– Probablemente mucho.

– La ultima vez que trabaje en el Parker Center era fumador. Cuando necesitaba caminar y pensar iba a la Union Station y compraba cigarrillos en el quiosco. Me gustaba el lugar. Hay sillas comodas en el vestibulo principal. O al menos las habia.

– Me parece bien.

Se encaminaron en esa direccion, tomando Los Angeles Street hacia el norte. El primer edificio que pasaron era el de la Administracion Federal, y Bosch se fijo en que las barreras de hormigon erigidas en 2001 para mantener a potenciales coches bomba lejos del edificio seguian en su lugar. La amenaza del peligro no parecia molestar a la gente que hacia cola desde la puerta del edificio. Estaban esperando para llegar a las oficinas de inmigracion, cada uno de ellos aferrado a sus documentos y preparandose para presentar una solicitud de ciudadania. Esperaban bajo los mosaicos de la fachada principal que representaban a gente vestida de angeles, con los ojos hacia arriba, esperando en el cielo.

– ?Por que no empiezas, Harry? -dijo Rider-. Hablame de Robert Verloren.

Bosch camino un poco mas antes de empezar.

– Me ha caido bien -dijo Bosch-. Esta saliendo del pozo. Prepara mas de un centenar de desayunos cada dia. Me dio un plato y estaba muy bueno.

– Y seguro que es mucho mas barato que el Pacific Dining Car. ?Que te ha contado para que estes tan furioso?

– ?De que estas hablando?

– Tu me interpretas y yo te interpreto. Se que te ha contado algo que te ha cabreado.

Bosch asintio. Sin duda no parecia que habian pasado tres anos desde la ultima vez que trabajaron juntos.

– Irving. O al menos yo creo que era Irving.

– Dime.

Bosch le explico la historia que Verloren le habia relatado hacia menos de una hora. Termino con la descripcion del padre de Becky, por limitada que fuera, de los dos hombres con placas que fueron a su restaurante y lo amenazaron para que se olvidara del enfoque racial.

– A mi tambien me suena a Irving -dijo Rider.

– Y uno de sus perritos falderos. Quiza fuera McClellan.

– Puede ser. Entonces ?crees que Verloren tiene razon? Ha estado mucho en el Nickel.

– Eso creo. Asegura que lleva tres anos sobrio esta vez. Aunque claro, despues de darle vueltas y mas vueltas a algo durante diecisiete anos, las percepciones no tardan en convertirse en hechos. Aun asi, me parece que todo lo que dice encaja con como esta hilvanado el caso. Creo que lo desviaron, Kiz. Iba en una direccion y lo desviaron en la contraria. Quiza sabian lo que se avecinaba, que la ciudad iba a arder. Rodney King no fue la gasolina, solo fue la cerilla. El ambiente se habia ido enrareciendo, y quiza los mandamases vieron este caso y dijeron que por el bien publico teniamos que ir en la otra direccion. Sacrificaron la justicia por Rebecca Verloren.

Estaban cruzando la autovia 101 por el paso elevado de Los Angeles Street. Ocho carriles de trafico lento humeaban debajo de ellos. El sol brillante se reflejaba en los parabrisas y en los edificios y el hormigon. Bosch se puso las Ray-Ban. El trafico era denso, y Rider tuvo que levantar la voz.

– No es propio de ti, Harry.

– ?El que?

– Buscar una buena razon para que ellos hubieran hecho algo mal. Normalmente buscas el angulo siniestro.

– ?Me estas diciendo que has encontrado el angulo siniestro en ese archivo de la UOP?

Rider asintio con tristeza.

– Eso creo -dijo ella.

– ?Y te dejaron entrar alli y conseguirlo?

– Subi a ver al jefe a primera hora de la manana. Le lleve un cafe de Starbucks; odia el de la cafeteria. Eso me valio la entrada. Luego le explique lo que teniamos y lo que queria hacer, y el resumen es que confia en mi. Asi que, mas o menos, me dejo echar un vistazo por Archivos Especiales.

