– Sobrevivire. -?Un poco mas y te caes dentro! -Pirax senalo el tronco con un gesto de la cabeza.
– No hace gracia. -Cato se palpo la mandibula, que le dolia de forma punzante a causa del golpe, y vio que en la mano tenia sangre de un labio partido-. ?Cabron! _Da gracias que no fuera peor. Te podia haber atacado por sorpresa.
– No lo vi -Cato empezo a sonrojarse. -No tienes por que avergonzarte, optio. Me alegro de que fueras tu en cabeza.
– Gracias -refunfuno Cato. Envio a un soldado hacia la siguiente curva del rio para que montara guardia mientras el consideraba la situacion. Tenian que deshacerse del cadaver y del caballo. Lo del cuerpo era bastante facil y rapidamente la patrulla lo metio a empujones debajo del tronco y apilo encima guijarros sueltos y ramas para ocultarlo a la vista. Lo del caballo iba a suponer un desafio mayor. Con el animal bien atado a un tocon, Cato desenfundo la espada con mango de marfil que Bestia le habia legado y se aproximo a el con cautela. No le hacia ninguna gracia realizar esa tarea y ademas, los ojos relucientes y el hocico tembloroso que se alzaban hacia el no le facilitaban para nada el trabajo.
– Vamos, caballito -dijo con suavidad-. Vamos a hacerlo bien y rapido.
Levanto la espada, se puso a un lado del animal y busco un punto donde golpear.
– ?Optio! Cato se giro y vio a Pirax que senalaba con gestos rio abajo. El soldado al que habia mandado en descubierta estaba en cuclillas y agitaba los brazos freneticamente para atraer su atencion. Cato le respondio con la mano y el hombre se tiro al suelo.
– Esperad aqui. Mantened tranquilo al caballo. Cato avanzo a toda prisa, agachandose cuanto pudo al dar los ultimos pasos antes de echarse al suelo junto al explorador. A la vuelta de la curva del rio habia una pequena presa, en parte formada por obstaculos naturales y en parte hecha por el hombre, que servia de paso para cruzar. A sus oidos llegaba el sonido del agua que bajaba alborotada por la otra orilla con un rugido sordo. Pero lo que habia llamado la atencion del explorador era el grupo de jinetes que habia mas alla de la presa. Mientras miraban, uno de los britanos se separo del grupo y se dirigio rio arriba directamente hacia ellos mientras con las manos haciendo bocina gritaba algo que apenas era audible por encima del barullo del agua en la presa.
– Estan buscando a nuestro hombre -decidio Cato-. Para ver si ha descubierto algo.
– ?Y si no lo encuentran? -Sospecharan y empezaran a buscar. No podemos dejar que eso ocurra.
El explorador miro a los britanos. -Hagan lo que hagan, no podemos enfrentarnos a todos ellos. Son demasiados.
– Claro que no podemos abordarlos. En cualquier caso, dudo mucho que pelearan. Estan haciendo el mismo trabajo que nosotros. Encontrar al enemigo e informar, nada mas. Pero no debemos permitir que empiecen a preocuparse por uno de sus exploradores. -Cato observo como el britano acercaba lentamente su caballo mientras seguia llamando a su companero en voz alta-. Espera aqui y no dejes que te vean.
Cato volvio gateando hacia donde se encontraba el resto de la patrulla. Examino al britano muerto y entonces echo un vistazo a sus hombres. _?Pirax! ?Sabes montar a caballo?
– Si, optio. -Muy bien, entonces ponte la capa y el casco de este hombre lo mas rapidamente que puedas.
Pirax puso cara de desconcierto. -?No pienses, hazlo y punto! Los hombres de la patrulla extrajeron las jabalinas del cadaver, se apresuraron a despojarlo de la capa y los calzones y se los pasaron a Pirax. Con evidente desagrado, el veterano se puso las burdas prendas del britano muerto y se ato las correas del casco de bronce. Entonces monto en el caballo. Al principio el animal respingo un POCO, pero una mano firme en las riendas y una tranquilizadora presion en las ijadas calmaron un poco a la bestia.
– Ahora dirigete hacia la curva del rio y espera alli. -?Y entonces que? -Entonces haces exactamente lo que yo te diga. La patrulla siguio a Pirax mientras este avanzaba rio abajo a lomos del caballo y luego se escondieron entre los matorrales a lo largo de la orilla. Desde su posicion estrategica, Pirax veia al britano que se acercaba mientras llamaba a su companero, a no mas de ciento cincuenta pasos de distancia, casi a la altura de la presa.
– ?Que hago? -pregunto en voz baja. -Mueve el brazo y dale a entender que no has visto nada
– respondio Cato.
