El agua enseguida les llego a las caderas y Vitelio levanto la mirada para comprobar con alarma que habia recorrido menos de un tercio del camino hasta el otro lado. El aumento de la profundidad entorpecio el avance y hasta las primeras lineas empezaban a amontonarse. Los centuriones de las unidades que seguian aflojaron el paso y la cohorte avanzo luchando por mantenerse a flote mientras el agua seguia subiendo a un ritmo constante hasta que les llego a la mitad del pecho. Vitelio vio que se acercaban a la otra orilla, a unos cincuenta pasos de distancia, y mas alla vio la masa imponente de los terraplenes britanos que protegian el vado.

De pronto se oyo un grito agudo delante, luego unos cuantos mas, cuando la primera fila se topo con la primera serie de obstaculos sumergidos: varias hileras de estacas puntiagudas clavadas en el lecho del rio.

– ?Rompan filas! -grito el centurion jefe a voz en grito-. ?Romped filas y estad atentos a esas jodidas estacas! ?Cuando las encontreis, tirad de ellas hacia arriba y seguid adelante!

El avance se ralentizo y luego se detuvo mientras los hombres de la primera cohorte avanzaban a tientas por el agua, deteniendose para sacar las estacas, dos o tres soldados a la vez. Poco a poco se fue abriendo un camino hasta la otra orilla y el avance continuo pasando junto a los heridos, a los que estaban ayudando a situarse en la retaguardia. La primera centuria ya habia salido del rio y alineaba sus filas en la embarrada orilla cuando las unidades siguientes pasaron por el espacio abierto entre las estacas.

Geta se volvio hacia Vitelio esbozando una sonrisa ironica.

– Me temo que esta a punto de animarse el asunto, asi que… ?manten ese escudo en alto!

Los trirremes dejaron de disparar y ceso el ruido de las flechas y piedras volando por los aires. En esos momentos la plana trayectoria de sus proyectiles pasaba demasiado cerca de las cabezas de la infanteria como para seguir lanzandolos. En cuanto se detuvieron se oyo un enorme rugido y el estruendo de los cuernos de guerra que provenian de los britanos que estaban detras de los terraplenes. A lo largo de toda la empalizada el enemigo se alzo y se preparo para hacer frente a sus atacantes. Un extrano zumbido inundo el aire y antes de que los romanos pudieran reaccionar, una primera descarga de proyectiles de honda cayo sobre las primeras filas de la cohorte y dejo a los soldados tirados en el suelo cuando la feroz mezcla de proyectiles de plomo y piedras alcanzo sus objetivos. Vitelio levanto su escudo justo a tiempo de que un proyectil golpeara en el tachon y el abrumador impacto le sacudio todos los huesos y nervios hasta el codo. Al echar un vistazo a su alrededor vio que la primera cohorte se habia echado al suelo y se protegia lo mejor que podia contra aquella descarga cerrada. Pero la linea curva que describian las fortificaciones implicaba que el fuego provenia de tres flancos, y continuaba mermando en numero a los atacantes. Mientras tanto, la segunda cohorte salia del rio. A menos que se hiciera algo inmediatamente el ataque se disgregaria, convirtiendose en una masa informe que proporcionaria a los honderos britanos un blanco perfecto.

Geta estaba en cuclillas junto a Vitelio en medio de los abanderados. Comprobo la correa de su casco, sostuvo el escudo contra su cuerpo y se puso en pie.

– ?Primera cohorte! ?Formacion de testudo por centurias!

El centurion jefe transmitio la orden a voz en grito, como si estuviera en un campo de desfile, y los hombres de cada centuria fueron acosados por sus centuriones hasta que se pusieron de nuevo en pie. Los soldados se dieron cuenta de que la formacion de tortuga era su mejor oportunidad de sobrevivir al asalto y rapidamente formaron la pared y el tejado de escudos protectores. Los abanderados se pusieron a cubierto tras los escudos de la escolta de Geta y observaron como la formacion se iba acercando a los- terraplenes bajo un fuego constante, pero en gran parte ineficaz. A medida que las siguientes cohortes iban subiendo por la orilla se les fue dando la misma orden, y cada formacion se mando a una seccion de las defensas distinta Entre la orilla y las fortificaciones. El suelo enfangado estaba cubierto de muertos y heridos. Aquellos que podian se mantenian a cubierto bajo sus escudos de los proyectiles britanos que cruzaban el aire como una exhalacion. A Vitelio le embargo una horrible sensacion de miedo y entusiasmo cuando la primera cohorte llego a la zanja exterior y, con gran esfuerzo para mantener la formacion, cruzo al otro lado describiendo un movimiento ondulante.