– La Unidad de Orden Publico se creo y se desmantelo mucho antes de que el estuviera aqui. ?Lo sabia?

– Estoy seguro de que despues de aceptar el puesto le informaron. Quizas incluso antes de que lo aceptara.

– ?Le hablaste especificamente de Mackey y de los Ochos de Chatsworth?

– No especificamente. Solo le dije que el caso que nos asignaron estaba relacionado con una antigua investigacion de la UOP y que necesitaba acceder a Archivos Especiales para consultar un expediente. Envio a Hohman conmigo. Entramos, encontramos el archivo y tuve que mirarlo mientras Hohman estaba sentado conmigo al otro lado de la mesa. ?Sabes que, Harry? Hay un monton de expedientes en Archivos Especiales.

– Donde estan enterrados todos los cadaveres…

Bosch queria decir algo mas, pero no estaba seguro de como decirlo. Rider lo miro y lo interpreto.

– ?Que, Harry?

Al principio no dijo nada, pero ella espero.

– Kiz, dijiste que el hombre de la sexta confia en ti. ?Tu confias en el?

Ella lo miro a los ojos antes de responder.

– Como confio en ti, Harry. ?De acuerdo?

Bosch la miro.

– Con eso me basta.

Rider hizo amago de ir a girar por Arcadia, pero Bosch le senalo hacia el pueblo viejo, el lugar donde se habia fundado la Ciudad de Los Angeles. Queria ir por el camino largo y atravesado.

– No he estado aqui desde hace tiempo. Echemos un vistazo.

Atravesaron el patio circular donde los padres fundadores bendecian a los animales cada Pascua y despues pasaron el Instituto Cultural Mexicano. Siguieron la galeria comercial en forma de curva formada por quioscos de recuerdos y puestos de churros. Sonaba musica grabada de mariachis procedente de altavoces que no se veian, pero como contrapunto se oia el sonido en directo de una guitarra.

Encontraron al musico sentado delante de la casa mas antigua de la ciudad, la de Francisco Avila. Se detuvieron y escucharon mientras el guitarrista entrado en anos interpretaba una melodia mexicana que Bosch creia haber escuchado con anterioridad, pero que no podia identificar.

Bosch examino la estructura de adobe que habia detras del musico y se pregunto si don Francisco Avila tenia alguna idea de lo que estaba ayudando a poner en movimiento cuando reclamo el lugar en 1818. Desde ese lugar una ciudad creceria a lo alto y a lo ancho. Una ciudad tan grande como cualquier otra. Y tan peligrosa. Una ciudad de destino, una ciudad de invencion y reinvencion. Un lugar donde el sueno parecia tan sencillo de alcanzar como la senal que pusieron en una colina, pero tambien un lugar donde la realidad era siempre algo diferente. La carretera a esa senal en la colina tenia una verja cerrada delante.

Era una ciudad llena de gente que tenia y de gente que no tenia, de estrellas de cine y extras, de los que conducian y los que eran conducidos, de depredadores y presas. Los gordos y los hambrientos sin apenas espacio entre unos y otros. Una ciudad donde, a pesar de todo, cada dia habia colas de gente que esperaba detras de barreras contra coches bomba para entrar y quedarse.

Bosch saco el fajo de billetes del bolsillo y echo cinco dolares a la cesta del viejo musico. El y Rider cortaron despues a traves de la vieja Cucamonga Winery, cuyas salas en forma de tonel habian sido convertidas en galerias y puestos de artistas, y salieron a Alameda. Cruzaron la calle hacia la estacion de tren, cuya torre del reloj se alzaba delante de ellos. En la pasarela de delante pasaron un reloj de sol con una inscripcion tallada en su pedestal de granito.

Vision para ver

Fe para creer

Valor para actuar

La Union Station estaba disenada para ser espejo de la ciudad a la que servia y de la forma en la que se suponia que tenia que funcionar. Era un crisol de estilos arquitectonicos, donde entre otros se mezclaban el colonial espanol, el estilo mision, el art deco, el californiano, el morisco o el moderno. Pero a diferencia del resto de la

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