– Bosch.
– Detective Bosch, deje que yo le explique algo. El hecho de que trabaje para esta ciudad no le da derecho a tener acceso a archivos confidenciales. Yo trabajo para el ayuntamiento, pero no voy al Parker Center y digo dejeme ver esto, dejeme ver lo otro. La gente tiene derecho a la intimidad. Veamos, esto es lo que puedo hacer. Y es lo maximo que puedo hacer. Si me da los dos nombres, enviare a cada uno de ellos una carta solicitando que le llamen. De ese modo usted obtendra su informacion y yo protegere los archivos. ?Le servira eso? Le prometo que las cartas saldran con el correo de hoy. -Ella sonrio, pero fue la sonrisa mas falsa que Bosch habia visto en mucho tiempo.
– No, eso no me servira, Mona. Sabe, estoy francamente decepcionado.
– Eso no puedo evitado.
– Si que puede, ?no se da cuenta?
– Tengo trabajo que hacer, detective. Si quiere que mande la carta deme los nombres. La decision es suya.
Bosch asintio y cogio el maletin que tenia en el suelo y se lo puso en el regazo. Vio que la mujer daba un brinco cuando el abrio el cierre con evidente irritacion. Saco el telefono movil del maletin y marco el numero de su casa, despues espero a que saltara el contestador.
Mona parecia enfadada.
– ?Que esta haciendo?
Bosch levanto la mano para pedir silencio.
– Si, ?puede pasarme con Whitey Springer? -dijo a su contestador.
Bosch observo disimuladamente la reaccion de ella. Se dio cuenta de que Mona conocia el nombre. Springer era el columnista del
– Si, gracias, espero -dijo Bosch al telefono. Despues le dijo a Mona-: Esto le va a encantar. Un hombre tratando de resolver un asesinato, la familia de la victima esperando treinta y tres anos para saber quien la mato, y una burocrata sentada en su oficina tomando un refresco de frutas que no le quiere dar al detective las direcciones que necesita solo para hablar con los otros policias que investigaron el caso. No soy periodista, pero creo que sirve para una buena columna. A Springer le encantara. ?Que le parece?
Bosch sonrio y observo que el rostro de ella se ruborizaba hasta rivalizar con el color del refresco. Sabia que el truco iba a resultar.
– De acuerdo, cuelgue -dijo.
– ?Que? ?Por que?
– ?Cuelgue! Y le dare la informacion.
Bosch cerro el telefono.
– Deme los nombres -dijo Mona.
Bosch le dio los nombres y ella se levanto y salio con porte enfadado. Apenas quedaba espacio para rodear la mesa, pero tenia el movimiento tan interiorizado por la practica que paso como una bailarina.
– ?Cuanto tardara? -pregunto Bosch.
– Lo que tarde -respondio ella desde la puerta, recuperando parte de su bravuconeria burocratica.
– No, Mona. Tiene diez minutos, nada mas. Despues sera mejor que no vuelva porque Whitey estara aqui esperandola.
La mujer se detuvo y lo miro. Bosch le guino un ojo.
Despues de que ella se levanto, Bosch tambien lo hizo y se coloco al otro lado de la mesa. La empujo cinco centimetros hacia la pared opuesta, estrechando el paso que quedaba detras de la silla de Mona Tozzi.
La mujer volvio al cabo de siete minutos, con un trozo de papel. Bosch se dio cuenta de que habia un problema en cuanto vio la expresion triunfante de Mona. Penso en la mujer a la que habian juzgado no hacia mucho por cortarle el pene a su marido. Tal vez era la misma cara que tenia esa esposa cuando salio con el miembro viril por la puerta.
– Bueno, detective Bosch, tiene usted un pequeno problema.
– ?Cual es?
Mona empezo a rodear la mesa e inmediatamente su grueso muslo choco con la esquina de formica. Parecia mas embarazoso que doloroso. Tuvo que aletear con los brazos para recuperar el equilibrio y el impacto de la colision sacudio el escritorio y volco la botella. El liquido rojo empezo a filtrarse por la pajita en el calendario de mesa.
– ?Mierda!
Mona rapidamente termino de rodear la mesa y enderezo la botella. Antes de sentarse miro el escritorio, sospechando que lo habian movido.
– ?Esta usted bien? -pregunto Bosch-. ?Cual es el problema con las direcciones?
La mujer no hizo caso de la primera pregunta, se olvido de la verguenza y miro a Bosch con una sonrisa. Se sento. Hablo mientras abria el cajon del escritorio y sacaba un fajo de servilletas robadas de la cafeteria.
– Bueno, el problema es que no creo que hable con el ex detective Claude Eno pronto. Al menos, no creo que lo haga.
– Esta muerto.
Mona empezo a secar las gotas.
– Si. Los cheques los recibe su viuda.
– ?Y McKittrick?
– Veamos, con McKittrick hay una posibilidad. Tengo aqui su direccion. Esta en Venice.
– ?En Venice? ?Que problema hay?
– En Venice, Florida.
Mona sonrio, complacida consigo misma.
– Florida -repitio Bosch.
No tenia ni idea de que hubiera una Venice en Florida.
– Es un estado, esta al otro lado del pais.
– Ya se donde esta.
– Ah, y otra cosa. La direccion que tengo es solo un apartado de correos. Lo lamento.
– Si, estoy seguro. ?Y un telefono?
La mujer echo las servilletas humedas en una papelera que habia en la esquina de la sala.
– No lo tenemos. Intentelo en informacion.
– Lo hare. ?Dice cuando se retiro?
– Eso no me lo pidio.
– Entonces deme lo que ha traido.
Bosch sabia que ella podia conseguir mas, que en algun sitio tenian que tener un numero de telefono, pero estaba coartado porque se trataba de una investigacion no oficial. Si iba demasiado lejos, lo unico que conseguiria seria que sus actividades se descubrieran y se vieran comprometidas.
Mona le tendio el papel. Bosch lo miro. Habia dos direcciones, el apartado de correos de McKittrick y el domicilio en Las Vegas de la viuda de Eno. Se llamaba Olive.
Bosch penso en algo.
– ?Cuando salen los cheques?
– Tiene gracia que lo pregunte.
– ?Por que?
– Porque hoy es final de mes. Siempre salen el ultimo dia del mes.
Eso era una oportunidad y Bosch sintio que se la merecia, que se la habia ganado. Cogio el papel que la funcionaria le habia dado, se lo guardo en el maletin y se levanto.