a hacer con ella.
– Muy bien, ?y que si lo hice? Espie, vaya gran cosa.
– La gran cosa es que nos vendiste. Usaste la informacion para llegar a un acuerdo con alguien.
Zeller sacudio la cabeza con tristeza.
– ?Sabes que, Henry? Me voy. Creo que has pasado demasiado tiempo aqui. Cuando fundia mis coches de plastico, terminaba con un dolor de cabeza horroroso por ese olor. Vamos, que no puede ser bueno para ti. Y aqui estas tu… -Hizo un gesto hacia la puerta del laboratorio de electronica.
Pierce se levanto. Sentia que su ira era como una piedra del tamano de un puno encajada en la garganta.
– Me tendiste una trampa. No se cual es el juego, pero me tendiste una trampa.
– Estas fatal, tio. No se nada de ninguna trampa. Si, claro, he estado espiando. Es instinto
Pierce se quedo imperterrito.
– Me imagino la conexion con Wentz. Probablemente te ocupaste de la seguridad de su sistema. No creo que el tema te hubiera preocupado. Los negocios son los negocios, ?no?
Zeller no contesto y Pierce tampoco lo esperaba. Siguio adelante.
– Tu eres Grady Allison.
El rostro de Zeller registro una leve sorpresa, pero enseguida la oculto.
– Si-continuo Pierce-, recibi las fotos y las conexiones con la mafia. Todo era falso, parte del juego.
De nuevo Zeller se quedo en silencio y ni siquiera miro a Pierce. Pero Pierce sabia que contaba con toda su atencion.
– Y el numero de telefono. La clave era el numero de telefono. Al principio pense que tenia que haber sido mi secretaria, que ella tenia que haber pedido el numero para que la conspiracion comenzara. Pero despues me di cuenta de que fue al reves. Conseguiste mi numero en el
De nuevo espero una respuesta, pero no la obtuvo.
– Pero la parte con la que tengo problema es mi hermana. Ella era parte de esto. Tenias que saber de ella, del momento en que la encontre y la deje marchar. Tenia que ser parte del plan, parte del perfil. Tenias que saber que esta vez no la dejaria escapar, que buscaria a Lilly y me meteria de lleno en la trampa.
Zeller no contesto. Se volvio y avanzo hacia la puerta. Giro el pomo, pero la puerta no se abrio. Habia que marcar la combinacion tanto para entrar como para salir.
– Abre la puerta, Henry. Quiero irme.
– No vas a irte hasta que me digas cual es el juego. ?Para quien estas haciendo esto? ?Cuanto te estan pagando?
– Muy bien, lo hare yo mismo.
Zeller marco la combinacion y desbloqueo la cerradura. Abrio la puerta y se volvio a mirar a Pierce.
– Vaya con Dios, colega.
– ?Como conoces la combinacion?
Esto detuvo un momento a Zeller y Pierce casi sonrio. Conocer y utilizar la combinacion era una forma de admitirlo. No mucho, pero contaba.
– Vamos, ?como conoces la combinacion? La cambiamos cada mes, de hecho fue idea tuya. La mandamos por correo electronico a todas las ratas de laboratorio, pero tu dices que no habias mirado el esnifador en dos anos. Entonces, ?como sabes la combinacion?
Pierce se volvio e hizo un gesto hacia el esnifador. Los ojos de Zeller tambien se posaron un momento en el dispositivo, pero acto seguido el foco de sus ojos se movio ligeramente y Pierce vio que registraba algo. Retrocedio hasta el laboratorio y dejo que la puerta de la trampa se cerrara tras el con un sonoro zamp.
– Henry, ?por que has apagado el monitor? La torre esta encendida, pero el monitor no.
Zeller no espero respuesta y Pierce tampoco la dio. Zeller se acerco a la estacion informatica y pulso el boton de encendido del monitor.
La pantalla se activo y Zeller se agacho y apoyo las dos manos en el escritorio para mirarla. En la pantalla estaba la trascripcion de su conversacion. La ultima frase decia: «Henry, ?por que has apagado el monitor? La torre esta encendida, pero el monitor no.»
Era un buen programa, un sistema de reconocimiento de voz de tercera generacion de SacredSoftware. Los investigadores del laboratorio lo usaban de manera rutinaria para dictar notas de los experimentos o describir los tests que estaban conduciendo.
Pierce observo mientras Zeller sacaba el cajon del teclado y escribia unas ordenes para apagar el programa. Luego borro el archivo.
– Se podra recuperar -dijo Pierce-. Ya lo sabes.
– Por eso me voy a llevar el disco.
Zeller se agacho enfrente de la torre del ordenador y paso por detras para llegar a los tornillos que sujetaban la carcasa. Saco un destornillador plegable del bolsillo y coloco una punta de estrella. Acto seguido quito el cable de corriente y empezo a trabajar con el tornillo superior de la carcasa.
Pero entonces se detuvo. Habia reparado en el cable telefonico conectado en la parte posterior del ordenador. Lo desconecto y lo sostuvo en la mano.
– Vaya, Henry, esto no es propio de alguien tan paranoico como tu. ?Por que tienes el ordenador conectado?
– Porque estaba en linea. Porque queria que este archivo que acabas de apagar fuera enviado mientras decias las palabras. Es un programa de SacredSoftware. Tu me lo recomendaste, ?recuerdas? Cada voz recibe un codigo de reconocimiento. Configure un archivo para la tuya. Es tan bueno como una grabadora. Si me hace falta, podre demostrar que es tu voz la que dice esas palabras.
Zeller se levanto y descargo con fuerza la herramienta en el escritorio. Dandole la espalda a Pierce, el angulo de su cabeza se alzo, como si estuviera buscando la moneda de diez centavos pegada a la pared de detras de la estacion informatica.
Lentamente se levanto, buscando otra vez en uno de sus bolsillos. Se volvio mientras abria un telefono movil.
– Bueno, ya se que no tienes ordenador en casa, Henry -dijo-. Demasiado paranoico. Asi que apuesto por Nicki. Si no te importa enviare a alguien a su casa para que se lleve su disco.
Un miedo momentaneo paralizo a Pierce, pero enseguida se calmo. Pese a que no contaba con la amenaza a Nicole, tampoco era completamente inesperada. Aunque la verdad era que el conector de telefono formaba parte del truco. El archivo del dictado no se habia enviado a ninguna parte.
Zeller espero, pero no consiguio establecer la llamada. Se aparto el telefono de la oreja y lo miro como si lo hubiera traicionado.
– Maldito telefono.
– Hay cobre en las paredes, ?recuerdas? Nada entra y nada sale.
– Bien, entonces ahora vuelvo.
Zeller marco de nuevo la combinacion de la puerta y se metio en la trampa. En cuanto la puerta se cerro, Pierce fue al ordenador. Cogio la herramienta de Zeller y desplego una cuchilla. Se agacho junto a la torre del ordenador y cogio el cable telefonico, se lo enrollo en la mano y lo corto con el cuchillo.
Se levanto y volvio a poner la herramienta en el escritorio junto con el trozo de cable justo cuando Zeller volvia a salir de la trampa. Zeller llevaba la tarjeta magnetica en una mano y el movil en la otra.
– Lo siento -dijo Pierce-. Les he pedido que te dieran una tarjeta con la que puedes entrar, pero no salir. Se puede programar asi.
Zeller asintio y vio el cable de telefono cortado encima del escritorio.
– Y esa era la unica linea del laboratorio -dijo.
– Si.