agitado remolino de hombres y caballos ponia de manifiesto la dificil situacion de los batavos.
Vespasiano se dio la vuelta para apartar de sus ojos aquel espectaculo. La compasion por sus camaradas le instaba a ordenar a su legion que cargara para auxiliarlos. Pero esa tentacion habia sido prevista por Aulo Plautio y el general habia recalcado que sus ordenes debian seguirse al pie de la letra. La segunda tenia que permanecer oculta hasta que Carataco hubiera asignado sus reservas a la defensa de las fortificaciones. Lanzarian la senal para el ataque los trompetas concentrados en el cuartel general de Plautio situado en la orilla ocupada por los romanos. Solo cuando todos los britanos estuvieran enzarzados en la lucha se le permitiria a Vespasiano lanzar su ataque. Solo entonces.
Vespasiano se dio cuenta de que el optio lo miraba con amargura, y para hacer hincapie en ello, el chico, con un movimiento de la cabeza casi imperceptible, senalo cuesta abajo. Aquel insubordinado gesto fue completamente deliberado, pero era comprensible, y Vespasiano se obligo a dejarlo correr.
– Veo que tienes ganas de atacar, ?verdad, joven Cato? -Si, senor. Tan pronto como podamos, senor. -?Buen chico! -Vespasiano le dio unas palmaditas en el hombro antes de volverse hacia el centurion-. El puesto de mando esta justo en el interior de aquel bosque de alli. -Senalo hacia el lugar donde los abanderados de la legion trataban, sin lograrlo, de pasar inadvertidos en la linde de los arboles-. Si surge algo rio abajo, mandame un mensajero de inmediato.
Mientras el legado volvia a bajar con dificultad por la pendiente, sintio los ojos de toda la sexta centuria que lo seguian con el resentimiento que todo soldado raso siente por los oficiales superiores que parecen sacrificar a sus hombres sin ninguna necesidad. Por supuesto no era justo; Vespasiano obedecia ordenes y no podia hacer nada al respecto. Compartia la furiosa impotencia de Cato y le hubiera encantado explicar el plan de batalla del general y demostrar asi por que los hombres de la segunda tenian que sentarse y observar mientras sus companeros morian. Pero compartir tales confidencias con un optio era algo inconcebible.
Los abanderados se movieron de una manera todavia mas indiscreta hacia el borde de los arboles mientras se aproximaba su legado. -?Que diablos estais haciendo? grito enojado-. Volved atras para que no os vean.
Cuando se hallaron de nuevo entre los arboles, el legado llamo a los oficiales superiores para que se acercaran a el.
– Quiero que la legion suba hasta situarse a unos veinte pasos de aquella cresta de alla. Tienen que formar dispuestos para la batalla y avanzar en el instante en que yo de la orden. El grupo de abanderados vendra conmigo.
Mientras los tribunos y los centuriones de mas rango se dispersaban para transmitir la orden al resto de la legion, Vespasiano condujo a los abanderados hacia el lugar indicado y rapidamente se senalo una linea de combate con las pequenas estacas de color rojo destinadas a tal efecto. El legado dejo que los oficiales del Estado Mayor cumplieran con sus obligaciones, se reunio con la sexta centuria y quedo horrorizado al ver los nuevos montones de cuerpos romanos que habia desparramados al otro lado de las defensas del vado. En la otra orilla del rio, otra legion, la decimocuarta, se dirigia rapidamente hacia el bajio para apoyar a la novena. Cuando su primera cohorte se adentro en la mansa corriente y se cruzo con la columna de heridos que regresaba en tropel a las lineas romanas, Cato se movio entre la alta hierba junto al legado y estiro el cuello para ver mejor.
– ?Agachate, idiota! Cato obedecio al instante y a continuacion se volvio hacia su legado.
– ?Senor! ?Ha visto? El rio cada vez es mas profundo. -?Mas profundo? ?Tonterias! A menos que la marea…
El legado levanto la vista rapidamente y miro con atencion al rio. El optio estaba en lo cierto, habia mas profundidad. Vespasiano vio que la subida de la marea amenazaba con hacer el vado infranqueable. Cuando la decimocuarta hubiera cruzado, el nivel del agua estaria tan alto que no permitiria la retirada. Con un frio terror se dio cuenta de que aquello era algo que nadie habia tomado en consideracion la noche anterior cuando el general habia repasado su plan. En aquellos momentos seguramente debia de haberse dado cuenta.
