vaya a ver al chico que se ocupa de los servidores. Tiene que haber alguien que pueda acceder al servidor y bajar su pagina. Es un proceso simple.
– Hay un chico alli dentro, pero no creo que este autorizado a hacer nada. Ademas, cuando he entrado estaba medio dormido.
Pierce se inclino sobre el mostrador y adopto un tono contundente.
– Lilly…, digo Wendy, escucheme. Insisto en que vaya alli atras y lo despierte y lo haga salir. Tiene que entender una cosa. Esta en una situacion legal precaria. Les he comunicado que su sitio Web tiene mi telefono en la Red. A causa de este error estoy recibiendo repetidamente llamadas que considero de naturaleza ofensiva y embarazosa. Tanto es asi que esta manana me he presentado en esta oficina antes de que abriera. Quiero que se solucione esto. Si lo demora hasta el lunes, voy a demandarla a usted, a esta empresa, al senor Wentz y a todo aquel que este relacionado con este negocio. ?Lo ha entendido?
– A mi no puede demandarme. Yo solo trabajo aqui.
– Wendy, uno puede demandar a quien quiera en este pais.
La mujer se levanto, con cara de enfado, y rodeo la particion sin decir ni una palabra. A Pierce no le importo su enfado. Lo que le importaba era que habia dejado la carpeta sobre el mostrador. En cuanto el sonido de las sandalias se alejo, se inclino y abrio la carpeta. Habia una copia de la foto de Lilly, junto con el texto impreso del anuncio y un formulario de informacion sobre el anunciante. Eso era lo que Pierce queria. Sintio una sensacion de absoluta taquicardia al leer la hoja y trato de recordarlo todo.
El nombre de la chica era Lilly Quinlan. Su numero de contacto era el mismo telefono movil que habia puesto en su pagina Web. En la casilla del domicilio, la joven habia escrito una direccion de Santa Monica. Pierce la leyo rapidamente en silencio tres veces y luego volvio a dejar todo en la carpeta justo cuando oyo las sandalias y otro par de zapatos aproximandose desde el otro lado de la particion.
7
Lo primero que hizo Pierce cuando volvio al coche fue coger un boligrafo del cenicero y escribir la direccion de Lilly Quinlan en el resguardo de un tiquet de aparcamiento viejo. Despues saco del bolsillo el billete de un dolar que habia estado debajo del cartapacio. Lo examino y encontro las palabras «Arbadac Arba» escritas en la frente de George Washington, en la parte anterior del billete.
– Abra Cadabra-dijo, leyendo las palabras al reves.
Penso que habia muchas posibilidades de que la clasica formula magica fuera un nombre de usuario y una contrasena para acceder al sistema informatico de Entrepeneurial Concepts. Aunque estaba satisfecho por la maniobra que habia puesto en practica para obtener la informacion, no estaba seguro de que utilidad podria tener una vez conseguido el nombre y la direccion de Lilly Quinlan de la carpeta.
Puso en marcha el coche y se dirigio hacia Santa Monica. El apartamento de Lilly estaba en Wilshire Boulevard, cerca de Third Street Promenade. Cuando se acerco y empezo a leer los numeros de los edificios, se dio cuenta de que no habia complejos de apartamentos en la vecindad. Al detener finalmente el coche enfrente del edificio que correspondia a la direccion que habia leido en la hoja de informacion, vio que se trataba de un servicio de correos privado, un negocio llamado All American Mail. El numero del apartamento que Lilly Quinlan habia escrito en la hoja de informacion era en realidad un apartado de correos. Pierce estaciono en la esquina, aunque no estaba seguro de que podia hacer. Al parecer estaba en un callejon sin salida. Penso durante unos minutos en un plan de accion y bajo del vehiculo.
Pierce entro en la oficina y de inmediato fue al lugar en el que se hallaban los buzones. Con un poco de suerte las puertas de estos serian de cristal y podria ver si Lilly Quinlan tenia correspondencia. No tuvo suerte: todos los buzones eran de aluminio y sin nada de cristal. Lilly habia anotado el apartamento 333 como direccion en el formulario. Pierce localizo el buzon 333 y se limito a mirarlo durante un instante, como si pudiera darle algun tipo de respuesta. No se la dio.
