– Solo puedo darle esa informacion si veo una identificacion con foto, senor. Venga antes de las seis y enseneme su licencia de conducir y podre recordarle que unidad tiene.
– No entiendo, creia que habia dicho que hay un servicio de veinticuatro horas.
– Asi es, pero la oficina cierra a las seis.
– Ah, de acuerdo.
Trato de pensar en que mas podia preguntar, pero no se le ocurrio nada. Dio las gracias a la mujer y colgo.
Se quedo sentado, quieto, despues cogio lentamente la tarjeta magnetica y se la guardo en el bolsillo de la camisa. Volvio a poner la mano sobre el telefono, pero no lo levanto.
Pierce sabia que podia llamar a Langwiser, pero no necesitaba su estilo pausado y su calma profesional, y no queria oirle decir que lo dejara. Podia llamar a Nicole, pero eso solo conduciria a voces subidas de tono y una discusion. Claro que eso ocurriria de todos modos cuando le hablara del inminente registro policial.
Y sabia que podia llamar a Cody Zeller, pero no se veia en condiciones de tolerar el sarcasmo.
Por un fugaz momento se le paso por la cabeza la idea de llamar a Lucy LaPorte. Descarto rapidamente la idea, pero no la sensacion de lo que decia de el. Alli estaba, en la situacion mas desesperada de su vida y ?a quien podia llamar para pedir ayuda o consejo?
La respuesta era que no podia llamar a nadie. Y la respuesta le hizo sentir un frio que nacia en sus propias entranas.
32
Pierce entro con gafas de sol y sombrero en la oficina de U-Store-It de Van Nuys y se acerco al mostrador con el permiso de conducir en la mano. Una mujer joven vestida con pantalones de color tostado y camisa de golf verde estaba alli sentada, leyendo un libro titulado
La mujer trato de sobreponerse rapidamente del sobresalto, como si no hubiera visto nada inusual.
– No se preocupe -dijo Pierce-. Ya me estoy acostumbrando. -Paso el carnet de conducir por encima del mostrador-. He llamado hace un rato por la unidad de almacenaje que alquile. No recuerdo el numero.
Ella cogio el permiso de conducir y lo miro, despues lo comparo con la cara de Pierce. Este se quito el sombrero, pero no las gafas de sol.
– Soy yo.
– Lo siento, tenia que asegurarme.
La mujer se impulso con los pies hacia atras. Retrocedio rodando y girando en la silla hasta que llego al ordenador, que estaba en una mesa situada al otro lado de la oficina.
El monitor estaba demasiado alejado para que Pierce pudiera leer en el. Vio que la mujer escribia su nombre. Al cabo de un instante aparecio una pantalla de datos y ella empezo a cotejar la informacion del permiso de conducir con la de la pantalla. Pierce sabia que en su licencia todavia constaba la direccion de Amalfi Drive, que tal y como ella le habia informado antes figuraba en el registro de alquiler de la unidad de almacenaje.
Satisfecha, la mujer utilizo la barra de desplazamiento y leyo algo, pasando el dedo por la pantalla.
– Tres tres uno -dijo.
La mujer dio una patada a la pared opuesta y regreso, otra vez rodando y girando en la silla. Dejo el carnet en el mostrador y Pierce se lo guardo.
– Subo en el ascensor, ?no?
– ?Recuerda el codigo?
– No, lo siento. Creo que hoy soy bastante inutil.
– Cuatro cinco cuatro mas los cuatro ultimos digitos del numero de su licencia.
Pierce le dio las gracias con un gesto y empezo a volverse del mostrador. La miro.
– ?Debo algo?
– ?Disculpe?
– No recuerdo como pague la unidad. Me preguntaba si tenia alguna factura pendiente.
– Ah.
Rodo con la silla hasta el ordenador. A Pierce le gustaba el estilo con que ella lo hacia, en un suave movimiento de giro.
Su informacion seguia en la pantalla. La mujer se desplazo hacia abajo y dijo sin volverse hacia el:
– No, esta bien. Pago seis meses por adelantado en efectivo. Todavia le queda bastante.
