puerta de la entrada tal y como estaba, a modo de saludo al poder de la naturaleza, y se conformo con entrar por la puerta lateral.

Todos sus esfuerzos no sirvieron para salvar la casa de la lista de estructuras condenadas del ayuntamiento. A pesar del trabajo de Bosch, Gowdy, el inspector de obras que habia sido asignado a esa zona de las colinas, mantuvo la etiqueta roja de las casas sentenciadas a la demolicion, y entonces empezo el juego del escondite por el cual Bosch entraba y salia de manera subrepticia, como un espia en una embajada extranjera. Clavo lonas de plastico negro en el lado interior de las ventanas que daban a la calle para que no saliera luz alguna. Y siempre buscaba a Gowdy. Gowdy era su perdicion.

Entretanto, Bosch contrato a un abogado para apelar la resolucion del inspector.

La puerta de la cochera ofrecia un acceso directo a la cocina. Despues de entrar, Bosch abrio la nevera, saco una lata de Coca-Cola y se quedo de pie ante el viejo electrodomestico, refrescandose con el aliento del refrigerador mientras examinaba su contenido en busca de algo adecuado para la cena. Sabia exactamente lo que habia en los estantes y en los cajones, pero miro de todos modos. Era como si esperara la aparicion por sorpresa de un bistec olvidado o de una pechuga de pollo. Seguia esta rutina con la nevera abierta con cierta frecuencia. Era el ritual de un hombre que estaba solo, y eso tambien lo sabia.

En la terraza de atras, Bosch se bebio el refresco y se comio un sandwich que consistia en pan de hacia cinco dias y rodajas de carne de un envase de plastico. Lamento no tener patatas chips para acompanarlo, porque indudablemente tendria hambre mas tarde si solo se alimentaba del sandwich.

Se quedo de pie en la barandilla mirando la autovia de Hollywood, casi al limite de su capacidad a causa de los residentes fuera de la ciudad que volvian a sus domicilios como cualquier otro lunes por la tarde. El habia escapado del centro de Los Angeles justo antes de que rompiera la ola de la hora punta. Tenia que tener cuidado de no pasarse de tiempo en sus sesiones con la psicologa del departamento, concertadas los lunes, miercoles y viernes a las tres y media. Se pregunto si Carmen Hinojos permitia que una sesion se alargara o bien la suya era una mision de nueve a cinco.

Desde su atalaya particular, Bosch veia casi todos los carriles que atravesaban el paso de Cahuenga en direccion norte hacia el valle de San Fernando. Estaba repasando mentalmente lo que se habia dicho durante la sesion, tratando de dilucidar si habia sido una sesion buena o mala, pero se despisto y empezo a observar el punto donde la autovia aparecia en el horizonte, al coronar el paso de montana. Distraidamente, elegia dos coches que alcanzaban juntos la cima y los seguia con la mirada por el segmento de la autovia que resultaba visible desde la terraza. Elegia a uno u otro y seguia la carrera, desconocida para los pilotos, hasta la linea de meta situada en la salida de Lankershim Boulevard.

Al cabo de unos minutos se dio cuenta de lo que estaba haciendo y se volvio, dando la espalda a la autovia.

– Joder -dijo en voz alta.

Supo entonces que mantener las manos ocupadas no bastaria mientras continuara apartado del trabajo. Volvio a entrar y cogio una botella de Henry de la nevera. En cuanto la hubo abierto sono el telefono. Era su companero, Jerry Edgar, y la llamada fue una bienvenida distraccion en medio del silencio.

– Harry, ?como van las cosas en Chinatown?

Como todos los polis temian en secreto que algun dia podrian derrumbarse a causa de las presiones del trabajo y convertirse en candidatos a las sesiones de terapia de la Seccion de Ciencias del Comportamiento del departamento, rara vez se referian a la unidad utilizando su nombre formal. Ir a las sesiones de la SCC solia llamarse «ir a Chinatown», porque la unidad se hallaba en Hill Street, a muchas travesias del Parker Center. Cuando se sabia que un poli iba alli corria la voz de que sufria el blues de Hill Street. El edificio de seis plantas en el que se hallaba la SCC se conocia como el edificio Cincuenta y uno cincuenta. No era el numero de la calle, sino el codigo con el que se referian a una persona demente en la radio de las patrullas. Este tipo de codigos formaba parte del proceso de menospreciar, y de este modo contener con mas facilidad, los propios temores.

