emocionante relato.
Esperaba sobre todo la primera aparicion de Sharon Fields en el papel de la arrojada y seductora Gisele de Brinvilliers.
Y al final la vio aparecer en tamano gigante y magnifico tecnicolor.
Se estaba banando languidamente en una banera blasonada en forma de cisne, en el piso mas alto del castillo familiar, situado en las afueras del turbulento Paris.
Y Adam Malone se quedo absorto instantaneamente.
Era una vision eterea pero al mismo tiempo real, una mujer, una mujer falsamente angelical derramando atractivo sexual a manos llenas con el cabello rubio recogido en la parte superior de la cabeza, su perfil clasico no turbado todavia por las vicisitudes que la aguardaban y parte de su voluptuoso pecho desnudo sobresaliendo por encima del borde de la banera entre jabonosa espuma.
Otra escena.
Se hallaba envuelta en un lienzo blanco secandose y seduciendo con la silueta impecable de su figura a sus jovenes y enardecidos admiradores aristocratas.
Era la personificacion de la alegria riendose guturalmente con la cabeza echada hacia atras. Era la encarnacion de lo deseable, con sus orgasmicos ojos verdes semicerrados, la ardiente voz y los felinos andares. Era el simbolo de la libertad espiritual ahora ya totalmente vestida, con los jovenes pechos sobresaliendole del escote mientras atravesaba los bosques de su propiedad para dirigirse a una cita sin saber todavia que el Terror ya se estaba cerniendo sobre ella y su familia.
Nueva escena.
La dramatica revelacion del inminente peligro.
Nueva escena.
La huida nocturna con el conde y los demas en direccion al manicomio del doctor Belhomme.
Nueva escena.
La escasa y transitoria seguridad del manicomio.
Adam Malone se encontraba como clavado en la butaca perdido en sus antiguos ensuenos.
Era un modelo de perfeccion, la diosa femenina que encarnaba toda la feminidad y que, sin embargo, no era mas que una intocable imagen de la pantalla, una imagen inasequible e inalcanzable para la estirpe de los simples mortales.
Al aparecer en escena los cabecillas del Terror, Adam Malone parpadeo y recordo donde estaba y se miro el reloj.
Llevaba en el cine cincuenta y cinco minutos y sabia que tenia que marcharse inmediatamente para regresar al menos atrayente mundo de la realidad.
El reencuentro constituyo casi un trauma. Se puso las gafas ahumadas y abandono el local emergiendo a la bulliciosa y soleada calle principal de un lugar de California llamado Arlington.
Procurando librarse de su inexplicable confusion, corrio apresuradamente al aparcamiento en el que el achaparrado cacharro se estaba cociendo al sol.
Subio al vehiculo y se esforzo por identificar a la lejana diosa con la verdadera joven a la que finalmente habia conseguido poseer hacia dos noches y habia vuelto a poseer con mas exito si cabe la noche anterior.
Se inclino hacia el volante presa de la confusion. La Gisele de la pelicula de esta tarde del lunes y la Sharon de carne y hueso que le habia ofrecido su amor fisico el sabado y el domingo, no estaban en modo alguno relacionadas entre si.
Parecia que no pudieran fundirse en un solo ser. Gisele jamas hubiera permitido que la penetrara un don nadie, un sujeto vulgar y corriente como el.
En cambio, Sharon se lo habia permitido, le habia animado a hacerlo, le habia ayudado y habia gozado del memorable ayuntamiento casi tanto como el.
Era absurdo. Inesperadamente -cosa igualmente absurda-experimento una profunda y dolorosa emocion parecida a una perdida y se sumio en la tristeza. En aquellos momentos lamento haber ido al cine. No hubiera debido permitirse aquella huida temporal a la fantasia.
Poseia en la vida real algo que cualquier hombre de la tierra le hubiera envidiado y eso hubiera debido bastarle.
