ambar.
Pierce se inclino y coloco las manos en las esquinas delanteras del congelador. Aplico presion para ver si era posible moverlo. El congelador se deslizo los quince centimetros que lo separaban de la pared posterior de la unidad de almacenaje sin ofrecer excesiva resistencia. Tenia ruedas, podia moverlo. La cuestion era ?adonde?
Necesitaba una solucion rapida, algo que con un minimo de esfuerzo le ofreciera seguridad a corto plazo, mientras se le ocurria un plan a largo plazo. Salio de la unidad de almacenaje y corrio por el pasillo, mirando a ambos lados en busca de una unidad sin alquilar y sin cerrar.
Paso junto al ascensor y recorrio la mitad de la otra ala antes de encontrar una puerta sin candado. Era la unidad 307. La luz del lector magnetico situado a la derecha de la puerta no brillaba ni en color verde ni en rojo. Al parecer la alarma estaba inactiva, probablemente hasta que la unidad fuera alquilada. Pierce se agacho, saco el pasador y levanto la persiana. El espacio era oscuro. No sono ninguna alarma. Encontro el interruptor de la luz y vio que el espacio era identico al de la unidad alquilada a su nombre. Reviso la pared posterior y localizo el enchufe electrico.
Volvio a recorrer el pasillo hasta la unidad 331. Se coloco detras del congelador y arranco el enchufe. El motor electrico enmudecio. Pierce lanzo el cable encima del aparato y apoyo su peso en el. El congelador rodo hacia el pasillo con relativa facilidad. En unos segundos lo habia sacado del almacen.
Las ruedas del congelador estaban alineadas de manera que resultara facil mover el electrodomestico hacia adelante y hacia atras en espacios reducidos y proporcionar acceso para el servicio. Pierce tuvo que doblarse y reunir todas sus fuerzas para girarlo hacia el pasillo. Las ruedas aranaron el suelo sonoramente. Una vez que hubo encarado el congelador en la direccion correcta, empujo con mas fuerza y logro dar impulso a la pesada caja. Aun no estaba a medio camino de la unidad 307 cuando oyo el sonido del ascensor. Se agacho para empujar con mas fuerza, pero por mas que lo intento no logro aumentar la velocidad. Las ruedas eran pequenas y no estaban pensadas para ir rapido.
Pierce paso por delante del ascensor justo cuando se silencio el zumbido procedente del hueco. Aparto la cara y siguio empujando, escuchando a la espera de que se abriera la puerta de una de las cabinas.
No ocurrio. Al parecer el ascensor se habia detenido en otra planta. Pierce dejo escapar el aliento, aliviado y exhausto. Y justo cuando se disponia a abrir la unidad 307 se abrio de golpe la puerta de la escalera mas proxima a el y un hombre accedio al pasillo. Pierce se sobresalto y estuvo a punto de maldecir en voz alta.
El hombre, ataviado con un mono blanco y con el pelo y la piel moteados de pintura, se le acerco. Parecia que la escalera le habia dejado sin aliento.
– Usted es el que estaba reteniendo el ascensor -pregunto afablemente.
– No -respondio Pierce demasiado a la defensiva-. Yo he estado aqui arriba.
– Solo preguntaba. ?Le echo una mano?
– No, estoy bien. Solo estoy…
El pintor no hizo caso de su respuesta y se acerco a Pierce. Puso las manos en la parte posterior del congelador y senalo con la cabeza hacia la puerta abierta de la unidad de almacenaje.
– ?Ahi dentro?
– Si. Gracias.
Empujando los dos hombres juntos, el congelador describio el giro con rapidez y entro en el almacen.
– Listo -dijo el pintor, al parecer de nuevo sin resuello. Entonces le tendio la mano derecha-. Frank Aiello.
Pierce le estrecho la mano. Aiello metio la otra mano en el bolsillo de la camisa y saco una tarjeta. Se la entrego a Pierce.
– Si necesita algun trabajo, me llama.
– Muy bien.