Al final, Pierce abandono la sala y se acerco al mostrador. Un joven con una franja de granos en cada mejilla y una etiqueta que lo identificaba como Curt le pregunto en que podia ayudarlo.
– Es un poco extrano -dijo Pierce-, necesito un apartado de correos, pero quiero un numero en concreto. Tiene que ver con el nombre de mi empresa. Se llama Three Cubed Productions.
El chico parecia desorientado.
– Entonces, ?que numero quiere?
– Tres tres tres. He visto que tiene un buzon con ese numero. ?Esta disponible?
Era lo mejor que se le habia ocurrido a Pierce sentado en el coche. Curt busco debajo del mostrador y saco una carpeta azul, la cual abrio por una pagina que enumeraba los apartados de correos y su disponibilidad. El chico siguio con el dedo una columna de numeros y se detuvo.
– Ah, este.
Pierce trato de leer lo que ponia en la hoja, pero estaba al reves y demasiado lejos.
– ?Que?
– Bueno, de momento esta ocupado, pero no creo que por mucho tiempo.
– ?Que significa eso?
– La cuestion es que el apartado de correos pertenece a una persona, pero no ha pagado el alquiler de este mes. Asi que esta en el periodo de gracia. Si se presenta y paga, se lo queda. Si no viene antes de final de mes, entonces ella pierde el buzon y se lo queda usted… si puede esperar hasta entonces.
Pierce puso cara de preocupacion.
– Es bastante tiempo. Quiero solucionar esto. ?Sabe si hay algun numero o direccion de esa persona? Me gustaria contactar con ella y preguntarle si todavia quiere el buzon.
He enviado dos ultimos avisos y hemos puesto uno en el buzon. Normalmente no llamamos.
Pierce disimulo su entusiasmo. Lo que Curt habia dicho significaba que habia otra direccion de Lilly Quinlan. Su entusiasmo se atempero de inmediato por el hecho de que no tenia ni idea de como conseguirla.
– Bueno, ?hay un numero? Si llama a esta mujer y averigua algo, alquilaria el buzon ahora mismo. Y pagaria un ano por adelantado.
– He de comprobarlo. Tardare un minuto.
– Tomese su tiempo. Prefiero solucionarlo ahora que tener que volver.
Curt fue a un escritorio situado contra la pared de detras del mostrador y se sento. Abrio el archivador y saco una gruesa carpeta colgante. Seguia estando demasiado lejos para que Pierce pudiera leer ninguno de los documentos que estaba revisando el joven. Curt paso el dedo por una pagina y luego lo dejo fijo en un punto. Con la otra mano cogio el telefono del escritorio, pero una clienta que acababa de entrar en la tienda lo interrumpio antes de que hablara.
– Necesito enviar un fax a Nueva York -dijo.
Curt se levanto, saco de debajo del mostrador una hoja de portada de fax y le pidio a la mujer que la rellenara. Volvio al escritorio. Coloco de nuevo el dedo en el papel y levanto el telefono.
– ?Me van a cobrar por enviar esta cabecera de fax?
Era la otra cliente.
– No, senora. Solo los documentos que necesite enviar.
Lo dijo como si lo hubiera dicho un millon de veces antes.
Finalmente, Curt marco un numero en el telefono. Pierce trato de observar el dedo del empleado y conseguir el numero, pero se movia demasiado deprisa. Curt tardo un buen rato antes de hablar por el telefono.
– Este es un mensaje para Lilly Quinlan. ?Puede hacer el favor de llamarnos a All American Mail. El alquiler de su buzon esta vencido y vamos a realquilarlo si no tenemos noticias suyas. Mi nombre es Curt. Muchas gracias.
Le dio el numero y colgo, luego se acerco al mostrador en el que se hallaba Pierce. La mujer con el fax lo agito ante el.
– Tengo mucha prisa -dijo.
– Enseguida estoy con usted, senora -dijo Curt.
Miro a Pierce y nego con la cabeza.