– Vale, Jaye, ahorrame el discursito, ?quieres? Mi ego esta satisfecho con todo el…

– Entonces, ?que necesitas?

Volvio a mirarla.

– Solo un poco de tiempo. Tengo que pensarlo.

– He venido porque mi instinto me dice que no tenemos mucho tiempo.

McCaleb se levanto y se acerco a la barandilla. Su mirada se dirigio al mar. Un trasbordador Catalina Express estaba entrando a puerto. Sabia que estaria medio vacio. Los meses de invierno atraian a escasos visitantes.

– Esta entrando el barco -dijo-. Estamos en horario de invierno, Jaye. Sera mejor que lo tomes cuando se vaya o tendras que pasar aqui la noche.

– Pedire un helicoptero si hace falta. Terry, todo lo que necesito de ti es un dia a lo sumo. Incluso una noche. Te sientas, lees el expediente, miras la cinta y me llamas por la manana para contarme lo que has visto. A lo mejor no es nada o al menos nada nuevo. Pero a lo mejor ves algo que se nos ha pasado o se te ocurre una idea que a nosotros aun no se nos habia ocurrido. No quiero nada mas. No me parece pedir mucho.

McCaleb aparto la mirada del barco que entraba y se volvio, de manera que apoyo la espalda en la barandilla.

– No te parece mucho, porque tu estas metida en esta vida, Jaye. Yo no, yo estoy fuera. Bastaria con que volviera a meterme un dia para que cambiaran cosas. Vine aqui para empezar de nuevo y olvidarme de todo aquello en lo que era bueno para ser bueno siendo otra cosa. Un padre y un marido, para empezar.

Winston se levanto y se acerco a la barandilla. Se quedo de pie al lado de el, pero contemplo la vista mientras que McCaleb estaba de cara a su casa. Hablo en voz baja. Si Graciela estaba escuchando desde dentro no iba a poder oirla.

– ?Recuerdas lo que me contaste sobre la hermana de Graciela? Me dijiste que te habian dado una segunda oportunidad en la vida y que tenia que haber alguna razon para eso. Ahora has construido esta vida con su hermana y su hijo e incluso con vuestra propia hija. Es maravilloso, Terry, lo creo de verdad. Pero esa no puede ser la razon que estabas buscando. Puede que te lo parezca, pero no lo es. Y en el fondo lo sabes. Tu eras bueno atrapando a esta gente. Al lado de eso, ?que significa pescar?

McCaleb asintio levemente, y se sintio incomodo consigo mismo por hacerlo con tanta facilidad.

– Deja el material -dijo-. Te llamare en cuanto pueda.

De camino a la puerta Winston busco a Graciela, pero no la vio.

– Debe de estar dentro con el bebe -dijo McCaleb.

– Bueno, despideme de ella.

– Claro.

Se produjo un silencio incomodo en el resto del camino hasta la puerta. Al final, cuando McCaleb abrio, Winston dijo:

– Bueno, Terry, ?que tal es eso de ser padre?

– Es lo mejor y lo peor.

Era su respuesta habitual. Entonces penso un momento y anadio algo en lo que habia pensado, pero que nunca habia compartido con nadie, ni siquiera con Graciela.

– Es como tener una pistola en la cabeza permanentemente.

Winston parecio sorprendida, un poco preocupada incluso.

– ?Como es eso?

– Porque se que si alguna vez le pasa algo a ella, mi vida se habra terminado.

Winston asintio.

– Creo que puedo entenderlo.

La detective salio. Se sentia bastante estupida al alejarse: una detective de homicidios experimentada bajando en un cochecito de golf.

2

El almuerzo del domingo con Graciela y Raymond fue silencioso. Comieron corvina, que McCaleb habia pescado con el grupo de aquella manana al otro lado de la isla, cerca del istmo. Sus grupos siempre querian devolver al mar los peces que capturaban, pero muchas veces cambiaban de opinion a ultima hora, cuando volvian a puerto. McCaleb lo veia como algo relacionado con el instinto asesino masculino. No bastaba con capturar las presas. Habia que matarlas. La consecuencia era que a menudo se servia pescado en el almuerzo en La Mesa.

