introducir esos codigos en el ordenador. Y ahora mismo tenemos un retraso de doce dias.
Hirsch senalo la pared de encima del ordenador. Habia un letrero con numeros que cambiaban. Como los letreros del sindicato de policias que decian X numero de dias desde la ultima muerte en acto de servicio.
SISTEMA AFIS
Las busquedas se procesan en 12 dias.
?No hay excepciones!
– Asi que, ya ve, no podemos colar a cualquiera que entra aqui y ponerlo encima del paquete, ?entiende? Ahora bien, si quiere rellenar un formulario de busqueda, puedo…
– Mira, se que hay excepciones. Especialmente en casos de homicidios. Alguien hizo esa busqueda para Burns y Edgar el otro dia. No esperaron doce dias. Las miraron de inmediato y resolvieron tres casos como si nada. -Bosch chasco los dedos.
Hirsch lo miro a el y luego de nuevo al ordenador.
– Si, hay excepciones. Pero llegan de arriba. Si quiere hablar con la capitana LeValley, tal vez ella lo apruebe. Si…
– Burns y Edgar no hablaron con ella. Alguien simplemente les busco las huellas.
– Bueno, entonces se hizo contra las normas. Debian de conocer a alguien que se las busco.
– Bueno, yo te conozco a ti, Hirsch.
– ?Por que no rellena un formulario y yo vere que…?
– Vamos, ?cuanto tiempo vas a tardar? ?Diez minutos?
– No, en su caso mucho mas. Esta tarjeta es una reliquia. Esta obsoleta. Tendria que pasarla por el Livescan, que entonces asignaria codigos a las huellas. Despues tendria que introducir los codigos manualmente. Entonces en funcion de las restricciones en la busqueda que quiera podria…
– No quiero ninguna restriccion. Quiero que se comparen en todas las bases de datos.
– Entonces el tiempo del ordenador podria ser de treinta o cuarenta minutos.
Con un dedo Hirsch se subio las gafas en el puente de la nariz como para puntuar su resolucion de no quebrantar las normas.
– Bueno, Brad -dijo Bosch-, el problema es que no se de cuanto tiempo dispongo para este caso. Seguro que doce dias no. De ninguna manera. Estoy trabajando en esto porque tengo tiempo, pero en cuanto reciba una llamada sobre un caso fresco se acabo. Asi son las cosas en homicidios. Asi que, ?estas seguro de que no hay nada que podamos hacer ahora mismo?
Hirsch no se movio. Se limito a mirar la pantalla azul. A Bosch le recordo el orfanato, donde los chicos literalmente se apagaban como un ordenador en reposo cuando los matones los hostigaban.
– ?Que estas haciendo ahora, Hirsch? Podemos hacerlo ahora mismo.
Hirsch lo miro un largo momento antes de hablar.
– Estoy ocupado. Y mire, Bosch, yo le conozco, ?vale? Lo de resolver viejos casos es una historia interesante, pero se que una mentira. Se que esta de baja por estres. Las noticias vuelan. Y ni siquiera deberia estar aqui y yo no deberia estar hablando con usted. Asi que por favor dejeme solo. No quiero meterme en lios. No quiero que la gente se forme ideas erroneas, ?vale?
Bosch lo miro, pero los ojos de Hirsch hablan vuelto a centrarse en la pantalla.
– Vale, Hirsch, deja que te cuente una historia real. Una…
– De verdad que no quiero mas historias, Bosch. ?Por que no se…?
– Vaya contarte esta historia y despues me voy, ?de acuerdo? Solo esta historia.
– Vale, Bosch, como quiera. Cuente la historia.
Bosch lo miro en silencio y espero a que Hirsch estableciera contacto visual, pero los ojos del tecnico de huellas seguian en la pantalla del ordenador como si esta fuera su refugio.
Bosch explico la historia de todos modos.
