– ?Por que?

– Porque me lo hace muy real.

– Lo siento, pero va a ayudarnos. Se lo prometo. Me alegro de que lo hiciera. Gracias.

– Quiero hacer cualquier cosa que ayude.

– Gracias, Muriel. Escuche, queria decirle que localice a su marido. Hable con el ayer por la manana.

Hubo un largo silencio antes de que Muriel hablara.

– ?En serio? ?Donde esta?

– En la calle Cinco. Lleva un comedor de beneficencia para los sin techo. Les sirve desayunos. Pense que quiza le gustaria saberlo.

De nuevo hubo silencio. Bosch supuso que ella querria hacerle preguntas y el estaba dispuesto a esperar.

– ?Quiere decir que trabaja alli?

– Si. Ahora esta sobrio. Me dijo que desde hace tres anos. Supongo que primero fue a buscar comida y de algun modo se ha abierto camino. Ahora dirige la cocina. Y la comida es buena. Comi ayer alli.

– Ya veo.

– Eh, tengo un numero que me dio el. No es una linea directa. No tiene telefono en su habitacion. Pero es de la cocina y esta alli todas las mananas. Dice que la cosa se calma a partir de las nueve.

– De acuerdo.

– ?Quiere el numero, Muriel?

Esta pregunta fue seguida por el silencio mas largo de todos. Finalmente, Bosch respondio su propia pregunta.

– Le dire el que, Muriel. Yo tengo el numero, y si algun dia lo quiere solo ha de llamarme. ?De acuerdo?

– De acuerdo, detective. Gracias.

– De nada. Ahora he de irme. Esperamos que hoy haya novedades en el caso.

– Llameme, por favor.

– Sera la primera llamada que hare.

Despues de colgar, Bosch se dio cuenta de que hablar acerca de desayunos le habia abierto el apetito. Era casi mediodia y no habia comido nada desde el bistec de la noche anterior en Musso’s. Decidio que iria a la habitacion a descansar un rato y despues comeria tarde antes de presentarse a la vigilancia. Iria a Dupar’s en Studio City. Estaba de camino a Northridge. Las crepes eran la comida perfecta para una vigilancia. Pediria una pila de crepes con mantequilla que se asentarian en su estomago como arcilla y lo mantendrian lleno toda la noche si era necesario.

En el dormitorio, se tendio boca arriba y cerro los ojos. Trato de pensar en el caso, pero su mente vago al recuerdo etilico de cuando le pusieron el tatuaje en el brazo en un estudio sucio de Saigon. Al caer en el sopor del sueno, recordo al hombre con la aguja y su sonrisa y su olor corporal. Recordo que el hombre le dijo: «?Esta seguro? Recuerde que quedara marcado con esto para siempre.»

Bosch le habia devuelto la sonrisa y habia dicho: «Ya lo estoy.»

Entonces en su sueno el rostro sonriente del hombre se transformo en el de Vicki Landreth. Ella tenia una mancha de pintalabios rojo en la boca. Levanto una aguja de tatuar.

– Estas preparado, Michael -dijo ella.

– Yo no soy Michael -repuso el.

– Muy bien -dijo ella-. No importa quien seas. Todo el mundo se resiste a la aguja, pero nadie escapa de ella.

28

Kiz Rider ya estaba en el lugar de reunion cuando Bosch llego alli. Este bajo de su coche y se llevo el expediente del caso y los otros documentos al vehiculo de Rider, un Taurus sin identificar.

– ?Tienes sitio en el maletero? -pregunto antes de entrar.

– Esta vacio. ?Por que?

– Abrelo. Olvide dejar mi rueda de repuesto en casa.

Volvio a su coche, un Mercedes Benz ML 55, cogio la rueda de recambio de la parte de atras y la traslado al maletero de Rider. Luego, con un destornillador de la caja de herramientas, cambio las matriculas de su coche y puso las autenticas en el maletero. Entonces entro con ella y condujeron por Tampa hasta el centro comercial que habia al otro lado de la estacion de servicio en la que trabajaba Mackey. Marcia y Jackson, el equipo diurno, estaban esperando en su coche en el aparcamiento.

El espacio contiguo al de ellos estaba libre y Rider aparco alli. Todos bajaron las ventanillas para poder hablar y pasarse las radios sin tener que salir de los coches. Bosch cogio las radios, aunque sabia que el y Rider no iban a usarlas.

– ?Y bien? -pregunto Bosch.

– Bien, nada -dijo Jackson-. Parece que estamos taladrando en un pozo seco, Harry.

– ?Nada de nada? -pregunto Rider.

– No hay absolutamente ninguna indicacion de que haya visto el periodico o de que alguien al que conoce lo haya visto. Hemos hablado con la sala de sonido hace veinte minutos y este tipo no ha recibido ni una llamada telefonica. Ni siquiera ha tenido que salir con la grua desde que entro.

Bosch asintio. Todavia no estaba preocupado. A veces las cosas requerian un empujoncito y el estaba preparado para darlo.

– Espero que tengas un plan, Harry -dijo Marcia en voz alta. Estaba en el asiento del conductor de su coche y Bosch estaba en el otro extremo, en el lado del pasajero del coche de Rider.

– ?Quereis quedaros? -replico Bosch-. No hace falta esperar si no ha habido ninguna accion. Estoy preparado.

Jackson asintio.

– No me importa -dijo-. ?Vas a necesitar apoyo?

– Lo dudo. Solo voy a plantar una semilla. Pero nunca se sabe. No vendra mal.

– De acuerdo. Observaremos de todos modos. Por si acaso, ?cual sera tu senal?

Bosch no habia pensado en como enviar una senal si las cosas se torcian y tenia que pedir refuerzos.

– Supongo que hare sonar el claxon -dijo-. O ya oireis los tiros.

Sonrio y los demas asintieron con la cabeza. Rider salio del lugar para aparcar y se dirigieron de nuevo a Tampa, al coche de Bosch.

– ?Estas seguro de esto? -pregunto Rider al aparcar al lado del Mercedes.

– Estoy seguro.

Se habia fijado por el camino en que ella habia llevado consigo un archivo de acordeon. Estaba en el reposa brazos de entre los asientos.

– ?Que es eso?

– Como me has despertado temprano, he decidido trabajar. He rastreado a los otros cinco miembros de los Ochos de Chatsworth.

– Buen trabajo. ?Alguno de ellos sigue aqui?

– Dos de ellos siguen aqui, pero parece que han superado sus llamadas indiscreciones de juventud. No hay historiales. Tienen trabajos bastante buenos.

– ?Y los demas?

– El unico que todavia parece que es un creyente en la causa es un tipo llamado Frank Simmons. Vino desde Oregon cuando iba al instituto. Un par de anos despues se unio a los Ochos. Ahora vive en Fresno, pero cumplio dos anos en Obispo por vender ametralladoras.

– Podria servirme. ?Cuando estuvo alli?

– Espera un segundo.

Rider abrio el archivo y hurgo en el hasta que saco una pequena sub carpeta con el nombre de Frank Simmons. La abrio y le mostro a Bosch una foto de prision de Simmons.

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