– No lo se, Bosch, que tu me debas una es como que una puta con sida me diga que me regala un polvo si le pago por el primero. -Sakai se rio de su comparacion.
– Vale, muy bien.
Bosch se volvio y empujo la puerta, conteniendo la rabia.
Habia dado dos pasos en el pasillo cuando oyo que Sakai lo llamaba de nuevo. Justo como habia esperado. Respiro hondo y volvio al salon.
– Vamos, Bosch, no he dicho que no fuera a ayudarte. Mira, he leido tu historia en el periodico y lo siento por lo que estas pasando, ?vale?
Si, claro, penso Bosch, pero no lo dijo.
– Vale -dijo.
– ?Que necesitas?
– Necesito conseguir un juego de huellas de uno de los clientes de la nevera.
– ?Cual?
– Mittel.
Sakai senalo con la cabeza el periodico, que habia vuelto a dejar en la mesa.
– Ese Mittel, ?eh?
– Solo conozco uno.
Sakai se quedo en silencio mientras sopesaba la peticion.
– Sabes que entregamos las huellas a los agentes asignados a los homicidios.
– Corta el rollo, Sakai. Sabes que lo se y sabes si has leido el diario que yo no soy el agente investigador. Pero aun asi necesito las huellas. ?Vas a conseguirlas para mi o estoy perdiendo el tiempo contigo?
Sakai se levanto. Sabia que si se retiraba despues de haber dado un primer paso, Bosch ganaria una posicion superior en el inframundo de interaccion masculina y en todos los tratos que siguieran.
Si Sakai seguia adelante y obtenia las huellas, entonces la ventaja seria obviamente para el.
– Calmate, Bosch. Voy a ir a buscar las huellas. ?Por que no te sirves una taza de cafe y te sientas? Solo pon una moneda de veinticinco en la caja.
Bosch detestaba la idea de estar en deuda con Sakai por nada, pero sabia que merecia la pena. Las huellas eran la unica forma que conocia para cerrar el caso. O para abrirlo de nuevo.
Bosch se tomo una taza de cafe y en quince minutos el investigador del forense habia vuelto. Todavia sacudia la tarjeta para que la tinta se secara. Se la paso a Bosch y fue al mostrador a servirse otra taza de cafe.
– ?Son de Gordon Mittel?
– Si, eso ponia en la etiqueta del dedo gordo del pie. Y, tio, se pego una buena caida.
– Me alegro de oirlo.
– ?Sabes? Me suena que esa historia del diario no es tan solida como los tipos del departamento asegurais si estas colandote aqui a buscar las huellas de ese tipo.
– Es solida, Sakai, no te preocupes por eso. Y sera mejor que no me llame ningun periodista preguntandome si he ido a buscar huellas. O volvere.
– No te canses, Bosch. Coge las huellas y largate. Nunca he conocido a nadie que se empene tanto en que la persona que acaba de hacerle un favor se sienta mal.
Bosch tiro su taza de cafe en una papelera y empezo a salir.
Se detuvo en la puerta.
– Gracias.
La palabra le quemo en la boca. El tipo era un capullo.
– Solo recuerda que me debes una, Bosch.
Bosch miro de nuevo a Sakai, que estaba revolviendo la nata en la taza. Bosch volvio a entrar y metio la mano en el bolsillo. Cuando llego a la mesa saco una moneda de veinticinco centavos y la echo por la ranura en la caja de laton que era el fondo para el cafe.
– Te invito al cafe -dijo Bosch-. Ahora estamos en paz.
Salio y en el pasillo oyo que Sakai lo llamaba gilipollas.
Para Bosch era una senal de que todo podia ir bien en el mundo. Al menos en el suyo.
Cuando Bosch llego al Parker Center al cabo de quince minutos, se dio cuenta de que tenia un problema. Irving no le habia devuelto su tarjeta de identificacion porque esta formaba parte de las pruebas recuperadas de la chaqueta de Mittel en el
Bosch encontro a Hirsch ante su ordenador en la unidad de huellas y le pregunto si todavia tenia las sacadas de la hebilla del cinturon.
– Si, he estado esperando que pasara a recogerlas.
– Bueno, antes tengo unas huellas que quiero que compares con ellas.
Hirsch lo miro, pero vacilo solo un segundo.
– Vamos a verlas.
Bosch saco del maletin la tarjeta con las huellas que Sakai le habia dado y se la paso. Hirsch la miro un momento, girando la tarjeta para que reflejara mejor la luz cenital.
– Estas son muy claras. No le hace falta la maquina, ?no? Solo quiere comparadas con las huellas que trajo antes.
– Eso es.
– Vale, puedo mirarlas ahora mismo si quiere esperar.
– Quiero esperar.
Hirsch saco del escritorio la tarjeta con las huellas del cinturon y se llevo esa y la tarjeta del forense a la mesa de trabajo, donde las miro a traves de una lampara lupa. Bosch vio que sus ojos iban de un lado a otro como si estuviera mirando un partido de tenis.
Se dio cuenta mientras observaba el trabajo de Hirsch que mas que nada en el mundo queria que el tecnico lo mirara y le dijera que las huellas de las dos tarjetas correspondian a la misma persona. Queria que todo terminara. Queria dejarlo a un lado.
Al cabo de cinco minutos de silencio, el partido de tenis termino y Hirsch lo miro y le notifico el resultado.
Cuando Carmen Hinojos abrio la puerta de la sala de espera, parecio gratamente sorprendida de ver a Bosch sentado en el sofa.
– ?Harry! ?Esta bien? No esperaba verle aqui hoy.
– ?Por que no? Es mi hora, ?no?
– Si, pero he leido en el periodico que estaba en el Cedars.
– Me he dado de alta.
– ?Esta seguro de que deberia haber hecho eso? Tiene un aspecto…
– ?Horrible?
– No queria decir eso. Pase.
Le mostro el camino y despues cada uno ocupo su lugar habitual.
– En realidad teniendo en cuenta como me siento tengo un aspecto magnifico.
– ?Por que? ?Que ocurre?
– Porque todo fue por nada.
La declaracion de Bosch puso una expresion de perplejidad en el rostro de la psiquiatra.
– ?A que se refiere? He leido el articulo de hoy. Ha resuelto los asesinatos, incluido el de su madre. Esperaba que se sintiera de otra manera.
– Bueno, no crea todo lo que lee, doctora. Deje que clarifique las cosas. Lo que he logrado en mi llamada mision es causar que dos hombres fueran asesinados y que otro muriera a mis manos. He resuelto, veamos, he resuelto uno, dos, tres asesinatos, asi que eso esta bien. Pero no he resuelto el asesinato que buscaba resolver. En otras palabras, he estado corriendo en circulos causando que otra gente muriera. De modo que ?como espera que me sienta durante la sesion?
– ?Ha estado bebiendo?