Bosch miro a Olive Eno para recalcar su argumento. La otra mujer se quedo un buen rato en silencio antes de optar por la ofensiva.
– Mire, podria conseguir un poder del abogado. Mirela. No seria un problema. Yo cuido de ella, senor.
– Si, le sirve su salsa de manzana.
– No tengo nada que ocultar.
– ?Quiere que alguien se asegure o prefiere que termine aqui? En realidad, no me importa lo que usted haga, senora. Ni siquiera me importa si usted es de verdad su hermana. Si tuviera que apostar diria que no. Pero ahora mismo no me importa. Estoy ocupado. Solo quiero mirar esos papeles de Eno.
Bosch se detuvo y dejo que la mujer lo pensara. Miro su reloj.
– Entonces no hay orden de registro, ?verdad?
– No, no tengo ninguna orden. Tengo un taxi esperando. Si me hace conseguir esa orden no voy a ser un tipo tan amable.
La mujer miro a Bosch de arriba abajo, como para calibrar lo amable y no amable que podia ser.
– El despacho esta por ahi.
Elizabeth Shivone pronuncio las palabras como si estas fueran virutas de madera arrancadas por un escoplo. Otra vez lo condujo con rapidez por el pasillo y despues a la izquierda hasta un estudio. Habia un viejo escritorio metalico como pieza central de la sala, un par de armarios de cuatro cajones, una silla adicional y poco mas.
– Despues de morir, Olive y yo pusimos todo en esos armarios y no hemos vuelto a mirarlos desde entonces.
– ?Estan llenos?
– Los ocho. Adelante.
Bosch metio la mano en el bolsillo y saco otro billete de veinte. Lo partio y le dio una mitad a Shivone.
– Dele esto a la taxista. Digale que voy a tardar un poco mas de lo que pensaba.
La mujer exhalo de manera audible, agarro el medio billete y salio del despacho. En cuanto ella se hubo marchado, Bosch se acerco al escritorio y abrio cada uno de los cajones. Los dos primeros estaban vacios. El siguiente contenia material de papeleria y articulos de oficina. El cuarto cajon contenia un talonario de cheques que Bosch miro por encima y vio que correspondia a una cuenta para cubrir los gastos domesticos. Tambien habia un archivador con recibos recientes y otros documentos. El ultimo cajon del escritorio estaba cerrado.
Empezo con los cajones de abajo del archivador y fue subiendo. En el primero no habia nada que pareciera remotamente conectado con el caso en el que Bosch estaba trabajando. Habia archivos con etiquetas con los nombres de diferentes casinos. Los archivos de otro cajon llevaban etiquetas con nombres de personas. Bosch miro por encima algunos de ellos y determino que estaban relacionados con estafas a casinos. Eno habia construido una biblioteca domestica de inteligencia. Para entonces, Shivone habia vuelto de su recado y se habia sentado en la silla situada al otro lado del escritorio. Estaba observando a Bosch y este le lanzo algunas preguntas al azar sobre lo que estaba viendo.
– ?Que hacia Claude para los casinos?
– Era el perro guardian.
– ?Que significa eso?
– Era algo un poco secreto. Circulaba por los casinos, jugaba con fichas de la casa y observaba a la gente. Era bueno descubriendo las trampas y como las hacian.
– Supongo que hay que ser un tramposo para descubrir a otro.
– ?Que se supone que quiere decir con eso? El hacia un buen trabajo.
– Estoy seguro. ?Asi la conocio a usted?
– No voy a responder a sus preguntas.
– Por mi no hay problema.
A Bosch solo le quedaban los dos cajones de arriba. Abrio uno y descubrio que no contenia ningun archivo, solo una agenda de hojas giratorias vieja y cubierta de polvo y otros elementos que probablemente en algun momento habian estado encima de una mesa de escritorio. Habia un cenicero, un reloj y un portaboligrafos hecho de madera labrada con el nombre de Eno grabado.
