hacer averiguaciones, por consiguiente no vayas ahora a negarlo.
– Muy bien -dijo ella-, no lo negare. Es mas, reconozco sinceramente que me ha sorprendido que lo supieras.
Se habia “sorprendido” efectivamente y tambien se habia desalentado un poco al comprobar la minuciosidad de sus planes. Ello demostraba que no habian dejado ningun cabo sin atar. Sin embargo, no debia desanimarse ni por eso ni por ninguna otra cosa.
El sujeto estaba hablando de nuevo y decidio prestarle atencion.
– Imaginate -le estaba diciendo-, imaginate ganar mas de un millon al ano a cambio de exhibir el pecho y agitar el trasero ante la camara. No es que quiera despreciarte, nena, pero tienes que reconocer que no es justo.
Ella asintio aparentando sinceridad.
– Siempre he reconocido que no es logico. Es claramente injusto. Pero asi es el mundo y no puede hacerse nada al respecto. Sin embargo, te mentiria si no te dijera que me alegro de que me haya ocurrido precisamente a mi.
Mira, al igual que suelen decir otras muchas personas, he sido rica y he sido pobre y ser rica es mejor.
Pero a veces reconozco que, cuando lo pienso siento escrupulos de conciencia pero, bueno, ?por que te molesto con mis remordimientos?
– No, sigue -dijo el.
Sharon observo que el tipo estaba empezando a demostrar interes y decidio seguir hablando.
– Experimento sentimientos de culpabilidad, ?sabes? Miro a mi alrededor. Veo a mucha gente buena y honrada trabajando duramente en oficinas, tiendas, fabricas, cumpliendo inestimables servicios, trabajando sin cesar ocho o mas horas al dia y cobrando ciento veinticinco, ciento setenta y cinco o doscientos cincuenta dolares a la semana, lo cual no es que este mal, pero, una vez deducidos los impuestos, no les queda mas que un sueldo esmirriado. Contraen deudas y siempre se encuentran con el agua al cuello.
Y miro a mi alrededor y veo lo que tengo. Aqui estoy, a los veintiocho anos. Trabajo duro, es cierto, pero no mas duro que otras personas. Y veo la recompensa que obtengo a cambio.
Una casa de veintidos habitaciones valorada en medio millon de dolares. Criados que me atienden en todos mis deseos.-Tres coches importados de carroceria especial. Vestidos sin cuento.
Suficientes inversiones como para permitirme no tener que trabajar, viajar a mi antojo y hacer lo que me venga en gana cuando me apetezca. Gracias a Felix Zigman. Es mi representante.
Y, ?sabes una cosa?, me averguenza tener tanto, cuando hay otros que tienen tan poco.
No es justo, tal como tu dices, pero asi es y no hay forma de que cambie la situacion.
Habia estado pendiente de todas y cada una de sus palabras tan fascinado como si ella fuera Sherezade.
– Si -dijo-, si, me alegro de que lo sepas. -Habia vuelto a fruncir el ceno-. Hablar de dinero.
Es el unico lenguaje que entiende la gente. El dinero, maldita sea. Le vio levantarse de la cama y vestirse en silencio.
– Pero te dire una cosa -anadio ella-. Te confieso que cuando desperte y me encontre aqui atada, comprendi por primera vez que el dinero no lo es todo. Comprendi que habia algo mas importante. La libertad.
Al principio, hubiera dado hasta el ultimo centimo a cambio de ser libre.
El siguio escuchandola sin dejar de vestirse y Sharon siguio hablando.
– Claro que, cuando tuvisteis la amabilidad de soltarme, mis sentimientos cambiaron.
Y, como tu sabes, no he echado de menos ninguno de los lujos superficiales que tengo en casa. Supongo que ello se debe a que he conseguido disfrutar de ciertas cosas que no se compran con dinero.
– Hermana, por lo que a mi respecta, no hay nada que no pueda comprarse con dinero -le dijo el abrochandose el cinturon.
– Tal vez. No se. Pero no se a que te refieres.
Si dispusieras de todo el dinero que quisieras, ?que te comprarias? ?Que harias con el?
– No te importa -contesto el con impertinencia-, ya se lo que haria.
– Dimelo.
