menta importadas?

– Pues, si -repuso Neuman confuso-. Altoid. En mi vida las habia oido nombrar. ?Usted si?

– Ya lo creo. Se las compro siempre a Sharon. Las importan de Inglaterra y vienen en unas cajas de hojalata rojiblanca. No es facil encontrarlas, por eso me extrana. ?Y dice que pidieron un perfume frances?

– Si -repuso Neuman asintiendo-. Lo he anotado pero no puedo pronunciarlo es…

– ?Es Cabochard de Madame Gres? -pregunto Nellie rapidamente.

– ?Exacto! ?Como lo sabe?

– Porque es el perfume preferido de Sharon. -Se dirigio al capitan Culpepper-. Creo que estoy exagerando un poco. Debe haber miles de mujeres que usan Cabochard y a las que gustan estas pastillas de menta para despues de las comidas.

– ?En Arlington, California? -pregunto Culpepper animandose subitamente-. No, eso no es nada corriente.

No ira usted a creer que es logico que pidiera ambas cosas un mismo cliente en una localidad tan pequena como Arlington, ?verdad?

– Desde luego que no -repuso Nellie mirando a Zigman que ahora se estaba acercando a ella.

– ?Le ha dicho alguna otra cosa la senora de la farmacia? -le pregunto Culpepper a Neuman.

– No tengo anotado nada mas. Me parece que no le hice demasiadas preguntas porque pense que no merecia la pena.

Culpepper se bajo rapidamente las mangas de la camisa y se abrocho los punos.

– Tal vez no tenga importancia pero tal vez la tenga. En momentos asi, cualquier cosa merece la pena. Sargento, ?dice usted que se lo han referido de oidas? Quiero decir si la dependienta que le ha facilitado la informacion se la oyo contar a su patron.

– Si, senor. Su patron, el senor Middleton, fue el que atendio al cliente.

Se le espera de un momento a otro pero he pensado que no merecia la pena esperarle.

– Pues, vamos a ver si merece o no la pena esperarle -dijo Culpepper dirigiendose con el sargento Neuman hacia la portezuela del remolque-. Acompaneme a esta farmacia. -Despues grito por encima del hombro-: Senorita Wright, senor Zigman sera mejor que vengan. Tal vez les necesitemos.

Cinco minutos despues, acompanados por el sargento Neuman, abandonaron el sofocante calor de las calles de Arlington y entraron en la pequena y desordenada farmacia con aire acondicionado.

Junto al mostrador de la caja registradora, un hombre calvo y panzudo de hombros encorvados -debia tener cerca de setenta anos-y una nariz y barbilla muy puntiaguda, estaba envolviendo un paquete y chismorreando con una oronda mujer de aspecto porcino.

El capitan Culpepper se dirigio a el sin esperar.

– ?El senor Middleton? El propietario siguio envolviendo sin levantar los ojos.

– En seguida estoy con usted.

– Lamento no poder esperar -dijo Culpepper abriendo la cartera y mostrandole la placa a Middleton-. Policia. Tengo que hacerles algunas preguntas. Es urgente.

Middleton le presto inmediatamente atencion.

– La policia. Claro. He oido decir que ha ocurrido algo en la calle -Estiro el cuello en direccion a la trastienda-. ?Senorita Schamberg! ?Quiere venir a terminarle de envolver el paquete a la senora Czarnecki? ?Tengo visita oficial!

Momentos mas tarde la senorita Schwnberg sustituyo a su patron junto al mostrador, y Middleton acompano al capitan Culpepper a la trastienda lejos del alcance del oido de cualquier cliente curioso.

– ?En que puedo ayudarle? -pregunto Middleton.

– No estoy muy seguro de que pueda ayudarme -repuso Culpepper indicandoles a Neuman, Zigman y Nellie que se acercaran-.

Tal vez se haya usted enterado de que se ha producido un importante delito.

– Acabo de saber que han secuestrado a Sharon Fields. No podia dar credito a mis oidos. En que tiempos vivimos. La proxima vez va a ser el presidente.