– Gracias.
Pierce salio de la oficina y camino hasta los ascensores. Despues de marcar el codigo de llamada, subio a la tercera planta y salio a un pasillo desierto de las dimensiones de un campo de futbol y con puertas con persiana a ambos lados. Las paredes eran grises y el suelo, de linoleo del mismo color, habia sido rallado un millon de veces por las ruedas negras de las plataformas rodantes. Pierce camino por el pasillo hasta que llego a la persiana con el numero 331.
La puerta era de color marron oxidado. No habia en ella ninguna otra marca salvo los numeros, pintados de amarillo con un troquel. A la derecha de la puerta habia un lector de tarjetas magneticas con una luz roja al lado. Ademas, en la parte inferior de la puerta habia un candado que aseguraba la puerta. Pierce comprendio que la tarjeta que habia encontrado en la mochila solo serviria para desactivar la alarma, que no abriria la puerta.
Saco la tarjeta U-Store-It del bolsillo y la deslizo por el lector. La luz se puso verde, la alarma estaba desconectada. Entonces se agacho y cogio el candado. Tiro de el, pero estaba bien trabado. No podia abrir la puerta.
Tras un rato de sopesar su siguiente movimiento, se levanto y se encamino al ascensor. Decidio que iria al coche y volveria a comprobar la mochila. La llave del candado tenia que estar alli. ?Por que colocar la tarjeta y no la llave? Si no estaba alli volveria a la oficina de U-Store-It. La mujer de detras del mostrador probablemente podria prestarle una cizalla si le explicaba que habia olvidado la llave.
En el parking, Pierce levanto su llave electronica y abrio el coche. En el momento de oir el chasquido de las puertas al desbloquearse se detuvo en seco y se miro la mano. En su mente se proyecto un recuerdo. Wentz caminando delante de el, avanzando por el pasillo hacia la puerta de su apartamento. Pierce volvio a oir el sonido de sus llaves en las manos del maton, el comentario sobre el BMW.
Una por una, Pierce paso las llaves de su llavero, identificando las cerraduras a las que pertenecian: apartamento, garaje, gimnasio, delantera y trasera de Amalfi Drive, copia de reserva de la oficina, escritorio, copia de reserva del laboratorio, sala de ordenadores. Tambien tenia una llave de la casa en la que habia crecido, aunque hacia mucho que esta ya no pertenecia a su familia. Siempre la habia conservado. Era un ultimo vinculo con aquel tiempo y aquel lugar, con su hermana. Se dio cuenta de que tenia el habito de guardar llaves de lugares donde ya no vivia.
Identifico todas las llaves menos dos. Las extranas eran de acero inoxidable y pequenas, no eran llaves de puertas. Una era ligeramente mas grande que la otra. En la circunferencia de ambas estaba grabada la palabra «Master».
Se le acelero el pulso cuando la miro. Instintivamente supo que una de aquellas dos llaves abriria el candado del almacen.
Wentz. El habia colocado las llaves en el aro mientras avanzaban por el pasillo. O tal vez despues, cuando Pierce estaba colgando del balcon. Al regresar del hospital habia tenido que ser el personal de seguridad del edificio quien abriera la puerta de su apartamento. Encontro las llaves en el suelo de la sala. Sabia que Wentz habia tenido mucho tiempo para colocar las llaves en el llavero.
Pierce no podia calibrarlo. ?Por que? ?Que estaba sucediendo? Aunque carecia de respuestas, sabia donde las encontraria, o donde empezaria a encontrarlas. Se volvio y se dirigio al ascensor.
Tres minutos mas tarde, Pierce coloco la mayor de las dos llaves extranas en el candado de la parte inferior de la puerta de la unidad de almacenaje 331. La giro y el candado se abrio con mecanica precision. Lo saco de la anilla y lo dejo en el suelo. Acto seguido agarro el tirador de la persiana y empezo a levantarla.