El pintor miro el congelador, al parecer advirtiendo por primera vez que era aquello que habia ayudado a meter en el cuarto.
– Pesa una tonelada. ?Que lleva dentro, un cadaver?
Pierce simulo una risotada y nego con la cabeza, sin levantar la barbilla en ningun momento.
– De hecho esta vacio. Solo lo almaceno.
Aiello se inclino y sacudio el candado del congelador.
– Quiere asegurarse de que nadie le robe el aire de dentro, ?eh?
– No, es… es porque los ninos siempre se meten en los sitios. Por eso lo mantengo cerrado.
– Buena idea.
Pierce se habia girado y la luz le habia iluminado la cara. El pintor reparo en la cremallera de puntos que le bajaba por la nariz.
– Eso tiene que haber dolido.
Pierce asintio.
– Es una larga historia.
– No es de las que quiero escuchar. Recuerde lo que le he dicho.
– ?A que se refiere?
– Si necesita un pintor, me llama.
– Ah, si. Tengo su tarjeta.
Pierce saludo con la cabeza y Aiello se alejo del almacen, pasillo abajo. Pierce penso en el comentario acerca de que habia un cadaver en el congelador. ?Habia sido un comentario casual o Aiello no era lo que aparentaba ser?
Pierce oyo un juego de llaves tintineando en el pasillo y luego el chasquido metalico de un candado seguido por el chirrido de una persiana al alzarse. Supuso que Aiello estaba recogiendo material de su espacio de almacenamiento. Aguardo y al cabo de unos minutos oyo que la puerta bajaba y se cerraba. Pronto siguio el zumbido del ascensor. Esta vez Aiello no iba a utilizar la escalera.
En cuanto estuvo seguro de que estaba solo en la planta, Pierce volvio a enchufar el congelador y aguardo hasta que escucho que el compresor se ponia en marcha.
A continuacion se saco la camisa de los pantalones y utilizo la parte inferior para limpiar todas las superficies del congelador y el cable que pudiera haber tocado. Cuando estuvo seguro de que habia ocultado sus huellas, retrocedio y cerro la puerta. La cerro con el candado de la otra unidad y limpio el candado y la puerta con la camisa.
Al alejarse de la unidad hacia el ascensor le invadio una terrible sensacion de culpabilidad y miedo. Sabia que era porque durante la ultima media hora habia actuado movido por los instintos y la adrenalina. No habia estado pensando en sus movimientos, sino simplemente ejecutandolos. Pero la aguja del deposito de adrenalina ya marcaba reserva y solo le quedaba enfrentarse con sus pensamientos.
Sabia que no estaba libre de peligro. Mover el congelador era como poner una tirita en una herida de bala. Necesitaba saber lo que le estaba ocurriendo y por que. Tenia que concebir un plan que le salvara la vida.
33
Su primer impulso era el de enroscarse en el suelo en la misma posicion que el cadaver del congelador, pero Pierce sabia que derrumbarse bajo la presion del momento equivalia a asegurar su muerte. Abrio la puerta y entro en su apartamento, temblando de miedo y rabia y con la certeza de que el mismo era la unica persona de la que podia fiarse para salir del oscuro tunel en el que se hallaba. Se prometio que se levantaria del suelo. Y lo haria luchando.
Como para subrayar su promesa, cerro el puno y derribo la lampara de pie nueva que Monica Purl habia ordenado que colocaran junto al sofa. Su golpe la envio contra la pared, donde la delicada pantalla beige se cayo y la bombilla se hizo anicos. La lampara resbalo por la pared hasta el suelo como un boxeador grogui.
– ?Joder!
Se sento en el sofa, pero se levanto de inmediato. Todos sus pistones estaban funcionando. Acababa de trasladar y esconder un cadaver, una victima de asesinato. De algun modo quedarse sentado parecia la opcion menos inteligente.
Sin embargo, sabia que tenia que hacerlo. Tenia que sentarse y examinar el problema. Tenia que pensar como