transgresiones. La clave de la resolucion del caso llego cuando Rider encontro a una prostituta que habia visto que una de las victimas se metia con un cliente en una furgoneta. Fue capaz de describir un tatuaje en una de las manos del cliente. Eso finalmente los condujo a Smith, que habia recopilado diversos tatuajes en varias prisiones del pais. Fue juzgado, declarado culpable y enviado al corredor de la muerte, donde todavia se resistia a la inyeccion letal con una bateria de recursos de apelacion.
Bosch cogio las fotos que mostraban los tatuajes del cuello, manos y biceps de Smith, todos los cuales estaban hechos con tinta de prision.
– Las necesitare alli arriba. Si te vas y has de cerrar el archivo puedo dejartelas en tu escritorio.
Edgar asintio.
– Vale. ?En que te has metido, tio? ?Vas a ponerte esta mierda en la piel?
– Exacto, quiero ser como Mike.
Edgar entorno los ojos.
– ?Esta relacionado con ese material de los Ochos de Chatsworth del que hablamos ayer?
Bosch sonrio.
– ?Sabes, Jerry? Tendrias que ser detective. Eres muy bueno.
Edgar asintio con la cabeza, resignado a soportar otro ataque sarcastico.
– ?Tambien te vas a rapar? -pregunto.
– No, no pensaba llegar tan lejos -dijo Bosch-. Creo que voy a ser una especie de
– Entiendo.
– Oye, ?estas ocupado esta noche? No creo que tarde mucho. Si quieres esperar y acabar el crucigrama, podriamos ir a comer un bistec en Musso’s.
Solo decirlo hizo que a Bosch le apeteciera el bistec. Y un martini de vodka.
– No, Harry, he de ir al otro lado de la colina, al Sportsmen's Lodge, por el asunto del retiro de Sheree Riley. Por eso estaba perdiendo el tiempo aqui. Estaba esperando que haya menos trafico.
Sheree Riley era una investigadora de delitos sexuales. Bosch habia trabajado con ella en alguna ocasion, pero nunca habian tenido una relacion proxima. Cuando el sexo y el crimen se entrelazaban, los casos normalmente eran tan brutales y dificiles que no habia sitio para nada que no fuera el trabajo. Bosch no sabia que se retiraba.
– Quiza podamos comernos ese bistec otro dia -dijo Edgar-. ?Vale?
– Claro, Jerry. Que vaya bien alli arriba y saludala y deseale buena suerte de mi parte. Y gracias por las fotos. Las dejare en tu escritorio.
Bosch retrocedio hacia el pasillo, pero oyo que Edgar maldecia. Se volvio y vio a su antiguo companero de pie y mirando en su cubiculo con los brazos extendidos.
– ?Donde ha ido a parar mi maldito lapiz?
Bosch examino el suelo y no lo vio. Finalmente, levanto la mirada y vio el lapiz encajado en las placas de absorcion de sonido del techo, encima de la cabeza de Edgar.
– Jerry, a veces lo que sube no baja.
Edgar miro al techo y vio su lapiz. Tuvo que saltar dos veces para recuperarlo. La puerta de la unidad de antivicio de la segunda planta estaba cerrada, pero eso no era raro. Bosch llamo y enseguida le contesto un agente al que Bosch no reconocio.
– ?Esta Vicki? Me esta esperando.
– Entonces pase.
El agente se aparto para dejar paso a Bosch. Vio que la sala no habia cambiado tan drasticamente con la remodelacion. Era una sala grande, con mesas de trabajo en ambos lados. Encima del espacio de cada agente de antivicio colgaba el poster enmarcado de una pelicula. En la Division de Hollywood solo se permitia colgar en las paredes los carteles de peliculas filmadas en la division. Encontro a Vicki Landreth en un puesto de trabajo, debajo de un cartel de
– Eh, Bosch -dijo Landreth.
– Hola, Vic. ?Todavia tienes tiempo para esto?
– Para ti, cielo, siempre tengo tiempo.