Sin duda mandaria llamar a las tropas antes de que dos legiones romanas quedaran atrapadas en el terreno mortal de la ribera del rio ocupada por los britanos. Pero no sonaba ninguna trompeta, ni se oia el agudo estruendo de las cornetas para evitar que los hombres de la decimocuarta corrieran la misma suerte que los de la novena. Por el contrario, la legion siguio adelante y vadeo el rio, con el pecho en alto por encima de la corriente cada vez mas rapida.
– ?Pobres desgraciados! -exclamo Macro entre dientes-. Los van a crucificar.
Las desiguales filas de la decimocuarta avanzaron con dificultad a traves del rio. El agua agitada ya les llegaba entonces casi hasta el cuello y los que observaban desde la colina podian imaginarse perfectamente el miedo que debian de sentir aquellos hombres mientras cruzaban. Y seguia sin sonar la llamada.
Tras las lineas enemigas habia corrido la voz de que una nueva amenaza se aproximaba a sus fortificaciones y las tribus se precipitaron hacia la cima de la cresta para observar como otra legion se acercaba. Cualquier sentido del orden que sus jefes se hubieran esforzado en mantener se esfumo rapidamente mientras los britanos atravesaban las toscas puertas en tropel y se dirigian hacia sus companeros que defendian la empalizada.
Vespasiano observo como las densas columnas de sus hombres salian del bosque y ocupaban sus puestos. Unos momentos mas y estaria todo dispuesto. Aguzo el oido a la espera del primer toque de trompetas que ordenara a la segunda entrar en accion. Pero los sonidos que llenaban el aire, y que ninguna trompeta rompia con su llamada, seguian siendo los de la batalla que se libraba mas abajo. Cuando la segunda legion estuvo formada y lista para avanzar, a los defensores de la empalizada se les habian unido otros miles que gritaban para obtener su parte del prometido bano de sangre. Y seguian sin sonar las trompetas.
– Algo va mal.
– ?Senor? -Macro se volvio hacia el. -A estas alturas ya tendriamos que haber oido las trompetas del cuartel general.
Entonces a Vespasiano se le ocurrio algo terrible. Tal vez le hubiera pasado por alto la senal. Quiza la orden ya se habia dado y los hombres que estaban junto al rio escudrinaban la cresta desesperados en busca de cualquier signo de auxilio.
– ?Alguno de vosotros oyo algo mientras yo volvia al puesto de mando? ?Alguna senal?
– No, senor -respondio Macro-. Nada.
CAPITULO XII
_?Donde diablos esta la segunda? -pregunto Vitelio con amargura, no por primera vez. El legado Geta cruzo la mirada con su centurion jefe y por un momento levanto los Ojos al cielo antes de acercarse mas al tribuno, agazapado tras su escudo.
– Un consejo en privado: los oficiales deben tener siempre en cuenta de que manera su comportamiento afecta a los hombres que le rodean. Si quieres forjarte una carrera fuera del ejercito tienes que dar buen ejemplo. Asi que dejemonos de esas tonterias sobre la segunda, ?de acuerdo? Ahora levantate del:suelo y ponte en pie.
Al principio Vitelio no se lo acabo de creer. Alli estaban, justo en medio de un desastre militar de primera magnitud y Geta se preocupaba mas por el protocolo que por otra cosa. Pero las miradas de desprecio que le dirigian los veteranos que formaban el grupo de mando le hicieron sentir verguenza. Asintio con la cabeza, trago saliva, y se puso en pie para ocupar su puesto junto al resto de oficiales y portaestandartes. Las descargas de las que al principio -habian sido objeto por parte de los honderos britanos habian disminuido en cuanto las cohortes cargaron contra la empalizada y en aquellos momentos unicamente enviaban algun disparo ocasional en su direccion.
Aun asi, dos de los tribunos de la novena habian sido abatidos. Uno de ellos yacia muerto al pie del estandarte del aguila con el rostro destrozado por el impacto de un proyectil de plomo. Al otro le acababan de dar en la espinilla. El hueso estaba hecho pedazos. El joven oficial se habia quedado blanco del esfuerzo para no dejar escapar un grito mientras miraba el hueso que le asomaba por encima de la piel. Vitelio se sintio aliviado cuando un fornido legionario se echo al tribuno sobre los hombros y enfilo hacia el otro lado del rio.
Y alli estaba la decimocuarta legion que bajaba en tropel por la cuesta y se metia en el agua. Por un instante a Vitelio se le levanto el animo, un sentimiento compartido por el resto del grupo de abanderados hasta que vieron que, poco a poco, la marea iba cubriendo el vado. Vitelio, incapaz de ocultar su inquietud, se volvio hacia el legado.