– Fue hace mucho tiempo, yo tengo casi doce anos y alli estoy nadando en esa piscina. Estoy debajo del agua, pero tengo los ojos abiertos y miro hacia arriba y veo el borde de la piscina. Veo esa figura oscura. Era dificil saber que era, lo veia todo ondulado. Pero vi que era un hombre y se suponia que no tenia que haber ningun hombre alli. Asi que subi a tomar aire y comprobe que no me habia equivocado. Era un hombre. Llevaba un traje oscuro. Se agacho y me agarro por la muneca. Yo era un alfenique. No le costo nada levantar me y sacarme del agua. Me dio una toalla para que me la pusiera en los hombros, me llevo a una silla y me dijo… me dijo que mi madre habia muerto. La habian asesinado. Dijeron que no sabian quien habia sido, pero quien habia sido habia dejado sus huellas dactilares. Dijo: «No te preocupes, hijo, tenemos sus huellas y son tan buenas como el oro. Lo encontraremos.» Recuerdo exactamente estas palabras: «Lo encontraremos.» Pero nunca lo hicieron. Y ahora voy a hacerlo yo. Esa es mi historia, Hirsch.
La mirada de Hirsch se poso en la tarjeta amarillenta del teclado.
– Mire, es un mal rollo, pero no puedo hacerla. Lo siento.
Bosch lo miro Un momento y se levanto lentamente.
– No olvide la tarjeta -dijo Hirsch.
La cogio y se la tendio a Bosch.
– La dejo aqui. Vas a hacer lo correcto, Hirsch. Lo se.
– No. No puedo…
– ?La dejo aqui!
El poder de su voz parecio impresionarle incluso a el mismo y al parecer asusto a Hirsch. El tecnico de huellas volvio a dejar la tarjeta en el teclado. Al cabo de unos segundos de silencio, Bosch se inclino y hablo con voz tranquila.
– Todo el mundo quiere tener la oportunidad de hacer lo que debe, Hirsch. Les hace sentirse bien interiormente. Aunque hacerlo no encaje exactamente en las reglas, a veces tienes que confiar en la voz interior que te dice lo que has de hacer.
Bosch volvio a levantarse y saco la billetera y un boli. Saco una de sus tarjetas y anoto en ella algunos numeros. La puso sobre el teclado, junto a la tarjeta impresa.
– Son los numeros de mi movil y de casa. No te molestes en llamar a comisaria, ya sabes que no estoy alli. Esperare tus noticias, Hirsch.
Bosch salio lentamente del laboratorio.
Mientras esperaba el ascensor, Bosch supuso que su esfuerzo para persuadir a Hirsch habia caido en saco roto. Hirsch era el tipo de hombre cuyas cicatrices externas ocultaban otras internas mas profundas. En el departamento habia muchos como el. Hirsch habia crecido intimidado por su propio rostro. Probablemente era la ultima persona que se atreveria a franquear los limites de su trabajo o a saltarse las normas. Un automata departamental mas. Para el, hacer lo correcto era no hacer caso a Bosch. O denunciarlo.,
Pulso el boton del ascensor de nuevo y penso en que mas podia hacer. La busqueda en el AFIS era una posibilidad remota, pero todavia queria hacerla. Era un cabo suelto, y toda investigacion que se precie debe investigar los cabos sueltos. Decidio que concederia un dia a Hirsch y que luego volveria a intentarlo con el. Si eso no funcionaba lo intentaria con otro tecnico. Probaria con todos ellos hasta que introdujeran en el ordenador las huellas del asesino.
El ascensor se abrio por fin y el se apretujo en su interior. Esa era una de las pocas cosas seguras en el Parker Center. Los polis venian y se iban, los jefes, incluso las estructuras de poder politico cambiaban, pero los ascensores siempre tardaban en llegar y cuando las puertas se abrian estaban llenos. Cuando las puertas se cerraron lentamente y la cabina empezo a descender, Bosch pulso el boton del sotano, que estaba sin iluminar. Mientras todos miraban con expresion ausente los numeros iluminados de la puerta, Bosch miro su maletin. Nadie hablo en aquel espacio reducido hasta que cuando el ascensor freno antes de su siguiente parada, Bosch oyo su nombre de pila pronunciado desde su espalda. Volvio lentamente la cabeza, sin saber si le estaban llamando a el o a algun otro Harry.