En cuanto los barcos de guerra romanos hubieron agotado su municion incendiaria, los britanos habian salido disparados de detras de sus terraplenes y habian levantado una cortina de cestos de mimbre llenos de escombros para protegerse de las ballestas- mientras reparaban los danos causados por el fuego. Muchos mas hombres fueron abatidos durante el proceso, pero los britanos se limitaron a amontonar los cadaveres en los terraplenes. Un guerrero en particular habia resultado sumamente enervante para los soldados de las ballestas romanas. Se trataba de un hombre inmenso, con un casco alado sobre su cabello rubio que, desnudo, se quedo de pie al borde del agua y les gritaba improperios a los barcos de guerra romanos mientras agitaba de forma desafiante un hacha de dos hojas. De vez en cuando se daba la vuelta y le ensenaba el trasero al enemigo, desafiandoles a que lo hicieran lo peor que pudieran. La armada se irrito por su altanera provocacion y las ballestas de los trirremes mas proximos se habian girado en redondo para apuntar hacia el guerrero britano. Estaba resultando ser extraordinariamente agil y hasta el momento habia conseguido evitar las flechas que le disparaban. De hecho, cuanto mas ofensivo se tornaba, peor apuntaban los ballesteros, desesperados por darle.

– ?Idiotas! -dijo el general Plautio entre dientes-. ?Es que esos imbeciles no se dan cuenta de lo que esta haciendo?

– ?Senor? -Mira, Vitelio. -El general senalo con el dedo. El barco que concentraba su fuego sobre el rubio guerrero protegia a su vez a los britanos de los demas trirremes y los trabajos de reparacion de aquellos continuaban a un ritmo acelerado-. ?Maldita armada! Dejando que el orgullo se anteponga a la inteligencia, como siempre.

– ?Quiere que mande un hombre al prefecto de la flota, senor?

– No servira de nada. Cuando le alcancemos y le haga llegar el mensaje al capitan de ese barco, los malditos britanos habran terminado su trabajo y estaran acomodandose para echar una siestecita. Todo porque algun susceptible oficial de marina no puede soportar que un barbaro mueva su condenado culo delante de sus narices.

Vitelio percibio el deje de crispacion en la voz del general y se dio cuenta de que el plan de la noche anterior empezaba a venirse abajo. La armada no tan solo no habia conseguido destruir las defensas, sino que ni siquiera habian logrado danarlas lo suficiente para abrirle camino al subsiguiente ataque de infanteria. Y ademas, lejos de desmoralizar a los britanos, la armada habia hecho que los romanos parecieran idiotas despues de descargar su ira sobre un unico guerrero desnudo. Cuando los hombres de la novena cruzaran el vado, se iban a encontrar con un enemigo envalentonado y protegido tras unas fortificaciones. El exito del ataque ya no estaba cantado. A este problema se anadia el hecho de que no habia habido ningun informe sobre el avance de la segunda legion desde que habia cruzado el rio al alba. Si Vespasiano estaba maniobrando de acuerdo con el plan, en esos momentos se hallaria casi en posicion, dispuesto para lanzar un ataque sobre el flanco derecho de los britanos.

Desde el otro extremo del campo de batalla habia llegado un mensaje de parte del prefecto al mando de las cohortes de los batavos informando de que habian cruzado el rio con exito. Habian pillado desprevenido al enemigo y todos los hombres habian formado en la otra orilla antes de que los britanos pudieran realizar cualquier contraataque serio. Y lo que era aun mejor, los batavos se habian topado con una numerosa unidad de carros de guerra. Sin dejarse intimidar por aquellas imponentes pero anticuadas armas, los batavos se habian echado encima de ellas atacando primero a los caballos, tal como habia ordenado el general Plautio. Sin caballos, los carros eran inutiles y lo unico que quedo por hacer fue reducir a los desmontados lanceros y a los conductores.

Hasta ahi, todo bien. Pero entonces Carataco se dio cuenta de la debilidad que las fuerzas romanas presentaban por su flanco izquierdo y se estaba moviendo con rapidez para rodear a los batavos y hacerles retroceder hacia el rio. Si eran capaces de conseguirlo con la suficiente prontitud, podrian cambiar la disposicion de sus tropas para hacer frente al siguiente ataque que Plautio habia preparado. Habia llegado el momento de que la novena legion realizara su movimiento, eliminara la presion ejercida sobre los batavos y arrastrara a mas britanos hacia la defensa de las fortificaciones que habia alrededor del vado. Entonces, cuando las ultimas reservas de Carataco se hubieran involucrado, la segunda legion saldria del bosque al sudoeste y aplastaria al enemigo como un torno de hierro.

– ?Oh, senor! -Vitelio solto una repentina carcajada-. ?Mire alli!