Landreth era una antigua maquilladora de Hollywood. Un dia veinte anos antes uno de los agentes fuera de servicio que trabajaban en la seguridad del plato la convencio de acompanarlo en el coche patrulla. El tipo solo trataba de ligar, esperando que tal vez la experiencia resultara excitante para ella y eso llevara a algo mas. A lo que llevo fue al ingreso de Londreth en la academia de policia. La maquilladora se convirtio en agente de reserva, trabajando dos turnos al mes en la patrulla y presentandose donde se la necesitaba. Despues, alguien de antivicio descubrio su trabajo durante el dia y le pidio que trabajara los dos turnos en antivicio, donde podian utilizarla para, hacer que los agentes encubiertos se parecieran mas a prostitutas, macarras, drogadictos o gente de la calle. Vicki no tardo en encontrar que el trabajo policial era mas interesante que el de las peliculas. Abandono la industria y se convirtio en policia a tiempo completo. Sus habilidades con el maquillaje eran muy valoradas y su nicho en la Division de Hollywood estaba asegurado.
Bosch le mostro fotos de los tatuajes de Michael Allen Smith y ella los estudio durante unos segundos.
– Simpatico, ?no? -dijo ella finalmente.
– De los que mas.
– ?Y quieres que haga todo esto esta noche?
– No, estaba pensando en los relampagos del cuello y quizas en el biceps, si puedes hacerlo.
– Es todo carcelario. No hay mucho arte. Un color. Puedo hacerlo. Sientate y quitate la camisa.
Ella lo condujo a un box de maquillaje donde el se sento en un taburete junto a un estante lleno de diversas pinturas corporales y polvos. En un estante superior habia cabezas de maniqui con pelucas y barbas. Debajo de estos alguien habia escrito los nombres de diversos supervisores de la division.
Bosch se quito la camisa y la corbata. Llevaba una camiseta debajo.
– Quiero que se vean, pero no quiero que resulte demasiado obvio -dijo-. Pensaba que podria funcionar si llevo una camiseta como esta y puede verse parte de los tatuajes asomando. Lo suficiente para saber lo que son y lo que significan.
– No hay problema. No te muevas.
Uso una tiza para marcar en la piel el lugar al que llegaban las mangas y el cuello de la camiseta.
– Estas seran las lineas de visibilidad -explico ella-. Solo dime cuanto quieres que sobresalga.
– Entendido.
– Ahora, quitatelo todo, Harry.
Ella lo dijo con indisimulada sensualidad. Bosch se quito la camiseta por encima de la cabeza y la dejo en una silla, junto con la camisa y la corbata. Se volvio de nuevo hacia Landreth y esta estaba estudiando su pecho y hombros. La maquilladora se inclino y le toco la cicatriz en el hombro izquierdo.
– Esta es nueva -dijo.
– Es vieja.
– Bueno, hace mucho que no te veia desnudo, Harry.
– Si, supongo que si.
– Cuando eras un chico de azul y podias convencerme de cualquier cosa, incluso de ingresar en la policia.
– Te convenci para que entraras en mi coche, no en el departamento. Eso fue culpa tuya.
Bosch se sintio avergonzado y sintio que se ruborizaba. Su relacion de veinte anos atras se habia desvanecido sin ningun otro motivo salvo que ninguno de los dos queria un compromiso con nadie. Siguieron caminos separados, pero siempre continuaron siendo amigos con derecho a roce, especialmente cuando Bosch fue trasladado a la brigada de homicidios de la Division de Hollywood, y trabajaban en el mismo edificio.
– Mira, te estas ruborizando -dijo Landreth-. Despues de tantos anos.
– Bueno, sabes…
No dijo nada mas. Landreth giro su taburete para colocarse mas cerca de Bosch. Se estiro y paso el pulgar sobre el tatuaje de la rata de los tuneles que tenia en la parte superior de su hombro derecho.
– Este lo recuerdo -dijo ella-. No se aguanta muy bien.
Landreth tenia razon. Las lineas del tatuaje que Bosch se habia hecho en Vietnam se habian difuminado y los