– Otro dia. Ahora no tengo ganas. Gracias por permitirme utilizar el saco. Hasta manana. Y abandono la estancia.
Ella permanecio tendida y esbozo una sonrisa.
La idea de su cabeza habia cristalizado y tomado cuerpo, habia superado la primera prueba.
El vago chaleco salvavidas se habia transformado en una visible portezuela de salida.
En Las Vegas no apostarian demasiado por su exito. Las trampas eran numerosas. Un resbalon por el camino significaria la muerte instantanea. Pero no esforzarse por alcanzarlo tambien podia equivaler a la muerte.
Por consiguiente, no le quedaba ninguna otra alternativa. Ademas, era jugadora por naturaleza.
Veinte minutos mas tarde, Howard Yost, el vendedor de seguros, entro en el dormitorio cargado de cajas y paquetes como si creyera que habia llegado Navidad y el era Papa Noel. Deposito los regalos sobre la tumbona y le dijo:
– ?Todo es poco para mi amiga!
Ella chillo alborozada siguiendo el invisible guion, le abrazo, se dirigio corriendo hacia los regalos, y arranco los papeles de envoltura bajo la mirada complacida de su benefactor, satisfecho de su generosidad.
Mientras abria los regalos no pudo evitar percatarse de su vulgar camisa deportiva estilo hawaiano y de sus llamativos pantalones estilo Palm Springs, la charreria en persona, y espero que su estremecimiento de repugnancia lo hubiera interpretado el como un temblor de placer anticipado.
Se abrian ante sus ojos todos los dones de las Indias: un jersey de lana color purpura que seguramente rascaba, dos faldas cortisimas, una de ellas plisada y destinada seguramente a jugar al tenis con pantaloncitos debajo pero sin pantaloncitos, dos sujetadores transparentes, varias horquillas, una bolsa de maquillaje, mullidas zapatillas de dormitorio y un corto camison color de rosa.
– Ahora abre este -le dijo el senalandole una pequena caja.
La abrio y saco dos trocitos de fina tela de algodon blanco.
Un sujetador de bikini que a duras penas le cubriria los pezones y unas bragas de bikini que no eran mas que un parche frontal con un cordon.
Volvio a reirse con afrodisiaco deleite y le dio un beso.
– ?Justo lo que queria! ?Precioso! ?Como lo has adivinado?
– ?Y como iba a equivocarme sabiendo quien lo llevaria?
– Absolutamente perfecto -dijo ella canturreando-. Estoy impaciente por ponermelo.
– Y yo por vertelo puesto.
Recogio la bolsa del maquillaje, el bikini y las zapatillas y se dirigio danzando hacia el cuarto de bano, dejando la puerta entreabierta.
– Dejo la puerta asi para que podamos hablar -le grito-. Pero no mires hasta que este lista. Quiero darte una sorpresa.
– No mirare.
Mientras se quitaba la arrugada blusa de punto y la falda de cuero decidio no interrumpir la conversacion.
– Estoy muy orgullosa de ti. No has olvidado nada.
– Hasta cierto punto -le oyo decir-. No he olvidado nada de lo que me encargaste pero me temo que no he podido encontrarlo todo. Lo he intentado pero he fracasado un par de veces. Lo que ocurre es que en la ciudad no hay muchas tiendas.
Bastan y sobran para los habitantes que tiene. De todos modos habia algunas cosas muy bonitas.
– Ya lo creo -dijo ella para halagarle. Despues le pregunto-: ?Que es lo que no has podido encontrar?
– No tenian el perfume frances que tu querias.
– ?Cabochard de Madame Gres?
– Ni siquiera lo habian oido nombrar jamas. En su lugar te he comprado un perfume que se llama Aphrodisia. Espero que no te importe.
– Pues claro que no. Te lo agradezco mucho.
– Despues esas pastillas inglesas de menta llamadas Altoid tampoco las he encontrado.
– Ya me las apanare sin ellas. -Se dispuso a infligirle otra derrota-. ?Y los cigarrillos Largo?
– El propietario de la tienda habia oido hablar de ellos pero no tenia.
En cuanto a “Variety”, si hubieras pedido el “Hot Rod” hubiera sido estupendo, pero el “Variety” no sabia
