de alguna manera el chisme salto. Se hincho al instante y le clavo el destornillador justo en el corazon, tio. Nunca habia visto nada igual. Debia de tener el destornillador del reves o estaba usando el mango para golpear el volante. Todavia no lo sabemos con certeza. Hablamos con un tecnico de Chrysler y nos dijo que si sacas la cubierta protectora como hizo ese tipo, incluso la electricidad estatica puede dispararlo. Nuestro difunto llevaba un jersey. No se, tal vez fuera eso. Burns dice que es la primera victima de la electricidad estatica.

Mientras Edgar se reia entre dientes del humor de su nuevo companero, Bosch penso en la escena. Recordo un boletin informativo referente a los robos de airbags que se habia distribuido el ano anterior. Se habian convertido en un producto muy solicitado en el mercado negro. Los ladrones sacaban trescientos dolares por unidad a propietarios de talleres con pocos escrupulos. Los talleres los compraban por trescientos y cobraban a los clientes novecientos por instalar uno. Eso doblaba los beneficios que obtenian cuando los encargaban al fabricante.

– ?Entonces parece accidental? -pregunto Bosch.

– Si, muerte accidental, pero la historia no termina ahi. Las dos puertas del coche estaban abiertas.

– El muerto tenia un complice.

– Eso supusimos. Y si encontrabamos al cabron podiamos acusarlo bajo la ley de complicidad en homicidios. Asi que pedimos que los del laboratorio buscaran con el laser todas las huellas que pudieran sacar del coche. Las llevamos al laboratorio y pedimos a uno de los tecnicos que las escaneara y las mandara al AFIS, y ?sorpresa!

– ?Conseguisteis al companero?

– Irrefutable. Ese ordenador del AFIS tiene largo alcance, Harry. Coincidia con una huella archivada en una de las redes del Centro de Identificacion Militar de San Luis. Estuvo en el ejercito hace diez anos. De ahi sacamos la identificacion y despues conseguimos una direccion de Trafico. Lo hemos detenido hoy. Ha confesado. Va a desaparecer por una buena temporada.

– Parece un buen dia.

– Pero la cosa no termina ahi. Todavia no te he contado la parte rara.

– Pues cuentamela.

– ?Recuerdas que te he dicho que pasamos el laser por el coche y obtuvimos todas las huellas?

– Si.

– Encontramos otra mas. Esta era de la base de datos de crimenes. Un caso de Misisipi. Tio, todos los dias tendrian que ser como este.

– ?Cual fue el resultado? -pregunto Bosch, que se estaba impacientando con la manera que tenia Edgar de parcelar el relato.

– Coincidia con huellas puestas hace siete anos en la red por algo llamado Base de Datos de Identificacion Criminal de los Estados del Sur. Son cinco estados que juntos no suman la poblacion de Los Angeles. La cuestion es que una de las huellas que enviamos hoy coincidia con la del perpetrador de un doble homicidio en Biloxi en el setenta y seis. Un tipo al que los diarios llamaron el Asesino del Bicentenario porque mato a dos mujeres el Cuatro de Julio.

– ?El dueno del coche? ?El tio del rifle?

– Exacto. Sus huellas estaban en la cuchilla de carnicero que dejo clavada en el craneo de una de las chicas. Estaba bastante sorprendido cuando fuimos a su casa esta tarde. Dijimos: «Eh, cogimos al socio del tio que murio en su coche. Y, por cierto, estas detenido por doble asesinato, hijoputa.» Creo que alucino, Harry. Tendrias que haber estado alli.

Edgar rio sonoramente al telefono y Bosch, despues de solo una semana en el dique seco, entendio lo mucho que echaba de menos el trabajo.

– ?Coopero?

– No, no dijo una palabra. Si fuera tan estupido no habria salido impune de un doble asesinato durante casi veinte anos. Es una larga fuga.

– Si, ?que ha estado haciendo?

– Parece que se lo ha tomado con calma. Es dueno de una ferreteria en Santa Monica. Esta casado y tiene un hijo y un perro. Un caso de reforma total. Pero va de retorno a Biloxi. Espero que le guste la cocina del Sur porque no va a volver por aqui en una buena temporada.

