habia una contradiccion. Todavia tenia casa. Simplemente no podia estar en ella por lo que habia ocurrido. En cambio, su mujer no iba a dejarla nunca.

– ?Cuando se divorciaron? -pregunto Rider.

– No estamos divorciados. Supongo que siempre pense que Robert se despertaria y se daria cuenta de que por mas que se alejara no podria huir de lo que habia ocurrido. Pense que un dia lo comprenderia y volveria a casa, pero ese dia todavia no ha llegado.

– ?Cree que conocia a todos los amigos de su hija? -pregunto Bosch.

Muriel penso en ello durante un buen rato.

– Hasta la manana en que desaparecio lo creia. Pero despues descubri cosas. Tenia secretos. Creo que esa es una de las cosas que mas me molestaron. No el hecho en si de que mantuviera secretos, sino que pensara que tenia que hacerlo. Creo que quiza si hubiera acudido a nosotros las cosas habrian sido diferentes.

– ?Se refiere al embarazo?

Muriel asintio con la cabeza.

– ?Que le hace creer que eso esta relacionado con lo que le ocurrio?

Solo el instinto materno. No tengo pruebas, pero creo que empezo con eso.

Bosch asintio con la cabeza, pero no podia culpar a la hija por mantener secretos. Cuando Bosch tenia la edad en la que murio Becky Verloren vivia solo, sin padres reales. No tenia idea de como habria sido esa relacion.

– Hablamos con el inspector Garcia -explico Rider-. Nos dijo que hace varios anos le devolvio el diario de su hija. ?Todavia, lo tiene?

Muriel parecio alarmada.

– Leo un trozo cada noche. No me lo van a quitar, ?verdad? ?Es mi biblia!

– Necesitamos que nos lo preste y hacer una copia. El inspector Garcia deberia haberla hecho entonces, pero no la hizo.

– No quiero perderlo.

– No lo perdera, senora Verloren, se lo prometo. Lo fotocopiaremos y se lo devolveremos enseguida.

– ?Lo quiere ahora? Esta junto a mi cama.

– Si, si puede conseguirlo.

Muriel Verloren los dejo y desaparecio por un pasillo que conducia hacia el lado izquierdo de la casa. Bosch miro a Rider y levanto las cejas para preguntarle su opinion. Rider se encogio de hombros, dando a entender que hablarian de eso despues.

– Una vez mi hija queria otro gato -susurro Bosch-. Mi ex dijo que con uno era suficiente. Ahora se por que.

Rider estaba sonriendo de manera inapropiada cuando Muriel volvio a entrar, cargada con un pequeno volumen con una cubierta de flores y las palabras «Mi diario» estampadas en relieve dorado. El dorado empezaba a descascararse. Habian manejado mucho el libro. Se lo dio a Rider, que se esforzo al maximo para cogerlo con reverencia.

– Si no le importa, senora Verloren, nos gustaria echar un vistazo -dijo Bosch-. Para relacionar lo que hemos visto y leido en el expediente con la distribucion real de la casa. ?Le importa que echemos un vistazo? Me gustaria ver la puerta de atras y tambien echar un vistazo detras de la casa.

La senora Verloren senalo con un brazo levantado el camino que tenian que seguir. Bosch y Rider se levantaron.

– Ha cambiado -dijo Muriel-. Antes habia terreno sin edificar alli arriba. Salias por nuestra puerta y ya estabas en la montana. Pero construyeron terrazas. Ahora hay casas de millones de dolares. Construyeron una mansion en el sitio donde encontraron a mi nina. La odio.

No habia nada que decir a eso. Bosch se limito a asentir y la siguio a la cocina a traves de un pasillo. Muriel abrio una puerta cristalera que conducia al patio de atras, y todos salieron. El patio estaba en una empinada pendiente que conducia a unos eucaliptos. A traves de los arboles, Bosch distinguio el tejado de estilo colonial de una casa grande y lujosa.

– Antes solo habia arboles -dijo Muriel-, ahora hay casas. Pusieron una verja. No me dejan subir como hacia antes. Creen que soy una vieja loca porque me gustaba subir alli en ocasiones a hacer picnic en el lugar donde encontraron a Becky.

