la actual situacion.
– Cato, tienes ojos. Eres muy inteligente. Pero a veces haces unas malditas preguntas de lo mas tonto. Claro, muchos soldados estan encallecidos. Pero, ?no lo estan tambien algunos civiles? ?No conociste a nadie encallecido cuando vivias en palacio? ?Ese tipo de personas que matarian a sus propios hijos para conseguir un ascenso politico? Cuando cayo Seyano, ?no hubo alguien que ordeno al verdugo que violara a su hija de diez anos porque la ley no permitia ejecutar a las virgenes? ?No consideras eso estar encallecido? Mira a tu alrededor. -Con un movimiento de la mano Macro senalo las hileras de tiendas que se extendian por todos lados, los centenares de hombres que descansaban tranquilamente en aquel calido dia de verano, entre los cuales habia un punado que jugaba a los dados, uno o dos que leian y algunos que limpiaban su equipo y armas.
_Son solo hombres, Cato. Hombres normales y corrientes con todos sus vicios y virtudes. Pero mientras que otros hombres viven sus vidas con la muerte como un problema secundario, nosotros vivimos las nuestras con la muerte como constante companera. Tenemos que aceptar la muerte.
Sus miradas se cruzaron y Macro asintio con la cabeza tristemente.
– Asi es como es, Cato. Y ahora escuchame un momento: eres un buen muchacho y tienes potencial para convertirte en un buen soldado. Piensa en ello.
– Si, senor. Macro se puso en pie y le dio unos tirones a su tunica para que le quedara recta bajo su cota de malla. Con una rapida sonrisa de animo se dio la vuelta para marcharse y entonces chasqueo los dedos ''irritado.
– ?Mierda! Casi me olvido del motivo por el que vine a verte. -Metio la mano por debajo del correaje y saco un pequeno pergamino, muy enrollado y sellado-. Es para ti. Han llegado algunas cartas con la columna de abastecimiento. Toma. Leelo y descansa un poco. Necesitare que vuelvas al servicio esta noche.
Mientras el agotado centurion se dirigia hacia su tienda andando con rigidez, Cato examino el pergamino. La direccion que habia en el sello que lo cerraba habia sido escrita con una caligrafia pulcra y clara. «Para Quinto Licinio Cato, optio de la sexta centuria, cuarta cohorte, segunda legion». La curiosidad se convirtio en deliciosa expectativa cuando leyo el nombre del remitente: Lavinia.
CAPITULO XVI
Para los soldados que luchaban en una campana, cualquier oportunidad para descansar representaba un lujo que tenia que saborearse, y los hombres de la segunda legion dormitaban tranquilos bajo la luz del astro rey. El calor del sol de la tarde inundaba el mundo que tenia por debajo y provocaba una calida y reposada calima que flotaba en el paisaje y los llenaba de una sensacion de calma y satisfaccion. El legado se habia cerciorado de que a sus hombres les dieran bien de comer en su regreso al campamento y se habia enviado una generosa asignacion de vino a todas las cocinas de campana. Como era habitual, algunos de los legionarios se habian jugado a los dados su racion de vino en un intento de ganar mas. En consecuencia, algunos de ellos se hallaban hoscamente sobrios mientras fulminaban con la mirada a sus inconscientes companeros que dormian el producto de sus ganancias sumidos en un sopor etilico.
Mientras deambulaba por entre las tranquilas lineas de hombres, el legado de la segunda legion no pudo evitar ser consciente de los bruscos cambios que acarreaba la vida. A esa hora del dia anterior, aquellos mismos hombres se habian estado preparando para atacar las fortificaciones britanas y para matar o morir en el intento. Sin embargo alli estaban, durmiendo como bebes. Y aquellos que no dormian estaban silenciosamente meditabundos. Algunos de los soldados se encontraban tan absortos en sus pensamientos que no lo veian pasar, pero Vespasiano no exagero la importancia de aquella inobservancia de la disciplina. Habian combatido con todas sus fuerzas. Habian peleado duro y habian salido adelante, pero a que precio, y era bueno que reposaran y recobraran un poco de bienestar interior. Al dia siguiente tendrian que volver a darle duro, cuando el ejercito trasladara su posicion a traves del rio Medway y continuara haciendo retroceder a los britanos.
