Volvio a mirar el reloj y empezo con el informe de encima de la pila. Era el protocolo de la autopsia.
32
McCaleb camino con brio hasta los escalones de la entrada de El Encanto. Vio su cochecito de golf aparcado junto al bordillo. La mayoria de los cochecitos de la isla parecian iguales, pero el podia identificar el suyo por el asiento infantil con el almohadon blanco y rosa. Graciela todavia estaba alli.
Subio los escalones y la camarera, que lo reconocio, le senalo la mesa donde estaba sentada su familia. Se apresuro y aparto la silla de al lado de Graciela. Estaban a punto de terminar. Se fijo en que la camarera ya habia dejado la cuenta en la mesa.
– Lo siento, me he retrasado.
Cogio un nacho del cesto que estaba en el centro de la mesa y lo rebano en los boles de salsa y guacamole antes de meterselo en la boca. Graciela miro el reloj y luego lo fulmino con sus ojos castanos. McCaleb encajo el golpe y se preparo para el siguiente, que sin duda estaba al caer.
– No puedo quedarme.
Ella dejo caer sonoramente el tenedor en su plato. Habia terminado.
– Terry…
– Ya lo se, ya lo se. Pero ha surgido algo. Tengo que ir a Los Angeles esta noche.
– ?Que puede haber surgido? Estas apartado del caso. Es domingo. La gente esta viendo futbol americano, no corriendo por ahi tratando de resolver asesinatos sin que nadie se lo haya pedido.
Graciela senalo una television instalada en la esquina superior de la sala. Tres presentadores de cuello grueso estaban sentados ante una mesa con un campo de futbol americano tras ellos. McCaleb sabia que el partido de ese dia determinaria los finalistas de la Super Bowl. No le importaba en absoluto, aunque de pronto recordo que habia prometido a Raymond que verian juntos al menos uno de los partidos.
– Si que me lo han pedido, Graciela.
– ?De que estas hablando? Me dijiste que te habian echado del caso.
Le conto que habia descubierto a Bosch en su barco esa manana y lo que le habia pedido que hiciera.
– ?Y no le dijiste a Jaye que probablemente fue el quien lo hizo?
McCaleb asintio.
– ?Como sabia donde vivias?
– No io sabia. Conocia el barco, no donde vivimos. No has de preocuparte por eso.
– Pues creo que lo hago. Terry, estas yendo demasiado lejos con esto y estas completamente ciego de los peligros para ti y para tu familia. Yo creo que…
– ?De verdad? Yo creo…
Se detuvo, busco en su bolsillo y saco dos monedas de veinticinco centavos. Se volvio hacia Raymond.
– Raymond, ?has terminado de comer?
– Se.
– ?Quieres decir que si?
– Si.
– Vale, toma esto y ve a jugar a las maquinas del bar.
El nino cogio las monedas.
– Puedes irte.
Raymond bajo de la silla vacilantemente y luego corrio hacia la sala adjunta, donde habia videojuegos a los que ya habia jugado antes. Eligio un juego que McCaleb sabia que era el Pac-man y se sento. McCaleb lo veia desde su posicion.
McCaleb volvio a mirar a Graciela, que tenia el bolso en el regazo y estaba sacando dinero para pagar la cuenta.
– Graciela, olvidate de eso y mirame.
Ella termino con el dinero y se guardo el monedero en el bolso. Luego lo miro.
– Hemos de irnos. CiCi tiene que dormir la siesta.
La nina estaba en su gandulita en la mesa, agarrando con una manita el globo azul y blanco.
– Esta bien. Puede dormir ahi mismo. Escuchame un momento.
El espero y ella puso cara de resignacion.
– Muy bien, di lo que tengas que decir y luego yo he de irme.
McCaleb se volvio y se acerco a Graciela para que nadie mas oyera lo que iba a decirle. Se fijo en el borde de una de las orejas de ella que asomaba entre el cabello.
– Vamos a tener un buen problema, ? no?
Graciela asintio e inmediatamente las lagrimas empezaron a resbalar por sus mejillas. Era como si el hecho de que el pronunciara las palabras en voz alta hubiera derribado el fino mecanismo de defensa que habia construido para protegerse a si misma y a su matrimonio. McCaleb saco la servilleta que no habia utilizado del servilletero de plata y se la dio. Luego puso la mano en la nuca de ella, la atrajo hacia si y la beso en la mejilla. Por encima de la cabeza de su mujer, vio que Raymond los observaba con cara de asustado.
– Ya hemos hablado de esto, Graci -empezo-. Se te ha metido en la cabeza que no podemos tener nuestra casa y nuestra familia y todo lo demas si esto es lo que yo hago. El problema esta en la palabra «si». Ese es el error. Porque no hay ningun «si». No es si yo hago esto. Esto es lo que yo hago. Y he ido demasiado lejos intentando negarlo, tratando de convencerme a mi mismo de otra cosa.
Graciela derramo mas lagrimas y continuo tapandose la cara con la servilleta. Lloraba en silencio, pero McCaleb estaba seguro de que la gente del restaurante se habia percatado y los estaba observando a ellos en lugar de la television. Se fijo en Raymond y vio que el nino habia vuelto a centrarse en el videojuego.
– Ya lo se -pudo decir Graciela.
A McCaleb le sorprendio que lo admitiera y lo tomo como una buena senal.
– Entonces, ?que hemos de hacer? No estoy hablando solamente de este caso. Me refiero a de ahora en adelante. ?Que hacemos? Graci, estoy cansado de tratar de ser lo que no soy y de no hacer caso de lo que tengo dentro, de lo que realmente soy. Me ha hecho falta este caso para darme cuenta y admitirlo.
Ella no dijo nada, McCaleb tampoco esperaba que lo hiciera.
– Sabes que te quiero a ti y a los ninos. Esa no es la cuestion. Creo que puedo tener las dos cosas, y tu crees que no. Has tomado esa postura de una cosa o la otra y no me parece acertada. Ni justa.
Sabia que sus palabras estaban hiriendo a su mujer. Estaba trazando una linea. Uno de los dos tendria que ceder y estaba diciendo que no iba a ser el.
– Oye, pensemos en esto. Este no es un buen sitio para hablar. Lo que voy a hacer es terminar mi trabajo en este caso y luego nos sentaremos para hablar del futuro. ?Te parece bien?
Ella asintio lentamente, pero no lo miro.
– Haz lo que tengas que hacer -dijo en un tono que McCaleb sabia que le haria sentir eternamente culpable-. Solo espero que seas prudente.
McCaleb se inclino hacia ella y la beso otra vez.
– Tengo mucho aqui contigo para no serlo.
McCaleb se levanto y rodeo la mesa hasta donde estaba la nina. La beso en la cabeza y luego le solto el cinturon y la levanto en brazos.
– La llevare hasta el coche -dijo McCaleb-. ?Por que no vas tu con Raymond?
Llevo a la nina hasta el cochecito de golf y la sento en el asiento de seguridad. Puso la sillita en el portamaletas. Graciela llego con Raymond al cabo de unos minutos. Tenia los ojos hinchados de llorar. McCaleb puso la mano en el hombro de Raymond y lo acompano hasta el asiento del pasajero.
– Raymond, vas a tener que ver el segundo partido sin mi. Tengo trabajo que hacer.
– Puedo acompanarte. Te ayudare.
– No, no es una excursion de pesca.
– Ya se, pero de todas formas puedo ayudarte.
McCaleb sabia que Graciela lo estaba mirando y sintio la culpa como el sol en la espalda.