El guerrero desnudo finalmente habia pagado el precio de su valentia y estaba sentado, con las piernas abiertas y estiradas hacia delante, mientras forcejeaba con una flecha que se le habia clavado en la cadera. A juzgar por la cantidad de sangre que manaba y corria por el barro revuelto que lo rodeaba, la flecha debia de haberle roto una arteria principal. Mientras ellos miraban, fue alcanzado por otra flecha que le dio en la cara, con lo que casco y cabeza le estallaron en pedazos sanguinolentos al tiempo que el impacto le arrojaba el torso hacia atras.

– ?Bien! -El general asintio con la cabeza--. Eso tendria que ser suficiente para la armada. Tribuno, es hora del ataque principal. Sera mejor que alguien te de un escudo.

– ?Senor? -Me hace falta un buen par de ojos sobre el terreno, Vitelio. Ataca con la primera oleada y toma nota de todas las defensas con las que te tropieces, de la naturaleza del suelo por el que pases y de si hay alguna zona de la que nos podamos aprovechar si tuvieramos que volver a pasar por alli. Me informaras cuando regreses.

«Si es que regreso», reflexiono Vitelio con amargura al evaluar la tarea a la que se enfrentaba la novena legion. Habria peligro ahi abajo, demasiado peligro. Aunque sobreviviera, siempre existia la posibilidad de sufrir una herida que lo desfigurara hasta el punto de hacer que la gente apartara la mirada. Vitelio era tan vanidoso que queria afecto y admiracion ademas de poder. Se pregunto si podria convencer al general de que mandara a un oficial mas prescindible en su lugar y levanto la mirada. Plautio lo estaba observando detenidamente.

– No hay ningun motivo para esperar, tribuno. Vete. -Si, senor. -Vitelio saludo e inmediatamente requiso un escudo de uno de los soldados de la escolta del general antes de dirigirse hacia las dos cohortes de la novena legion asignadas para el primer ataque. Las otras ocho cohortes estaban sentadas sobre la pisoteada hierba que descendia hacia el rio. Disfrutarian de una espectacular vista del ataque y animarian a sus companeros a voz en grito cuando llegara el momento (mas que nada por un sentido de la conservacion, puesto que si la primera oleada no tenia exito, muy pronto les tocaria a ellos enfrentarse a los britanos). Vitelio anduvo con mucho cuidado entre la unidad y se dirigio hacia las equilibradas lineas de la primera cohorte (la punta de lanza de toda legion, una unidad doble a la que se confiaban las tareas mas peligrosas de cualquier campo de batalla) Mas de novecientos hombres se pusieron 'en posicion de firmes, con las lanzas en el suelo, examinando en silencio los peligros que tenian ante ellos.

El legado de la novena, Hosidio Geta, se hallaba justo detras de la primera centuria. A su lado se encontraba el centurion jefe de la legion y, tras ellos, el grupo de abanderados que rodeaban el estandarte del aguila.

– Buenas tardes, Vitelio -lo saludo Geta-. ?Te unes a nosotros?

– Si, senor. El general quiere que alguien analice el terreno mientras se lleva a cabo el ataque.

– Buena idea. Haremos lo posible para asegurarnos de que puedas hacer tu informe.

– Gracias, senor. Unas cuantas cabezas se volvieron ante la fuerte dosis de ironia de la respuesta del tribuno, pero el legado era todo un caballero y lo paso por alto.

justo entonces las trompetas del cuartel general tocaron a todo volumen la senal indicativa de la unidad seguida de una breve pausa y, a continuacion, el toque de avance.

– Esos somos nosotros. -El legado le hizo un gesto con la cabeza al centurion jefe. Geta se apreto la correa de su casco vistosamente decorado y tomo aire para bramar sus ordenes.

– ?La primera cohorte se preparara para avanzar! -Hizo una pausa, el tiempo de marcar el ritmo hasta tres, y luego grito-: ?Adelante!

Con el centurion jefe marcando el paso, la cohorte se puso en marcha en forma de una susurrante nube de cascos de bronce, cotas de malla que tintinaban y resplandecientes puntas de lanza, y los hombres marcharon linea tras linea directamente hacia el borde del rio donde el agua se extendia por una orilla llena de guijarros y maleza.

Vitelio ocupo su puesto justo detras del legado y se concentro en seguir el paso del grupo de abanderados. Luego ya estaba en el rio, chapoteando al adentrarse en la agitada agua de color marron que se arremolinaba al paso de la primera centuria. A su derecha, el trirreme mas cercano parecia una vasta fortaleza flotante que se alzaba a una distancia de tan solo unos cincuenta pasos. Los rostros de la tripulacion eran claramente visibles en cubierta mientras intensificaban el lanzamiento de proyectiles a la otra orilla para debilitar cuanto pudieran a los defensores antes de que sus companeros de infanteria cayeran sobre el objetivo. Los golpes de las catapultas y los chasquidos mas secos de los brazos de las ballestas llegaban claramente al otro lado del agua y se oian incluso por encima del revuelo producido por los legionarios al atravesar el rio.

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