Bosch asintio y penso por un momento en una madre que hace picnic en el sitio donde su hija fue asesinada. Trato de descartar la idea y concentrarse en el estudio de la ladera. Segun el informe de la autopsia, Becky Verloren solo pesaba cuarenta y cuatro kilos. No obstante, subirla por esa pendiente tuvo que ser toda una pugna. Se pregunto por la posibilidad de que hubiera habido mas de un asesino. Penso en Bailey Sable diciendo «los».

Miro a Muriel Verloren, que permanecia quieta y en silencio, con los ojos cerrados. Habia inclinado la cabeza de manera que el sol de ultima hora de la tarde le calentara la cara. Bosch se pregunto si se trataba de algun tipo de comunion con su hija perdida. Como si sintiera que la estaban mirando, Muriel hablo, pero mantuvo los ojos cerrados.

– Me encanta este sitio. Nunca me ire.

– ?Podemos ver la habitacion de su hija? -pregunto Bosch.

Muriel abrio los ojos.

– Solo sacudanse los pies al volver a entrar en casa.

Ella los condujo de nuevo al pasillo a traves de la cocina. La escalera empezaba junto a la puerta que daba al garaje. La puerta estaba abierta, y Bosch atisbo una furgoneta abollada rodeada de pilas de cajas y cosas que aparentemente Muriel Verloren habia recogido en sus rondas. Tambien se fijo en lo cerca que estaba la puerta del garaje de la escalera. No sabia si este hecho tenia algun significado, pero recordo que en el expediente se sugeria que el asesino se habia escondido en algun lugar del interior de la casa y habia esperado a que la familia se fuera a dormir. El garaje era el lugar mas probable.

El paso de la escalera era estrecho, porque en uno de los lados, y hasta arriba, se alineaban cajas de objetos comprados por Muriel. Rider subio delante. Muriel indico a Bosch que la siguiera, y cuando este paso a su lado le susurro:

– ?Tiene hijos?

Bosch asintio, sabiendo que su respuesta le haria dano.

– Una hija.

Ella repitio el mismo gesto con la cabeza.

– Nunca la pierda de vista.

Bosch no le dijo que vivia con su madre muy lejos de su vista. Simplemente asintio y empezo a subir la escalera.

En el segundo piso habia un rellano y dos habitaciones con un cuarto de bano entre ellas. El dormitorio de Becky Verloren estaba en la parte de atras y tenia ventanas que daban a la ladera de la colina.

La puerta estaba cerrada, y Muriel la abrio. Entrar en el dormitorio fue como dar un salto en el tiempo. Bosch vio las mismas fotos de diecisiete anos atras que habia estudiado en el expediente. El resto de la casa estaba lleno de basura y detritos de una vida desintegrada, pero la habitacion donde Becky Verloren habia dormido, hablado por telefono y escrito su diario secreto no habia cambiado. De hecho, la habian preservado mas tiempo del que habia vivido la chica.

Bosch se adentro en el dormitorio y lo observo en silencio. Ni siquiera el gato entraba alli. El aire olia fresco y limpio.

– Esta exactamente como el dia en que se fue -dijo Muriel-. Salvo que hice la cama.

Bosch miro la colcha de los gatos que se extendia pulcramente hasta el suelo.

– Usted y su marido estaban durmiendo en el otro lado de la casa, ?verdad? pregunto Bosch.

– Si. Rebecca estaba en esa edad en que queria su intimidad. Hay dos habitaciones abajo, una a cada lado de la casa. Su primera habitacion estaba alli, pero a los catorce anos se traslado aqui.

Bosch asintio y miro a su alrededor antes de preguntar nada mas.

– ?Con cuanta frecuencia sube aqui, senora Verloren? -pregunto Rider.

– Todos los dias. A veces cuando no puedo dormir (y me pasa muchas veces) vengo y me tumbo aqui. Aunque no me meto debajo de las sabanas. Quiero que sea su cama.

Bosch se dio cuenta de que otra vez estaba asintiendo con la cabeza, como si lo que la mujer decia tuviera sentido para el. Se acerco a una de las paredes. Habia fotos que se aguantaban en el marco del espejo. Bosch

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