McCaleb habia asado la corvina y mazorcas de maiz en la barbacoa del porche. Graciela habia preparado una ensalada y ambos tenian una copa de vino blanco delante. Raymond bebia leche. La comida era buena, pero el silencio resultaba incomodo. McCaleb miro a Raymond y se dio cuenta de que el nino habia captado la tension entre los adultos y se habia contagiado de ella. McCaleb recordo que el hacia lo mismo cuando era nino y sus padres se dedicaban a arrojarse silencio el uno al otro. Raymond era hijo de la hermana de Graciela, Gloria. El padre del chico nunca habia pintado nada y cuando Gloria habia muerto asesinada tres anos antes, Raymond se habia ido a vivir con Graciela. McCaleb los conocio a los dos en la investigacion del crimen.

– ?Que tal ha ido el softball hoy? -pregunto al final McCaleb.

– Supongo que bien.

– ?Has ganado alguna base?

– No.

– Ya lo haras, no te preocupes. Sigue intentandolo. Sigue practicando.

McCaleb asintio. Al nino no le habian dejado salir en el barco esa manana. La excursion de pesca era para seis personas de Los Angeles. Con McCaleb y Buddy sumaban ocho en el Following Sea, y ese era el limite que el barco podia transportar segun las normas de seguridad. McCaleb nunca infringia esas normas.

– Bueno, oye, hasta el sabado no hay otra salida. De momento solo hay cuatro personas, y ahora en invierno no creo que se apunte nadie mas. Si no se apunta nadie mas, puedes venir.

Los rasgos oscuros del nino parecieron iluminarse y asintio vigorosamente mientras cortaba la carne blanca del pescado que tenia en el plato. El tenedor parecia grande en la mano de Raymond y McCaleb sintio un rapto de tristeza por el chico. Era demasiado pequeno para tener diez anos. Este hecho preocupaba mucho a Raymond, que a menudo preguntaba a McCaleb que cuando creceria. El siempre le contestaba que lo haria pronto, pero pensaba para si que el chaval siempre seria bajito. Sabia que la madre era de estatura normal, pero Graciela le habia contado que el padre era de baja estatura (e integridad). Habia desaparecido antes de que Raymond naciera.

A Raymond siempre lo elegian el ultimo cuando formaban los equipos, porque era demasiado pequeno para competir con ninos de su edad. Por eso se interesaba por pasatiempos distintos de los deportes de equipo. La pesca le apasionaba y en los dias libres, McCaleb solia llevarlo a la bahia en busca de halibut. Cuando tenia una excursion, el chico siempre suplicaba que lo dejaran ir, y si habia espacio le permitian jugar a ser segundo oficial. Para McCaleb era todo un placer darle al nino un sobre con un billete de cinco dolares al final del dia.

– Te necesitaremos en la cofa -dijo McCaleb-. Este grupo quiere ir al sur en busca de marlines. Sera un dia muy largo.

– ?Genial!

McCaleb sonrio. A Raymond le encantaba hacer de oteador en la cofa, buscando marlines negros durmiendo o jugando en la superficie del agua. Y, con sus prismaticos, se estaba convirtiendo en un experto. McCaleb miro a Graciela para compartir el momento, pero ella tenia la mirada fija en el plato. No sonreia.

Transcurridos unos minutos mas, Raymond habia terminado de comer y habia pedido permiso para ir a su habitacion a jugar en el ordenador. Graciela le dijo que pusiera el volumen bajo para que no despertara al bebe. El chico se llevo el plato a la cocina y Graciela y McCaleb se quedaron solos.

El comprendia el silencio de su mujer y ella, por su parte, sabia que no podia dar voz a su objecion de que se implicara en un caso, porque habia sido su propia solicitud de que investigara la muerte de su hermana lo que los habia unido tres anos antes. Sus sentimientos estaban atrapados en esta ironia.

– Graciela -empezo McCaleb-. Ya se que no quieres que haga esto, pero…

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