escuela y el distrito ya no necesitaba tantos maestros. Ofrecieron anos sabaticos y ella se tomo uno. Se fue de la ciudad.

– ?Tenia miedo de otro terremoto o tenia miedo de usted?

– La psiquiatra miro a Bosch a los ojos.

– ?Por que iba a tener miedo de mi?

Sabia que habia sonado demasiado a la defensiva.

– No lo se, solo estoy haciendo preguntas. ?Le dio algun motivo para que estuviera asustada?

Bosch vacilo. Era una cuestion que nunca se habia plantea do en sus pensamientos intimos acerca de la ruptura.

– Si se refiere al plano fisico, no. Ella no estaba asustada y yo no le di motivos para que lo estuviera.

Hinojos asintio con la cabeza y anoto algo en su bloc. A Bosch le molesto que tomara un apunte acerca de eso.

– Mire, no tiene nada que ver con lo que ocurrio en comisaria la semana pasada.

– ?Por que se fue? ?Cual fue la verdadera razon?

Bosch aparto la mirada, estaba enfadado. Asi era como iban a funcionar las entrevistas. Ella iba a preguntarle todo lo que quisiera, a invadirlo por alli donde viera un resquicio.

– No lo se.

– Esa respuesta no es valida aqui. Yo creo que lo sabe, o al menos tiene sus propias ideas acerca de por que se fue. Debe tenerlas.

– Descubrio quien era yo.

– Descubrio quien era usted, ?que significa eso?

– Tendra que preguntarselo a ella. Fue ella quien lo dijo. Pero esta en Venecia.

– Bueno, entonces, ?que cree que queria decir con eso?

– No importa lo que yo creo. Ella es la que lo dijo y ella es la que se marcho.

– No pelee conmigo, detective Bosch. Por favor. Lo que mas deseo es que recupere su trabajo. Como le he dicho esa es mi mision. Devolverle alli, si usted puede volver. Pero lo pone dificil siendo dificil.

– Tal vez fue eso lo que descubrio, tal vez es asi como soy.

– Dudo que la razon sea tan simple como eso.

– A veces yo no.

Hinojos miro su reloj y se inclino hacia adelante; su insatisfaccion por como se estaba desarrollando la sesion era patente.

– De acuerdo, detective. Entiendo lo incomodo que se siente. Vamos a seguir adelante, aunque sospecho que tendremos que volver sobre este asunto. Quiero que se lo piense un poco. Trate de expresar sus sentimientos con palabras.

Aguardo a que Bosch dijera algo, pero el no lo hizo.

– Tratemos de hablar otra vez de lo que ocurrio la semana pasada. Entiendo que se origino en un caso relacionado con el asesinato de una prostituta.

– Si.

– ?Fue brutal?

– Eso es solo una palabra. Significa cosas distintas para personas distintas.

– Cierto, pero para usted, ?fue un homicidio brutal?

– Si, fue brutal. Creo que casi todos lo son. Cuando alguien muere, para la victima es algo brutal.

– ?Y se llevo al sospechoso detenido?

– Si, mi companero y yo. O sea, no. El vino voluntariamente a responder a unas preguntas.

– ?Este caso le afecto mas que otros casos del pasado?

– Quiza, no lo se.

– ?Por que tendria que ser asi?

– ?Se refiere a por que me preocupo por una prostituta?

No lo hago. No mas que por cualquier otra victima. Pero en homicidios tengo una regla cuando se trata de los casos que me asignan.

– ?Cual es la regla?

– Todos cuentan o no cuenta nadie.

– Expliquelo.

– Solo lo que he dicho. Todo el mundo cuenta o nadie cuenta. Eso es. Significa que me dejo la piel para resolver el caso tanto si se trata de una prostituta como si se trata de la mujer del alcalde. Esa es mi regla.