Malone suspiro y puso en marcha el vehiculo, dio un rodeo por una calleja y se dirigio hacia el lugar en que habia prometido recoger a Howard Yost.
Vio la farmacia y se acerco al bordillo justo en el momento en que un arrebolado y jadeante Howard Yost salia del edificio portando una gran bolsa llena de toda clase de paquetes de distintas formas y tamanos.
– Ya estamos -murmuro Yost dejando la bolsa en el elevado asiento posterior del cacharro-. Ahora espera un momento, tengo que traer otra cosa.
Desaparecio en el interior de la tienda y salio a los pocos segundos con otra bolsa de mayor tamano llena, al parecer, de articulos alimenticios.
Con la ayuda de Malone la coloco tambien en el asiento de atras.
– Ya esta todo -dijo-, podemos irnos.
En el momento en que Yost iba a tomar asiento al lado de Malone, un anciano encorvado, panzudo y calvo, con el rostro arrugado y la mandibula prominente, enfundado en una chaqueta blanca, salio corriendo de la farmacia llamando a Yost.
– ?Senor, un momento, senor!
Yost se volvio perplejo y le dijo a Malone:
– Es el viejo propietario de la farmacia. ?Que demonios querra? El propietario de la farmacia se aproximo a Yost casi sin aliento.
Sostenia en la mano un billete y algunas monedas.
– Olvide darle la vuelta -dijo-. No queria que se fuera sin entregarsela.
Yost acepto el dinero asintiendo satisfecho.
– Un hombre honrado -dijo-. Ojala hubiera muchos como usted. Muchas gracias.
– No quiero quedarme con nada que no me corresponda -dijo el anciano devotamente-. Encantado de servirle. Y ya me cuidare de pedir ese par de cosas que me ha encargado.
– Se lo agradecere mucho -le dijo Yost saludandole.
Subio al cacharro mientras el propietario de la tienda retrocedia unos pasos para admirar el vehiculo.
– Un bonito coche muy practico -dijo-. Yo tambien tenia uno para el rancho. Pero en la ciudad no me resultaba muy util. Los neumaticos no soportaban el asfalto. Tenga cuidado o se quedara sin ellos.
– Ahora los hacen distintos, abuelo -le aseguro Yost-. Son neumaticos especiales para todo uso que igual sirven para la tierra que para el asfalto.
El propietario examino los neumaticos y movio la cabeza en gesto de aprobacion.
– Si, ya veo. Cooper Sesenta. Tienen pinta de ser muy resistentes. Ojala hubiera dispuesto de ellos cuando tenia mi cacharro. Tal vez me compre otro algun dia.
– Deberia hacerlo -le dijo Yost-. Bueno, hasta la vista, abuelo. Y gracias por todo.
Malone puso en marcha el vehiculo, acelero y enfilo de nuevo la Avenida Magnolia dispuesto a regresar a las Gavilan Hills.
– Era un tio muy charlatan -dijo-. Espero que no te haya dirigido muchas preguntas.
– No le di tiempo. Le entregue una lista larguisima y le tuve ocupado hasta que llegaste.
– ?Que son esas cosas que va a pedir?
– Dejale -repuso Yost-. No vamos a estar aqui tanto tiempo como para que se las traigan. Un par de cosas que queria para Sharon y que el tipo no tenia. Oye, ?que tal ha sido la pelicula?
– Muy buena -repuso Malone concentrandose en el volante. No le apetecia aclarar sus confusas ideas.
– Ya te lo dije -anadio Yost pavoneandose-. Ninguna pelicula puede estar a la altura de lo verdadero y nosotros tenemos a lo verdadero esperandonos a menos de una hora de camino. -Saco un panuelo y se seco el sudoroso rostro-. Santo cielo, menudo calor.
– ?Por que no hacemos una de esas pausas que refrescan? -le pregunto Malone.
– ?A que te refieres?
– Tomar un bano.
– ?Y donde?