Edgar se rio otra vez. Bosch no dijo nada. La historia le deprimia porque era un recordatorio de que ya no estaba en activo. Tambien le recordo la peticion de Hinojos de que definiera su mision.

– Manana vendran un par de agentes estatales de Misisipi -dijo Edgar-. Hable con ellos hace un rato y estan encantados.

Bosch no dijo nada durante un rato.

– Harry, ?sigues ahi?

– Si, solo estaba pensando en algo… Bueno, suena como un dia fantastico en la lucha contra el crimen. ?Como se lo ha tomado el intrepido lider?

– ?Pounds? Joder, se le ha puesto como un bate de beisbol. ?Sabes que esta haciendo? Esta tratando de averiguar una forma de colgarse las medallas por resolver tres asesinatos. Quiere apuntarse los casos de Biloxi.

La estratagema no sorprendio a Bosch. Era una practica extendida entre los jefes del departamento y los estadisticos anotarse puntos para los indices de resolucion de crimenes siempre que era posible. En el caso del airbag no se habia producido un asesinato, sino un accidente. No obstante, como el fallecimiento habia acontecido en el curso de la comision de un delito, la ley de California establecia que el complice podia ser acusado de la muerte del companero. Bosch sabia que basandose en la detencion por asesinato del companero, Pounds pretendia sumar un punto a la estadistica de casos resueltos. No lo equilibraria sumando un caso a la lista de crimenes cometidos, porque la muerte producida por el airbag habia sido accidental. Este pequeno paso de baile estadistico proporcionaria un importante impulso en el indice de homicidios resueltos por la Division de Hollywood, que en anos recientes habia amenazado continuamente con caer por debajo del cincuenta por ciento.

Y no satisfecho con el modesto salto que este fraude contable produciria, Pounds pretendia sumar tambien el doble asesinato de Biloxi a la estadistica. Despues de todo, podia argumentarse que su brigada de homicidios habia resuelto dos casos mas. Sumar tres casos a un plato de la balanza sin anadir ninguno al otro probablemente daria un impulso tremendo al indice general de casos resueltos, asi como a la imagen de Pounds como jefe de la brigada de detectives. Bosch sabia que Pounds estaria complacido consigo mismo y con los logros del dia.

– Dijo que nuestro indice subiria seis puntos -estaba explicando Edgar-. Estaba radiante, Harry. Y mi nuevo companero estaba feliz de haber hecho feliz a su hombre.

– No quiero oir nada mas.

– No me lo creo. Bueno, ?que estas haciendo para mantenerte ocupado ademas de contar coches en la autovia? Debes de estar mortalmente aburrido, Harry.

– La verdad es que no -mintio Bosch-. La semana pasada termine de arreglar la terraza. Esta semana voy a…

– Harry, te estoy diciendo que pierdes el tiempo y el dinero. Los inspectores van a descubrirte y te sacaran de casa de una patada en el culo. Despues demoleran el edificio ellos mismos y te enviaran la factura. Tu terraza y el resto de la casa terminaran en la parte de atras de un camion.

– He contratado a un abogado para que se ocupe.

– ?Y que va a hacer?

– No lo se. Quiero apelar la etiqueta roja. Es un tio con experiencia, dice que lo arreglara.

– Ojala. Sigo pensando que deberias derribarla y empezar de nuevo.

– Todavia no he ganado la loteria.

– Hay prestamos federales para damnificados. Podrias pedir uno y…

– Ya lo he solicitado, Jerry, pero me gusta mi casa tal y como es.

– Vale, Harry. Espero que tu abogado lo solucione. Bueno, he de irme. Burns quiere tomarse una cerveza en el Short Stop. Me esta esperando alli.

La ultima vez que Bosch habia estado en el Short Stop, un bar de polis cercano a la academia y al estadio de los Dodgers, todavia habia en la pared pegatinas que decian: «Yo apoyo al jefe Gates.» Para la mayoria de los polis, Gates era un rescoldo del pasado, pero el Short Stop era un lugar donde la vieja guardia iba a beber y a recordar un departamento que ya no existia.

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