identificativa salio de la pequena oficina. Winston volvio a mostrar su placa y se presento a si misma y luego a McCaleb como su asociado. Zucker junto sus pobladas cejas, pero no pregunto que significaba asociado.
– Estamos trabajando en un caso de homicidio del dia de Ano Nuevo. La victima paso la noche anterior a su muerte en el cala…
– Edward Gunn.
– Exacto. ?Lo conocia?
– Estuvo aqui unas cuantas veces. Y por supuesto he oido que ya no volvera.
– Necesitamos hablar con el responsable del calabozo en el turno de manana.
– Bueno, supongo que ese soy yo. No tenemos una tarea especifica. Aqui te toca lo que te toca. ?Que quiere saber?
McCaleb saco unas fotocopias del bolsillo de su chaqueta y las puso en el mostrador. Se fijo en la mirada de Winston, pero no hizo caso.
– Nos interesa saber como pago la fianza -dijo.
Zucker paso las paginas para poder leerlo. Puso el dedo sobre la firma de Rudy Tafero.
– Aqui lo pone. Rudy Tafero. Tiene un despacho aqui enfrente. Vino y deposito la fianza.
– ?Alguien lo llamo?
– Si, el tipo. Gunn.
McCaleb tamborileo con el dedo en la copia del documento de la fianza.
– Aqui dice que marco este numero cuando hizo uso de su llamada. Es el numero de su hermana.
– Entonces ella debio de llamar a Rudy.
– ?Nadie tiene una segunda llamada?
– No, aqui estamos siempre tan ocupados que pueden dar gracias si pueden hacer una.
McCaleb asintio. Doblo las fotocopias y ya estaba a punto de guardarselas otra vez en el bolsillo cuando Winston se las quito de las manos.
– Me las guardare yo -dijo, y se las metio en el bolsillo de atras de sus vaqueros negros. Entonces se dirigio al sargento-. Sargento Zucker, usted no sera uno de esos chicos simpaticos que llamarian a Rudy Tafero, porque el habia estado en el departamento, y le diria que tenia un posible cliente en el calabozo, ?verdad?
Zucker la miro un momento, imperterrito.
– Es muy importante, sargento. Si no nos lo dice, podria volverse contra usted.
El rostro del sargento dibujo una sonrisa exenta de humor.
– No, yo no soy uno de esos chicos simpaticos -dijo Zucker- y no tengo a ninguno de esos chicos en el turno de manana. Y ya que hablo del turno, el mio acaba de terminar, lo que significa que ya no tengo que estar aqui hablando con ustedes. Que pasen un buen dia. -Empezo a alejarse del mostrador.
– Una ultima cosa -dijo Winston rapidamente.
Zucker se volvio hacia ella.
– ?Fue usted quien llamo a Harry Bosch y le dijo que Gunn estaba en el calabozo?
Zucker asintio.
– Tengo un requerimiento permanente suyo. Cada vez que traian a Gunn, Bosch queria saberlo. El venia y hablaba con el tipo, trataba de que le dijera algo de aquel viejo caso. Bosch no se rendia.
– Dice aqui que Gunn no entro hasta las dos y media -dijo McCaleb-. ?Llamo a Bosch en plena noche?
– Eso era parte del acuerdo. A Bosch no le importaba la hora que fuera. Y, por cierto, el procedimiento era que yo lo llamaba al busca y el llamaba.
– ?Y fue eso lo que sucedio esa noche?
– Si, llame a Bosch al busca y Bosch llamo. Le dije que teniamos otra vez a Gunn y el vino y trato de hablar con el. Yo intente explicarle que seria mejor que esperara hasta la manana porque el tipo estaba como una cuba (me refiero a Gunn), pero Harry vino de todos modos. ?Por que hacen tantas preguntas sobre Harry Bosch?
Winston no contesto, de modo que McCaleb intervino.
– No estamos preguntando sobre Bosch, estamos preguntando sobre Gunn.
– Bueno, eso es todo lo que se. ?Puedo irme a casa? Ha sido un dia muy largo.
– Todos lo son, ?no? -dijo Winston-. Gracias, sargento.
McCaleb y Winston se alejaron del mostrador y bajaron las escaleras que conducian a la calle.
– ?Que te parece? -pregunto Winston.
– Creo que dice la verdad, pero ?sabes que?, mejor miremos un rato el aparcamiento de empleados.
– ?Porque?
– Dame ese capricho. A ver que coche tiene el sargento.
– Me estas haciendo perder el tiempo, Terry.
De todas formas se metieron en el Cherokee de McCaleb y dieron la vuelta a la manzana hasta que llegaron a la entrada del aparcamiento para empleados de la comisaria de Hollywood. McCaleb aparco a cincuenta metros, delante de una boca de incendios. Ajusto el retrovisor para poder ver los coches que salian del aparcamiento. Se sentaron y esperaron un par de minutos hasta que Winston hablo.
– Si somos lo que conducimos, ?tu que eres?
McCaleb sonrio.
– Supongo que soy el ultimo superviviente de una raza o algo asi.
McCaleb la miro y luego miro por el retrovisor.
– Si, ?y que me dices de esta capa de polvo? ?En que…?
– Aqui viene. Creo que es el.
McCaleb vio un coche que salia y doblaba hacia donde estaban ellos.
– Viene hacia aqui.
Ninguno de los dos se movio. El coche se acerco y se detuvo a su lado. McCaleb miro disimuladamente y se encontro con los ojos de Zucker. El policia bajo la ventanilla del pasajero. McCaleb no tuvo mas remedio que bajar la suya.
– Esta aparcado delante de una boca de incendios, detective. Que no le pongan una multa.
McCaleb asintio. Zucker lo saludo con dos dedos y se alejo. McCaleb se fijo en que conducia un Crown Victoria con parachoques y ruedas de serie. Era un coche patrulla de segunda mano, de los que se compraban en una subasta por cuatrocientos dolares mas ochenta y nueve con noventa y cinco por la pintura.
– ?No parecemos un par de gilipollas? -dijo Winston.
– Si.
– Entonces, ?cual es tu teoria sobre ese coche?
– O es un hombre honrado o lleva el cacharro porque no quiere que lo vean con el Porsche. -Hizo una pausa-, O con el Zeta Tres. -Se volvio hacia ella y sonrio.
– Muy gracioso, Terry. ?Y ahora que? No tengo todo el dia. Y se supone que tengo que encontrarme con tus colegas del FBI esta manana.
– No me abandones. ?Y no son mis colegas!
Arranco el Cherokee y se alejo del bordillo.
– ?De verdad te parece que este coche esta sucio? -pregunto.
36
La oficina de correos de Wilcox era un edificio de la epoca de la Segunda Guerra Mundial, con techos muy altos y murales con escenas bucolicas de hermandad y buenas obras en la parte superior de las paredes. Al entrar, McCaleb se fijo en los murales, pero no por su valor artistico o su merito filosofico. Conto tres pequenas camaras instaladas encima de las zonas publicas de la oficina. Se las senalo a Winston. Tenian una oportunidad.
Esperaron en la cola y cuando les llego el turno, Winston mostro su placa y pregunto por el oficial de seguridad de guardia. Los dirigieron a una puerta situada junto a una fila de maquinas expendedoras y esperaron casi cinco minutos antes de que la puerta se abriera. Un hombre negro de baja estatura los miro.
– ?Senor Lucas? -pregunto Winston.
– El mismo -dijo con una sonrisa.