Pero, de momento, los asuntos militares eran un tema secundario. Metida dentro del portamonedas que le colgaba del cinturon habia una carta que habia encontrado con los partes al volver a su tienda de mando. La letra se reconocia al instante y el legado la habia cogido con avidez. Un mensaje de su mujer era lo que le hacia falta en aquel momento mas que nada en el mundo. Algo que le mantuviera ocupada la mente un ratito y le recordase que era humano, algo que no tuviera nada que ver con el monton de obligaciones que le rodeaban. Habia ordenado de manera cortante a sus oficiales de Estado Mayor que se ocuparan del papeleo, se habia quitado la armadura y habia abandonado la tienda vestido con una ligera tunica de hilo en busca de un poco de intimidad. El decurion a cargo de la escolta del legado se habia cuadrado y dispuesto para ordenar a sus hombres que se levantaran, pero Vespasiano habia logrado detenerlo a tiempo. Le mando al decurion que relevara de servicio a sus hombres y los dejara descansar. Entonces se fue dando un paseo, solo y sin proteccion.
Mas alla de las lineas de los piquetes se alzaba una pequena loma en lo alto de la cual habia un bosquecillo de abedules. Las huellas de un animal trazaban una linea mas o menos recta ladera arriba a traves de una densa masa de perifollo y ortigas. Ni una brisa perturbaba la calma de la atmosfera; mariposas, abejas y otros insectos flotaban sobre la inmovil vegetacion, ajenos a la enorme fuerza de soldados con sus caballos y bueyes que se extendia a lo largo de las colinas por encima del rio que fluia placidamente. Alli arriba en la loma reinaba el silencio y una completa calma. Vespasiano se dejo caer en el suelo con la espalda apoyada contra la rugosa corteza de un arbol.
Incluso a la sombra el aire era calido y bochornoso. Las gotas de sudor le corrian por debajo de los brazos y las notaba frias al deslizarse por sus costados bajo la tunica. Abajo, junto al vado del rio, una brillante rociada de agua entre unas diminutas figuras le llamo la atencion. Algunos legionarios nadaban en el rio, sin duda deleitandose con la oportunidad de disfrutar del agua fria. A Vespasiano no se le ocurrio nada mas apetecible que un buen bano, pero le llevaria demasiado tiempo bajar andando hasta el rio. En cualquier caso, la subida de vuelta al campamento en la colina lo dejaria desagradablemente acalorado otra vez.
Una maravillosa sensacion de anticipacion habia ido creciendo en su interior; podia saborear la carta entonces, en vez de aprovechar algun descanso que le fuera bien mientras pasaba el papeleo por la criba al volver al cuartel general. Rompio el sello y al hacerlo se imagino las manos de Flavia sosteniendo aquel mismo rollo no 'hacia demasiado tiempo. El pergamino era duro y Vespasiano sonrio al reconocerlo como parte del juego de escritorio que le habia comprado a Flavia hacia casi un ano. La caligrafia era tan elegante como siempre. Resistiendo el impulso de recorrer rapidamente la carta con la vista como hacia con la mayoria de documentos, Vespasiano se acomodo para leer la carta de su esposa. Empezaba con el acostumbrado formalismo fingido.
Escrita en los idus de junio, desde el cuartel general del gobernador en Lutecia.
Para Flavio Vespasiano, comandante de la segunda legion, casualmente amado esposo de Flavia y ausente padre de Tito.
Querido esposo,
Confio en que estes bien y en que estes haciendo lo posible para mantenerte a salvo. El joven Tito te ruega que tengas cuidado y amenaza con no volverte a hablar nunca mas si caes en combate. Me da la impresion de que se toma el eufemismo en sentido literal y se asombra ante la torpeza de los militares como tu. No tengo valor para explicarle lo que ocurre en realidad. Tampoco es que pueda, ni que quiera descubrir nunca como es una batalla. Podrias explicarselo todo algun dia cuando vuelvas (y no si vuelves).
Me imagino que querras saber como fue nuestro viaje hasta Roma. No fue facil transitar por los caminos, puesto que hay toda clase de trafico militar afluyendo hacia la costa. Parece ser que no se escatiman esfuerzos para asegurar el exito de tu campana. Incluso pasamos junto a un convoy de elefantes. ?Elefantes! Vete tu a saber lo que el emperador piensa exactamente que el general Plautio va a hacer con las pobres criaturas. Apenas puedo creer que un punado de ignorantes salvajes sean capaces de oponer mucha resistencia…
Vespasiano sacudio levemente la cabeza; hasta entonces los ignorantes salvajes lo estaban haciendo bastante mejor de lo previsto, y necesitaban de forma desesperada esos refuerzos que se estaban enviando con urgencia para ayudar a Plautio.
La segunda legion necesitaba reemplazos imperiosamente para volver a tener todos sus efectivos.
Las mas optimistas entre las mujeres de los oficiales dicen que Britania formara parte del Imperio a finales de ano, en cuanto Carataco sea aplastado y se tome Camuloduno, su capital tribal. Trate de explicarles lo que tu me contaste acerca de las proporciones de la isla, pero estan tan convencidas de que nuestras tropas son invencibles