– ?Y como hago eso? -inquirio Pirax. -?Como voy a saberlo? ?No soy un maldito director de teatro! Improvisa.
– ?Y si eso no le satisface?
– Entonces la legion va a entrar en combate un poco antes de lo esperado.
– ?Me ha visto! -Pirax se puso tenso a causa de los nervios, y despues se acordo de agitar el brazo como saludo.
Cato avanzo con cuidado hasta que pudo vislumbrar al britano que se acercaba a traves de los helechos y las ortigas moteados por el sol. El hombre habia llegado a la presa y freno su caballo. Volvio a gritar y sus palabras continuaron sin poder distinguirse por encima del debil fragor de la alborotada corriente. Pirax volvio a agitar la mano e hizo un lento y elaborado movimiento de cabeza en senal de negacion. El britano se volvio para mirar rio abajo y les grito algo a sus camaradas que se encontraban a corta distancia de el. Tras un breve intercambio, el britano clavo los talones en su caballo y siguio acercandose a la curva del rio.
– ?Y ahora que? -pregunto Pirax quedamente. -Cuando yo diga «ahora», le haces una sena y diriges el caballo al otro lado del recodo hasta que los demas no puedan verte. Nosotros lo atacaremos.
– Estupendo. ?Y luego? -Cada cosa a su tiempo. Mientras Cato seguia observando desde su escondite el jinete se fue acercando con su montura al paso, y un aire despreocupado e indiferente mientras disfrutaba de las primeras horas de aquella manana de verano. Cato se retorcio retrocediendo un poco y desenvaino la espada con suavidad. Siguiendo su ejemplo, los demas soldados se prepararon para una vez el britano hubiera pasado junto a ellos. Entonces, cuando el hombre se encontraba a no mas de treinta metros de distancia, lo bastante cerca para que Cato pudiera ver bajo su casco que solo era un chico, el sonido agudo de un cuerno de guerra celta corrio rio arriba. El britano paro en seco su caballo y volvio la cabeza hacia el grupo de jinetes.
Estaban dando media vuelta mientras agitaban freneticamente los brazos, haciendole senas para que regresara enseguida. Con un ultimo grito dirigido a Pirax, el joven britano dio la vuelta a su caballo y lo encamino al trote hacia sus companeros que ya subian en tropel por la cuesta en direccion al cruce fortificado del rio.
– ?Que quieres que haga? -pregunto Pirax. -Nada. Quedate quieto hasta que no se les vea.
Tal como Cato habia supuesto, los britanos tenian demasiada prisa como para prestarle atencion a su explorador solitario y los jinetes desaparecieron sin volver ni una sola vez la mirada hacia Pirax. Cuando el chico desaparecio entre los arboles, Pirax aflojo la mano de las riendas y se dejo caer hacia delante.
– ?Mierda! Nos ha ido de un pelo. -?Buen trabajo! -Cato sonrio al tiempo que se ponia en pie y le daba unas palmaditas al caballo en un lado de la cabeza.
– ?A que venia todo eso? Ese toque de cuerno.
– Me imagino que han descubierto a los batavos. Sera mejor que regreses enseguida a donde esta Vespasiano y le hagas saber lo que ha ocurrido. Nosotros seguiremos rio abajo pero dudo que ahora nos vayamos a encontrar con mas de sus exploradores. En marcha.
– ?De acuerdo! -Pirax tiro de las riendas para dar la vuelta y clavo los talones.
– ?Pirax! -le grito Cato desde detras-. ?Sera mejor que te deshagas del casco y de la capa antes de irte si quieres vivir lo bastante para poder transmitir el informe!
CAPITULO X
Una lejana concentracion de infanteria y caballeria formaba tras las fortificaciones britanas mientras Vitelio miraba ansiosamente hacia el nordeste. Era casi mediodia, el cielo era de un azul intenso y el sol caia de lleno sobre los dos ejercitos que se encontraban frente a frente, uno a cada lado del rio. Desde donde se encontraba, Vitelio tenia una gloriosa vista del paisaje ligeramente ondulado, gran parte del cual se habia despejado para el cultivo de cereales que se mecian suavemente en la brisa como sabanas de seda verde. Aquella tierra iba a ser una excelente provincia para el Imperio, decidio el, una vez sus habitantes se hubieran sometido a Roma y adaptado a las costumbres civilizadas. Pero aquella sumision no estaba proxima. En realidad, aquellas gentes estaban resultando ser un hueso algo mas duro de roer de lo que al ejercito le habian dado a entender. Carecian completamente de conocimientos tecnicos sobre la guerra, pero luchaban con un brio que resultaba impresionante.