Michael Connelly

Mas Oscuro Que La Noche

Titulo Original: A Darkness More Than Night

Traduccion: (2003) Javier Guerrero

Prologo

Bosch miro a traves de la ventanita cuadrada y vio que el hombre estaba solo en la celda. Se saco la pistola de la cartuchera y se la entrego al sargento de guardia. Procedimiento habitual. La puerta de acero se abrio y el olor a sudor y vomito invadio los orificios nasales de Bosch.

– ?Cuanto tiempo lleva aqui?

– Unas tres horas -dijo el sargento-. Ha dado uno con ocho, asi que no se que va a sacarle.

Bosch entro en el calabozo y fijo la mirada en el bulto tirado boca abajo en el suelo.

– Muy bien, puedes cerrar.

– Ya me avisara.

La puerta corredera se cerro con un golpetazo discordante y una sacudida. El hombre del suelo se quejo, pero apenas llego a moverse. Bosch se acerco y tomo asiento en el banco mas proximo al borracho. Saco la grabadora del bolsillo de la chaqueta y la dejo a su lado. Al mirar hacia la ventanita vio que el rostro del sargento retrocedia. Toco el costado del hombre con la puntera del zapato. El hombre volvio a grunir.

– Levantate, desgraciado.

El hombre del suelo giro lentamente la cabeza y luego la levanto. Tenia el pelo salpicado de pintura y el vomito se habia solidificado en el cuello y la pechera de la camisa. Abrio los ojos, pero de inmediato volvio a cerrarlos al notar la cruda luz cenital del calabozo. Hablo en un susurro ronco.

– Otra vez tu.

Bosch asintio.

– Eso es.

– Nuestra cita.

Una sonrisa se abrio paso entre la barba de tres dias del rostro del borracho. Bosch advirtio que le faltaba un diente mas que la ultima vez. Se agacho y puso la mano sobre la grabadora, pero no llego a encenderla.

– Levantate, es hora de hablar.

– Olvidalo, tio. No quiero…

– Te estas quedando sin tiempo. Habla conmigo.

– Dejame en paz de una puta vez.

Bosch levanto la mirada hacia la ventanita. No habia nadie. Volvio a mirar al hombre acostado en el suelo.

– Tu salvacion esta en la verdad. Ahora mas que nunca. No podre ayudarte si no me cuentas la verdad.

– ?Ahora eres cura? ?Has venido a escuchar mi confesion?

– ?Tu has venido a confesarte?

El hombre del suelo no dijo nada. Despues de un rato, Bosch penso que a lo mejor se habia quedado dormido otra vez. Volvio a empujarlo con la puntera del zapato en los rinones. El hombre empezo a moverse, agitando brazos y piernas.

– Jodete. Paso de ti. Quiero un abogado.

Bosch se quedo un momento en silencio y se guardo la grabadora en el bolsillo. Luego se inclino hacia adelante, con los codos en las rodillas, y junto las manos. Miro al borracho y sacudio lentamente la cabeza.

– Entonces, supongo que no puedo ayudarte -le dijo.

Se levanto y golpeo la ventanilla para llamar al sargento de guardia. El borracho se quedo tumbado en el suelo.

– Viene alguien.

Terry McCaleb se volvio hacia su esposa y siguio la mirada de esta por la serpenteante carretera. Vio un cochecito de golf que subia por la empinada y sinuosa calzada hacia la vivienda. El conductor quedaba oculto por el techo del coche.

Estaban sentados en la terraza trasera de la casa que el y Graciela habian alquilado en La Mesa Avenue. La vista se extendia desde la estrecha carretera de curvas hasta abarcar todo Avalon y su puerto, y desde alli toda la bahia de Santa Monica hasta la neblina de contaminacion que senalaba los limites de la gran ciudad. La vista era el principal motivo por el que habian elegido aquella casa para construir su nuevo hogar en la isla. Sin embargo, hasta que su esposa habia hablado la mirada de McCaleb habia estado en el bebe que tenia en brazos, no en el paisaje. Para el no habia otro horizonte que los ojos azules y confiados de su hija.

McCaleb vio un numero en el coche de golf que pasaba por debajo. Era alquilado. No era ningun vecino. Probablemente se trataba de alguien que habia llegado en el Catalina Express. Aun asi, se preguntaba por que Graciela sabia que el visitante se dirigia a su casa y no a ninguna de las otras de La Mesa.

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No hizo ninguna pregunta; ella ya habia tenido premoniciones antes. Se limito a esperar y poco despues de que el cochecito de golf desapareciera de su campo visual, llamaron a la puerta. Graciela fue a abrir y no tardo en regresar a la terraza acompanada de una mujer a la que McCaleb no habia visto desde hacia tres anos.

La detective de la oficina del sheriff Jaye Winston sonrio al ver al bebe en sus brazos. Era una sonrisa genuina, pero al mismo tiempo era la sonrisa de desconcierto de alguien que no habia venido a conocer un bebe. McCaleb sabia que la gruesa carpeta verde que llevaba en una mano y la cinta de video que sostenia en la otra significaban que Winston habia venido por trabajo. Trabajo relacionado con la muerte.

– Terry, ?que tal?

– No podria estar mejor. ?Recuerdas a Graciela?

– Claro, y ?quien es este bebe?

– Es CiCi.

McCaleb nunca utilizaba el nombre formal de la nina con los demas. Solo la llamaba Cielo cuando estaba a solas con ella.

– CiCi -repitio Winston, y vacilo como si estuviera esperando una explicacion, pero como no le dieron ninguna agrego-: ?Que tiempo tiene?

– Casi cuatro meses. Es grandota.

– Vaya, si, ya lo veo… Y el nino, ?donde se ha metido?

– Raymond -dijo Graciela-. Esta con unos amigos hoy. Terry tenia una excursion de pesca y por eso se ha ido al parque a jugar a softball.

La conversacion era entrecortada y extrana. O bien Winston no estaba interesada o no estaba habituada a ese tipo de charla intrascendente.

– ?Te apetece beber algo? -pregunto McCaleb, al tiempo que le entregaba el bebe a Graciela.

– No, gracias, me he tomado una Coca-cola en el ferry.

Como si le hubieran dado pie, o tal vez indignada por ser pasada de unos brazos a otros, la nina empezo a llorar y Graciela dijo que se la llevaria adentro. Dejo a Winston y a McCaleb en el porche. McCaleb senalo la mesa redonda y las sillas donde cenaban muchas noches cuando la pequena dormia.

– Mejor nos sentamos.

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