– En realidad es todo lo que tengo. Y he de dejarte. Vamos a empezar.
– ?Algo mas sobre Bosch?
– No. Y no me queda tiempo.
– Muy bien, Brass. Oye, muchas gracias. Te debo una.
– Un dia te lo cobrare. Cuentame como termina esto, ?vale?
– Claro.
– Y enviame una foto de tu nina.
– Te la mandare.
Ella colgo y McCaleb cerro lentamente su movil. Escribio una nota en la parte inferior de la pagina para acordarse de enviar a Brass una foto de su hija. Era un ejercicio para evitar el nombre del pintor que acababa de escribir.
– Mierda -susurro.
Se sento a solas con sus pensamientos durante un buen rato. La coincidencia de recibir la misteriosa informacion minutos despues de almorzar con Harry Bosch era inquietante. Examino unos momentos sus notas, aunque sabia que no contenian la informacion inmediata que necesitaba. Finalmente abrio de nuevo el telefono y marco el numero de informacion. Un minuto despues llamo a la oficina de personal del Departamento de Policia de Los Angeles. Al cabo de nueve timbrazos contesto una mujer.
– Si, llamo de parte del Departamento del Sheriff del Condado de Los Angeles y necesito contactar con un agente en concreto del departamento de policia. El problema es que no se donde trabaja. Solo se su nombre.
Esperaba que la mujer no le preguntara que queria decir «de parte del». Hubo lo que le parecio un largo silencio y luego oyo que tecleaban en un ordenador.
– ?Apellido?
– Ah, es Bosch.
McCaleb lo deletreo y miro sus notas, preparado para decir el nombre.
– ?Y el nombre? Ya esta, solo hay uno. Haironimous. ?Es asi? No se pronunciarlo.
– Hieronymus. Es el.
McCaleb deletreo el nombre y pregunto si coincidia. Coincidia.
– Bueno, es detective de grado tres y trabaja en la Division de Hollywood. ?Necesita el numero?
McCaleb no contesto.
– Senor, necesita el…
– No, lo tengo. Muchas gracias.
Cerro el movil, miro el reloj y luego volvio a abrir el telefono. Llamo al numero directo de Jaye Winston y ella respondio de inmediato. McCaleb pregunto si le habian dicho algo del laboratorio respecto al examen de Ja lechuza de plastico.
– Todavia no. Solo han pasado un par de horas, y una era la del almuerzo. Esperare hasta manana antes de reclamarles.
– ?Tienes tiempo para hacer un par de llamadas y hacerme un favor?
– ?Que llamadas?
McCaleb le hablo de la busqueda del icono de Brass Doran, pero no menciono a Hieronymus Bosch. Dijo que queria hablar con un experto en pintura renacentista del norte de Europa, pero que pensaba que resultaria mas facil establecer la cita y que la cooperacion seria mas franca si la peticion surgia de una detective de homicidios oficial.
– Lo hare -dijo Winston-. ?Por donde empiezo?
– Yo probaria en el Getty. Ahora estoy en Van Nuys. Si alguien me recibe llegare en media hora.
– Vere lo que puedo hacer. ?Has hablado con Harry Bosch?
– Si.
– ?Alguna novedad?
– En realidad, no.
– Lo suponia. Espera. Te volvere a llamar.
McCaleb tiro lo que quedaba de su almuerzo en uno de los cubos de basura y se encamino al juzgado, donde habia dejado aparcado el Cherokee en una calle lateral, junto a las oficinas de la condicional. Mientras caminaba penso en como habia mentido a Winston por omision. Sabia que tendria que haberle hablado de la conexion de Bosch o de la coincidencia, o de lo que fuera. Trato de entender por que se lo habia reservado, pero no encontro respuesta.
Su telefono sono justo cuando el llegaba al Cherokee. Era Winston.
– Tienes una cita en el Getty a las dos. Pregunta por Leigh Alastair Scott. Es un conservador del museo.
McCaleb saco sus notas y anoto el nombre, utilizando el capo del Cherokee despues de pedirle a Winston que lo deletreara.
– Esto si que es rapidez, Jaye. Gracias.
– Me encanta complacer. He hablado directamente con Scott y me ha dicho que si no puede ayudarte personalmente encontrara a alguien que pueda.
' -?Has mencionado la lechuza?
– No, es tu entrevista.
– Si.
McCaleb sabia que tenia otra oportunidad para hablarle de Hieronymus Bosch. Pero de nuevo la dejo pasar.
– Te llamare despues, ?de acuerdo?
– Hasta luego.
McCaleb cerro el telefono y abrio el coche. Miro por encima del techo a las oficinas de la condicional y vio una gran pancarta blanca con letras azules colgada de la fachada, sobre la entrada principal.
?BIENVENIDA THELMA!
Entro en el coche preguntandose si la Thelma a la que daban la bienvenida era una convicta o una empleada. Condujo en direccion a Victory Boulevard. Tomaria la 405 y luego se dirigiria hacia el sur.
11
Cuando la autovia se empinaba para cruzar las montanas de Santa Monica por el paso de Sepulveda, McCaleb vio el Getty surgiendo enfrente de el, en la cima de la colina. La estructura del museo era tan impresionante como cualquiera de las obras de arte que en el se exhibian. Parecia un castillo encaramado en una colina medieval. Uno de los dos tranvias subia lentamente por la ladera, entregando otro grupo al altar de la historia y el arte.
Cuando aparco al pie de la colina y tomo su propio tranvia, McCaleb ya llevaba quince minutos de retraso para su cita con Leigh Alastair Scott. Despues de que un guardia del museo le indicara el camino, McCaleb camino apresuradamente por la plaza de piedra travertina hasta una entrada de seguridad. Se registro en el mostrador y espero a que Scott saliera a recibirlo.
Scott tenia poco mas de cincuenta anos y hablaba con un acento que a McCaleb le parecio de Australia o Nueva Zelanda. Se mostro feliz y contento de ayudar a la oficina del sheriff del condado de Los Angeles.
– Ya hemos tenido ocasion de ofrecer nuestra ayuda y experiencia a detectives con anterioridad. Normalmente en relacion con autentificar piezas de arte o proporcionar un contexto historico a algunas obras -dijo mientras recorrian un largo pasillo que conducia a su despacho-. La detective Winston me dijo que en esta ocasion seria distinto. Necesita usted informacion general sobre el Renacimiento en el norte de Europa.
Abrio una puerta y condujo a McCaleb a una suite de oficinas. Entraron en la primera oficina despues del mostrador de seguridad. Era un despacho pequeno, con una amplia ventana con vistas a las casas de las colinas de Bel Air a traves del paso de Sepulveda. La oficina daba una sensacion de pesadez por las estanterias de libros alineadas en dos de las paredes y la atestada mesa de trabajo. Apenas habia espacio para dos sillas. Scott invito a McCaleb a sentarse en una de ellas y el ocupo la otra.