– Entiendo. Ahora, veamos este caso en concreto. Me interesa oir su descripcion de lo que ocurrio despues del arresto y de las razones que motivaron su reaccion violenta en la comisaria de Hollywood.

– ?Esta grabando esto?

– No, detective, todo lo que me diga es confidencial. Al final de estas sesiones simplemente hare unas recomendaciones al sub director Irving. Los detalles de las sesiones nunca se divulgaran. Mis recomendaciones normalmente ocupan menos de media pagina y no contienen detalles de las entrevistas.

– Tiene usted mucho poder con esa media pagina.

La psiquiatra no respondio. Bosch penso un momento mientras la miraba. Penso que podria confiar en ella, pero su instinto y experiencia le decian que no se fiara de nadie. Ella aparentemente comprendia su dilema y espero.

– ?Quiere saber mi version?

– Si.

– Muy bien. Le contare lo que ocurrio.

Bosch fumo en el camino a casa, pero se dio cuenta de que lo que de verdad necesitaba no era un cigarrillo, sino una copa que le calmara. Miro el reloj y decidio que era demasiado temprano para parar en un bar. Se conformo con otro cigarrillo e irse a casa.

Despues de subir por Woodrow Wilson, aparco a media manzana de su domicilio y regreso caminando. Oia musica suave de piano. El sonido procedia de la casa de uno de sus vecinos, pero no sabia decir de cual. En realidad no conocia a ninguno de sus vecinos ni quien podia tener un pianista en la familia. Paso por debajo de la cinta amarilla extendida delante de su propiedad y entro a traves de la puerta de la cochera.

Aparcar calle arriba y ocultar el hecho de que vivia en su propia casa formaba parte de su rutina. El inmueble habia recibido la etiqueta roja que lo calificaba de inhabitable despues del terremoto y un inspector municipal habia ordenado su demolicion. Sin embargo, Bosch no habia acatado ninguna de las dos ordenes. Habia cortado el candado que bloqueaba la caja de electricidad y llevaba tres meses viviendo de este modo.

Era una casa pequena, con revestimiento exterior de madera de secuoya. Se alzaba sobre unos pilares anclados en el lecho de roca sedimentaria que se habia doblado para formar las montanas de Santa Monica, surgidas en el desierto durante las eras mesozoica y cenozoica. Los pilares habian resistido el terremoto, pero la casa en saledizo se habia desplazado por encima de ellos, saltandose parcialmente de los pernos instalados para resistir los temblores sismicos. Resbalo. Unos cinco centimetros. Pero eso era suficiente. A pesar de la corta distancia, el dano era grande. En el interior, el armazon de madera de la casa se doblo y los marcos de puertas y ventanas dejaron de estar en escuadra. Los cristales se hicieron anicos, la puerta delantera quedo cerrada de manera definitiva, bloqueada en un marco que se habia escorado hacia el norte con el resto de la edificacion. Si Bosch queria abrir esa puerta, probablemente necesitaria pedir prestado el tanque de la policia con el ariete. Tenia que valerse de una palanca para abrir la puerta de la cochera, que se habia convertido en la entrada principal a la vivienda.

Bosch habia pagado cinco mil dolares a una empresa constructora para que levantara la casa y la desplazara de nuevo los cinco centimetros que se habia deslizado. La habian colocado en su lugar y habian vuelto a atornillada a los pilares. Despues, Bosch se contento con trabajar cuando disponia de tiempo en reconstruir el mismo los marcos de las ventanas y las puertas interiores.

Lo primero fue el cristal, y en los meses posteriores reconstruyo los marcos y volvio a colgar las puertas interiores. Se basaba en libros de carpinteria y con frecuencia tenia que repetir dos y tres veces el mismo proyecto hasta que obtenia un resultado razonablemente satisfactorio. No obstante, disfrutaba de la actividad, e incluso le resultaba terapeutica. El trabajo manual se convirtio para el en un descanso de su labor en homicidios. Dejo la

Вы читаете El ultimo coyote
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату