La habitacion era grande y estaba repleta. Vio las camas improvisadas alineadas junto a las dos paredes mas largas. En cada una de ellas dormia una figura inmovil, como una pila de ropa de oferta hurgada. Al fondo de la habitacion ardia una unica vela y una chica, unos anos mayor que el y mas suda, calentaba un tapon de botella en la llama. El chico estudio su cara a la luz irregular. No era Isabelle.

Empezo a moverse hacia el centro de la habitacion, entre los sacos de dormir y los camastros hechos con diarios. Miro a uno y otro lado en busca de la cara familiar. Estaba oscuro, pero no importaba. La conoceria en cuanto la viera.

Llego al fondo, junto a la chica con el tapon. Isabelle no estaba alli.

– ?A quien estas buscando?- pregunto la chica.

Estaba tirando del embolo de la hipodermica, succionando el liquido marron oscuro del tapon a traves del filtro de una colilla. En la luz tenue, el nino vio que la aguja se clavaba en el cuello a la chica.

– A alguien -dijo.

La chica, sorprendida por su voz, aparto la mirada de lo que hacia y miro al nino. Vio la cara infantil camuflada por ropa demasiado grande y sucia.

– Eres un crio -dijo ella-. Sera mejor que salgas de aqui antes de que vuelva el casero.

El chico sabia a que se referia. En todos los squats de Hollywood habia alguien a cargo. El casero. Se cobraba una cuota en dinero, drogas o carne.

– Si te encuentra te rompera tu culito y te pondra en la calle en…

La muchacha se detuvo de repente y apago la vela, dejando al chico en la oscuridad. El retrocedio hasta la puerta y la escalera y todos sus miedos lo agarrotaron como un puno que se cierra en torno a una flor. En lo alto de la escalera se definia la silueta de un hombre. Un hombre grande, con el pelo revuelto. El casero. El chico involuntariamente retrocedio un paso y tropezo con la pierna de alguien. Cayo, la linterna repiqueteo en el suelo a su lado y se apago.

El hombre del umbral empezo a acercarsele.

– Hanky -grito el hombre-. ?Ven aqui, Hank!

6

Pierce se desperto al amanecer, el sol lo rescato del sueno en el que huia de un hombre cuyo rostro no podia ver. Todavia no tenia cortinas en el apartamento y la luz entro por la ventana y le deslumbro a traves de sus parpados. Salio reptando del saco de dormir, miro la foto de Lilly que habia dejado en el suelo y se metio en la ducha. Tuvo que secarse con dos camisetas que saco de una de las cajas de ropa, porque se habia olvidado de comprar toallas.

Camino hasta Main Street en busca de cafe, un batido de limon y el diario. Leyo y tomo el cafe tranquilamente, casi con un sentimiento de culpabilidad. La mayoria de los sabados estaba en el laboratorio en cuanto amanecia.

Cuando hubo terminado con el diario eran casi las nueve. Volvio paseando hasta el Sands y cogio el coche, pero no fue al laboratorio como de costumbre.

A las diez menos cuarto Pierce llego a la direccion de L. A. Darlings que habia anotado la noche anterior. El lugar era un complejo de oficinas de Hollywood, en varios niveles, que parecia tan legitimo como un McDonald's. L. A. Darlings estaba en el complejo 310. En la puerta de cristal esmerilado el cartel mas grande decia: «Entrepeneurial Concepts Unlimited.» Debajo y en letra mas pequena habia una lista de diez sitios Web diferentes, incluido L. A. Darlings, que al parecer entraba dentro del saco de conceptos empresariales. Por los nombres de los sitios Web Pierce se dio cuenta de que todos estaban relacionados con el sexo y formaban parte del oscuro universo del ocio para adultos en Internet.

La puerta estaba cerrada, pero Pierce llegaba unos minutos temprano. Decidio usar el tiempo dando un paseo y pensando en que iba a decir y como iba a moverse.

– Ahora abro.

Se volvio cuando una mujer se aproximaba a la puerta con una llave. Tendria unos veinticinco anos y el pelo rubio alborotado que parecia apuntar en todas direcciones. Iba vestida con unos vaqueros cortados y sandalias y una camiseta corta que dejaba al descubierto un ombligo con un piercing. Colgado al hombro llevaba un bolso que parecia lo bastante grande para contener un paquete de cigarrillos, pero no las cerillas. Y tenia aspecto de que las diez en punto era decididamente una hora demasiado temprana para ella.

– Llega pronto -dijo.

– Ya lo se -dijo Pierce-. Vengo del Westside y pensaba que habria mas trafico.

Entro en la oficina tras la mujer. En la sala de espera habia un mostrador de recepcion situado enfrente de una particion que vedaba la entrada a un pasillo posterior. A la derecha habia una puerta cerrada con la palabra «Privado» escrita en ella. Pierce observo mientras la mujer se situaba detras del mostrador y metia el bolso en un cajon.

– Tendra que esperar unos minutos hasta que este lista. Estoy sola aqui hoy.

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