda.
– ?Quien te ha preguntado? -Macro fulmino al optio con la mirada--. Y a todo esto, ?por que te pones de su lado?
– No me pongo del lado de nadie, senor. Quiero volver' a entrar en accion cuanto antes, pero no voy a servir para nada hasta que pueda usar este brazo.
– Ya veo. A Macro, en principio, los heridos no le eran indiferentes, pero, a menos que a uno le hubieran cortado un miembro o lo hubieran dejado inconsciente a golpes, le costaba entender por que un hombre no podia participar en la batalla. Puede que los britanos hubieran perdido su campamento, pero todavia habia muchos de ellos pululando al otro lado de los terraplenes; bien podria ser que los heridos tuvieran que luchar para salvar la vida dentro de no mucho. _De acuerdo entonces, muchacho -dijo, cediendo un poco-. Pero regresas a la centuria en cuanto puedas, ?entendido? Nada de hacerse el enfermo.
– ?Senor! -Cato estaba indignado. Pero Macro ya se habia dado la vuelta y se alejaba, caminando entre las hileras de heridos que yacian junto al rio. Cato siguio con la mirada la antorcha del centurion durante un rato hasta que se perdio entre las demas antorchas y el resplandor de las fogatas.
– Menudo tipo, tu centurion -refunfuno el cirujano. -Oh, no es mala persona. Solo un poco carente de empatia y tacto en ocasiones. Pero es un excelente soldado.
– Y tu debes de tener muy buen ojo para tales soldados, ?no? -El cirujano metio la mano en el tarro para coger mas unguento-. ?Estas listo para esto?
Cato asintio con la cabeza al tiempo que se preparaba para sentir mas dolor.
– Creo que he visto lo suficiente. -?De veras lo crees? ?Y cuanto tiempo has servido en la segunda?
– Cerca de un ano. El cirujano hizo una pausa en su aplicacion de unguento. -?Un ano? ?Y ya esta? ?Y esta es tu primera legion? Cato asintio con la cabeza. -Apenas eres mas que un nino. -El cirujano sacudio la cabeza entre perplejo y divertido y entonces vio la tunica y la armadura de Cato en el suelo. El palido brillo de la condecoracion que habia en el arnes de Cato llamo la atencion del cirujano-. ?Es tuya?
– Si.
– ?Como la conseguiste? -Le salve la vida a mi centurion, antes de que abandonaramos Germania el ano pasado.
– ?Quieres decir que eres precisamente ese optio? ?Ese del que todo el mundo hablaba en la base? -El cirujano miro a Cato con otros ojos-. ?El optio de palacio?
– Soy yo. -Cato se sonrojo. -?Y te hiciste voluntario en el ejercito? -No. Soy esclavo de nacimiento. Me dieron la libertad a condicion de que me incorporara a las aguilas. Una recompensa por los servicios de mi padre en palacio.
– ?Y el tambien era un esclavo? -Liberto. Fue liberado despues de que yo naciera, asi que yo segui siendo un esclavo.
_Eso es duro.
– Asi son las cosas.
El cirujano se rio con una profunda y sonora carcajada que atrajo las miradas de aquellos que estaban cerca.
– Bueno, pues ciertamente has dejado tu impronta, ?no crees? De esclavo a recluta novato y a veterano condecorado en menos de un ano a este ritmo es probable que seas centurion… no, ?que digo? ?A estas alturas del ano que viene seras legado!
– ?Podemos seguir con el unguento? -pregunto Cato, incomodo por la repentina atencion que suscitaba.
– Perdona. No era mi intencion ofenderte, optio. -No lo has hecho. Y dejemoslo asi, por favor. El cirujano continuo con su trabajo, aplicando el balsamo de aroma dulzon sobre el costado en carne viva del flacucho optio. Cato trato de tener la mente ocupada para mantener el dolor a raya lo mas que pudiera. Miro las hileras de heridos, algunos de los cuales gemian y gritaban mientras se retorcian debilmente en el suelo. El personal medico de las tres legiones estaba ocupado transportando a los heridos de vuelta al otro lado del rio en unos pequenos esquifes que habian llevado alli desde la columna de bagaje de los zapadores. Heridos y camillas vacias pasaban con dificultad unos junto a otras en un trafico de doble sentido que bajaba hasta el rio.
– ?Son muchas las bajas que hemos tenido? -pregunto Cato.
– Si. Centenares de muertos. Los hemos dejado en el centro del campamento. Se dice que el general va a allanar los terraplenes cuando el ejercito avance. Deberia ser suficiente para formar un tumulo considerable encima de las cenizas.
– ?Y los heridos? ` -Miles. -El cirujano levanto la vista--. En su mayoria de la novena, gracias a esos malditos honderos. Nunca habia tratado tantos huesos rotos. Espera, deja que te busque un recuerdo.
El cirujano recorrio el suelo con la mirada durante un momento y luego se abalanzo sobre algo que habia sobre la turba pisoteada. Se enderezo y se lo puso en la mano a Cato.
Era algo pequeno y pesado y bajo la tenue luz Cato vio un pedazo de plomo ovalado de la medida de su dedo pulgar pero que era mas abultado en su parte central.
– Es desagradable, ?verdad? -El cirujano senalo hacia el objeto con un movimiento de la cabeza-. Te sorprenderias del dano que puede llegar a causar uno de estos en manos de un buen hondero. El impacto rompe el hueso, incluso a traves de una cota de malla, o de un casco. Esta noche he tenido que extraerle uno a un tribuno. Le dio justo en la pierna y le dejo el femur hecho anicos. El pobre tipo murio desangrado antes de que yo pudiera terminar.
– ?Por uno de estos? -Cato lanzo al aire el proyectil de plomo y sintio el escozor del impacto cuando lo atrapo al