Si, lo he oido por radio. Y he sabido que uno de los secuestradores ha muerto al intentar recoger el dinero del rescate. Yo digo que le ha estado bien empleado.

– Oh, no -dijo Nellie mirando a Zigman angustiada.

– Me temo que ya se sabe -dijo Zigman sacudiendo la cabeza-. Ya lo sabe todo el mundo.

Culpepper no les presto atencion y se concentro en el propietario de la tienda.

– Senor Middleton estamos trabajando en este caso y buscamos desesperadamente una pista que pueda ayudarnos. Tenemos fundadas sospechas de que los secuestradores se encuentran por esta zona.

– ?Por esta zona? Vaya, ahora comprendo todo el jaleo.

– Si, y creemos que es posible que uno de los sospechosos acudiera a Arlington a efectuar algunas compras.

Hemos estado interrogando a distintos propietarios de establecimientos de esta ciudad. El sargento Neuman ha venido aqui hace cosa de media hora. Usted no estaba y ha hablado con la senorita Schomberg.

Ha sabido que un forastero aparentemente rico vino aqui un dia de las dos ultimas semanas, efectuo algunas compras y pidio varios articulos que eran bueno, que no eran muy corrientes, puesto que usted no los tenia y ordeno encargarlos.

– Me extrano un poco tratandose de una ciudad como esta -dijo Middleton moviendo la cabeza-.

Pero nos gusta servir bien a los clientes y los anote para que la senorita Schomberg los encargara.

Y ahora, poco antes de entrar ustedes, la senorita Schomberg me estaba diciendo que habia venido un investigador a hacerle unas preguntas y he echado un vistazo a la lista de encargos. Creo que la tengo en el bolsillo. -Se metio una nudosa mano en el bolsillo de la blanca bata de farmaceutico y saco la hoja de papel-. Aqui esta.

– El caballero que compro -dijo Culpepper-, pidio el perfume Cabochard de Madame Gres, ?verdad?

– Lo tengo aqui anotado.

– Y tambien pastillas de menta de importacion Altoid. ?Es eso?

– Tambien -repuso Middleton complacido. -?Tiene anotada alguna otra cosa?

El propietario de la drogueria y farmacia siguio leyendo la lista.

– Si, senor. Otra cosa. Largos. Dijo que eran unos cigarrillos como…

Nellie se adelanto excitada.

– ?Largos! -exclamo-. ?La marca de Sharon! Hace muchos anos que los fuma. No puede ser coincidencia.

– Ya veremos -dijo Culpepper levantando una mano y volviendo a dirigirse a Middleton-. ?Alguna otra cosa?

– Me temo que no -repuso Midleton doblando la hoja-. Estoy intentando recordar. Queria no se que publicacion. Jamas habia oido nombrarla. No me acuerdo.

– ?”Variety”? -le pregunto Zigman.

– Lo lamento, no puedo acordarme -dijo Middleton sacudiendo la cabeza-. Lo siento mucho. -Subitamente, su rostro compungido se ilumino con una sonrisa-. Recuerdo que compro otra cosa.

Queria uno de esos bikinis tan reducidos. Y yo le digo: '?De que talla?' Y el dice: 'La talla no la se, pero conozco sus medidas fundamentales'. Y me las indico y eran de las que hasta a un viejo impresionan -dijo riendose.

– ?Que medidas eran? -pregunto Culpepper.

– Yo diria que poco corriente. Eran noventa y cinco, sesenta y dos, noventa y tres.

Culpepper miro a Nellie que habia empezado a brincar de excitacion.

– ?Son las suyas! -exclamo esta muy orgullosa-. ?Noventa y cinco, sesenta y dos, noventa y tres! ?Son las de Sharon!

– Muy bien -dijo Culpepper sin inmutarse y mirando al anciano propietario de la tienda-.?Cuando estuvo aqui este cliente?

– A principios de semana. Debio ser el lunes o el martes.

– ?Cree usted que podria reconocerle si viera su fotografia?

– Es posible. Tal vez si. Viene tanta gente pero, si no me equivoco, era un hombre corpulento, amable y cordial, hizo algunos comentarios jocosos.

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