– Me ha ido genial en Chinatown -dijo Bosch con sarcasmo-. Tendrias que probarlo algun dia. Una sesion y ya ha conseguido que me siente aqui a contar los coches de la autovia.

– Bueno, al menos no se te acabaran.

– Si, ?tu que tal?

– Al final Pounds lo ha hecho.

– ?Que ha hecho?

– Me ha enchufado otro companero.

Bosch se quedo un momento en silencio. La noticia le dejo una sensacion de irrevocabilidad. La idea de que tal vez nunca recuperaria su trabajo se abrio paso en su mente.

– ?Ah, si?

– Si, al final lo ha hecho. Me ha tocado un caso esta manana y ha puesto conmigo a uno de sus lameculos. Burns.

– ?Burns? ?De automoviles? Nunca ha trabajado en homicidios. ?Alguna vez ha trabajado en delitos contra personas?

Los detectives solian optar entre dos lineas en el departamento. Una era la de los delitos contra la propiedad y la otra la de los delitos contra personas. En la segunda via uno podia especializarse en homicidios, violaciones, asaltos o atracos. Los detectives de delitos contra personas llevaban los casos de perfil alto y solian ver a los investigadores de los delitos contra la propiedad como chupatintas. Habia tantos delitos contra la propiedad en la ciudad que los detectives pasaban la mayor parte de su tiempo tomando nota de denuncias y procesando alguna detencion ocasional. En realidad no hacian mucho trabajo de detectives, porque no les quedaba tiempo para eso.

– Siempre ha sido un chupatintas -dijo Edgar-, pero con Pounds eso no importa. Lo unico que le importa es tener a alguien en la mesa de homicidios que no le moleste. Y Burns es el tipo ideal. Seguramente empezo a cabildear para obtener el puesto en el mismo momento en que se entero de lo tuyo.

– Bueno, que se joda. Voy a volver a la mesa y entonces el volvera a coches.

Edgar se tomo un tiempo para responder, como si Bosch hubiera dicho algo que para el carecia de sentido.

– ?De verdad crees eso, Harry? Pounds no va a consentir que vuelvas despues de lo que hiciste. Cuando me dijo que iba a ponerme con Burns le dije que no se lo tomara a mal, pero que preferia esperar hasta que volviera Harry Bosch, y el me dijo que entonces tendria que esperar hasta hacerme viejo.

– ?Eso dijo? Bueno, que se joda el tambien. Todavia me quedan un par de amigos en el departamento.

– Irving sigue en deuda contigo, ?no?

– Supongo, pero ya veremos.

No continuo, preferia cambiar de tema. Edgar era su companero, pero nunca habian llegado al punto de confiar plenamente en el otro. Bosch desempenaba el papel de mentor en la relacion y le habria confiado su vida a Edgar, pero era un vinculo que se sostenia en la calle. Las cuestiones internas del departamento eran otro asunto. Bosch nunca se habia fiado de nadie, y no iba a empezar a hacerla en ese momento.

– Bueno, ?cual es el caso? -pregunto para cambiar de tema.

– Ah, si. Queria hablarte de eso. Es raro, tio. Primero el crimen es raro y mas todavia lo que ocurrio despues. El aviso se recibio de una casa de Sierra Bonita a eso de las cinco de la manana. Un ciudadano informo de que habia oido un sonido como de escopeta, pero amortiguado. Saco del armario su rifle de caza y salio a echar un vistazo. Es un barrio que ultimamente ha sido limpiado por los yanquis. Cuatro robos de casas solo en su manzana este mes. Asi que estaba preparado con el rifle. Bueno, el caso es que recorre el sendero de entrada con el arma (el garaje esta en la parte de atras) y ve un par de piernas colgando de la puerta abierta de su coche, que estaba aparcado enfrente del garaje.

– ?Le disparo?

– No, eso es lo mas raro. Se acerco con el arma, pero el tipo del coche ya estaba muerto. Tenia un destornillador clavado en el pecho.

Bosch no lo entendia. Le faltaban datos, pero no dijo nada.

– El airbag lo mato, Harry.

– ?Que quieres decir con que el airbag lo mato?

– El airbag. El maldito yanqui estaba robando el airbag y

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