Bosch saco la agenda giratoria y la puso encima del armario. Le quito el polvo y empezo a pasar las hojas hasta que llego a la C. Miro las tarjetas, pero no vio ninguna de Arno Conklin. Se encontro con un fracaso similar cuando trato de descubrir una tarjeta de Gordon Mittel.
– No pensara mirarla toda, ?verdad? -pregunto Shivone, exasperada.
– No, simplemente voy a llevarmela.
– Ni hablar. No puede entrar aqui y…
– Me la llevo. Si quiere presentar una denuncia, adelante. Yo presentare una denuncia contra usted.
La mujer se callo despues del ultimo ataque. Bosch paso al siguiente cajon y descubrio que contenia unos doce expedientes de viejos casos del Departamento de Policia de Los Angeles de la decada de 1950 y principios de la de 1960. Tampoco tenia tiempo para estudiarlos, pero se fijo en las etiquetas y no habia ninguna con el nombre de Marjorie Lowe. Al sacar al azar algunos de los expedientes le quedo claro que Eno habia hecho copias de archivos de varios casos para llevarselos cuando dejara el departamento. De los que miro, todo eran asesinatos, incluidos los de dos prostitutas. Solo uno de los casos estaba cerrado.
– Vaya a buscarme una caja o una bolsa para estas carpetas -dijo Bosch por encima del hombro. Cuando sintio que la mujer no se habia movido, bramo-: ?Hagalo!
Elizabeth se levanto y salio. Bosch se quedo de pie mirando los expedientes y pensando. No tenia idea de si eran importantes o no, solo sabia que tenia que llevarselos por si resultaba que si lo eran. Pero lo que le inquietaba, mas que los expedientes que habia en el cajon, era la sensacion de que ciertamente faltaba algo. La idea se basaba en su fe en McKittrick. El detective retirado estaba seguro de que su antiguo companero, Eno, tenia algun tipo de control sobre Conklin, o al menos, algun tipo de trato con el. Pero alli no habia nada al respecto. Y a Bosch le parecio que si Eno tenia alguna carta para sobornar a Conklin seguiria alli. Si guardaba viejos archivos del departamento, entonces guardaba algo sobre Conklin. De hecho, lo habria guardado en lugar seguro. ?Donde?
La mujer volvio y dejo una caja de carton en el suelo. Bosch puso en ella una pila de carpetas de un palmo de grosor junto con la agenda giratoria.
– ?Quiere un recibo? -pregunto.
– No, no quiero nada de usted.
– Bueno, todavia hay algo que necesito.
– Esto es el cuento de nunca acabar.
– Espero que acabe.
– ?Que quiere?
– Cuando Eno murio, ayudo a la vieja senora (eh, a su hermana), la ayudo a vaciar el deposito de la caja fuerte.
– ?Como sa…?
La mujer se detuvo, pero ya habia dicho suficiente.
– ?Como lo se? Porque es obvio. Lo que estoy buscando lo habria guardado en un lugar seguro. ?Que hizo con ello?
– Lo tiramos todo. No tenia ningun sentido. Solo eran viejos archivos y extractos bancarios. No sabia lo que hacia. El tambien era viejo.
Bosch miro su reloj. Se le estaba acabando el tiempo si no queria perder el avion.
– Deme la llave del cajon del escritorio.
La mujer no se movio.
– Dese prisa. No tengo mucho tiempo. O lo abre usted o lo abrire yo. Pero si lo hago yo, ese cajon no le va a servir mas. Ella busco en el bolsillo de su bata y saco las llaves de la casa. Se inclino, abrio el cajon del escritorio y se aparto.
– No sabiamos que era todo eso ni que significaba.
– No importa.
Bosch se acerco al cajon y miro en su interior. Habia alli dos carpetas finas y dos paquetes de sobres unidos con gomas elasticas. La primera contenia el certificado de nacimiento de Eno, su pasaporte, licencia matrimonial y otros documentos personales. La siguiente contenia formularios del Departamento de Policia de Los Angeles y Bosch no tardo en reconocer los informes que habian sido extraidos del expediente de la investigacion del asesinato