Cuando el testudo llego a la pendiente que subia hasta la empalizada se dio una orden repentina. La formacion se disolvio y todos los soldados treparon por los terraplenes hacia los guerreros enemigos que proferian gritos de guerra bajo sus estandartes en los que aparecia una serpiente. Con la empinada pendiente en su contra y cargados con el pesado equipo, los legionarios salieron malparados. Muchos de ellos fueron acuchillados por las espadas largas y las hachas de los britanos y cayeron en la zanja, derribando a sus companeros al caer.

Aqui y alla un punado de hombres trataba de entrar por la fuerza a traves o por encima de la empalizada pero eran muy pocos en comparacion con los defensores y aquellos valientes atacantes fueron arrollados y arrojados de nuevo cuesta abajo.

La lucha se extendio a lo largo de todo el muro pero a las demas cohortes no les fue mucho mejor y el numero de cadaveres romanos desparramados por la pendiente de los terraplenes aumentaba a un ritmo constante.

– ?No deberiamos retirarnos, senor? -le pregunto Vitelio al legado.

– No. Las ordenes eran claras. Debemos continuar el ataque hasta que Vespasiano pueda atacar su retaguardia.

Los oficiales de Estado Mayor del legado intercambiaron unas miradas de preocupacion. La novena estaba siendo cruelmente castigada por su precipitado asalto, estaban muriendo desangrados mientras esperaban el ataque de la segunda legion. Al mirar a su alrededor, Geta intuyo que sus hombres dudaban.

– De un momento a otro. En cualquier momento la segunda atacara. Mantengamonos firmes hasta entonces.

Pero Vitelio ya detecto un cambio en la lucha a lo largo de la empalizada. Los legionarios ya no se precipitaban cuesta arriba sino que eran alli conducidos por sus centuriones, intimidados a golpes de baston de vid para que atacaran.

En varios lugares los soldados se caian del muro, agotados por el esfuerzo, y de una manera lenta pero segura iban perdiendo la voluntad de seguir luchando. Para todos los miembros del grupo de abanderados los indicios eran inconfundibles.

El asalto se desmoronaba ante sus ojos.

Si Vespasiano no lanzaba su ataque inmediatamente, el sacrificio de la novena habria sido en vano.

CAPITULO XI

– ?Por que no atacamos?

– Porque no nos lo han ordenado -replico Macro con aspereza--. Y esperaremos hasta que no nos digan lo contrario. Pero, senor, mirelos. A la novena la estan masacrando.

– Puedo ver perfectamente lo que pasa, muchacho, pero no esta en nuestras manos.

Tendidos boca abajo sobre la alta hierba que crecia a lo largo de la cima de la colina, la linea de escaramuza de la sexta centuria observaba, sin poder hacer nada, como los britanos frenaban el ataque de la novena. Para el inexperto optio aquello suponia una insoportable agonia. A una distancia de apenas kilometro y medio sus companeros estaban siendo victimas de una matanza mientras intentaban tomar por asalto los terraplenes. Y, a menos de cien metros detras de el, los hombres de la segunda legion permanecian sentados entre las sombras de los arboles en silencioso ocultamiento. Con una sencilla orden podrian bajar rapidamente por la cuesta, atrapar a los britanos entre las dos legiones y aplastarlos completamente. Pero la orden no se habia dado.

– Aqui llega el legado. -Con un gesto de la cabeza, Macro senalo hacia atras, hacia la pendiente que conducia a los arboles. Vespasiano se acercaba a ellos a toda prisa, con el casco bajo el brazo. A pocos metros de la linea de avanzada, el legado se echo al suelo y fue arrastrandose junto a Macro.

– ?Como le va a la novena, centurion? -Parece que no muy bien, senor. -?Cualquier senal de movimiento por parte de las reservas enemigas?

– Ninguna, senor. Tras las lineas britanicas habia unos cuantos miles de hombres que esperaban con calma la orden de entrar en accion. A pesar de todo, Vespasiano esbozo una sonrisa de admiracion ante la frialdad del general enemigo. Carataco conocia el valor de mantener disponible una reserva de refresco y tenia un firme control sobre su coalicion de tropas tribales. En otros tiempos, la egoista busqueda de la gloria tribal habia conducido a la destruccion de mas de un ejercito celta. Carataco se habia resistido incluso a morder el anzuelo de los batavos que le habia lanzado Plautio. Tan solo habian utilizado los hombres necesarios para repeler a los auxiliares romanos y frenar su avance mas alla del rio. Alli, a lo lejos, bastante mas alla de los terraplenes que defendian el vado, un

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