cualquiera de ellos bastaba para horrorizarla mentalmente.
Klatt y no Fields, ese habia sido su apellido y el de sus padres. Hazel y Thomas Klatt. Su padre, un inmigrante analfabeto, guardafrenos de los ferrocarriles de Chesapeake y Ohio, borracho, borracho de bourbon barato, que murio de una afeccion hepatica cuando ella tenia siete anos. Abandonandola y dejandola injustamente sola y esclavizada por Hazel (seguia sin poder llamarla su madre), que la odiaba porque era para ella un estorbo, que la obligaba a efectuar los trabajos domesticos, que no le hacia el menor caso en su afan de dedicar toda su atencion a los posibles futuros maridos.
Un padrastro, desde los nueve a los trece anos, otro borracho que apaleaba a Hazel (le estaba bien empleado) y que un dia se largo sin mas.
Otro padrastro, probablemente un tipo que debia limitarse a vivir maritalmente con Hazel, granjero y maniatico sexual, que miraba a la hijastra con lascivia y que la desperto una noche cuando ella tenia dieciseis anos con una garra entre sus piernas y otra sobre su busto.
A la tarde siguiente abandono su hogar y se fue a Nueva York. Todo aquello en Virginia Occidental, los primeros anos en una sucia buhardilla situada encima de unos locales de servicios religiosos de Logan. Mas tarde en una helada y esteril granja de las cercanias de Hominy Falls, en la zona de las montanas Allegheni, tierras de palurdos.
Mas tarde en una miserable casa de huespedes de una empinada y estrecha calleja de Grafton.
La escuela. Tres anos en una miserable escuela superior de Virginia Occidental. Tres meses de clases nocturnas en un colegio municipal de Nueva York. Seis semanas en una academia de secretariado de Queens. Por la noche en las salas cinematograficas mirando, sonando, procurando imitar.
Empleos. Camarera en Schrafft’s. Secretaria de una empresa de venta de automoviles. Vendedora de maiz tostado en un cine de reestreno. Empaquetadora de unos almacenes. Camarera de un bar. Recepcionista de un pequeno taller de confeccion. Mecanografa de una empresa de postales por correo.
Despues un dia el fotografo ?como se llamaba? ?Aquel joven de la cara llena de granos que habia cambiado el rumbo de su vida? Era colaborador libre de ciertas publicaciones especializadas. Estaba realizando un reportaje fotografico acerca de las postales.
La vio, le pidio permiso a su jefe para utilizarla en el reportaje al objeto de conferir a este garra y brillantez.
No faltaba mas. Le dedico diez carretes. Y los fines de semana, entusiasmado ante la sensualidad que decia se escapaba por sus poros, le hizo innumerables fotografias, una vez en la campina de Connecticut, otra en bikini en las playas de Atlantic City.
Mas entusiasmo. Le mostro las fotografias a un amigo suyo que trabajaba en una agencia de modelos. El amigo le aconsejo que siguiera un curso de modelo de tres meses de duracion. Ella se mostro de acuerdo.
Tenia por aquel entonces un amigo acomodado, subdirector de un hotel de la Avenida Park, y este le pago la matricula del curso a pesar de lo tacano que era, pero es que ella no estaba dispuesta a darle nada si no pagaba.
Aquel curso le enseno muchas cosas. Al terminar, abandono al subdirector de hotel y se hizo amiga de un redactor de una agencia publicitaria, que estaba casado y le pago el arreglo de la dentadura y las clases de diccion y el repaso de los ejercicios. Obtuvo varios trabajos de modelo, no los mejores pero si bastante aceptables.
Paso sujetadores, lenceria y bikinis para los compradores. Empezo a aparecer en anuncios de revistas vestida muy sucintamente con ropa interior y paso a las portadas, primero “U.S. Camera” y despues revistas para hombres, tres en dos meses.
Un agente de Hollywood de segunda categoria y ya en declive -?un agente!-la vio en la portada de una de las revistas para hombres, la localizo, se ofrecio a tomarla bajo su proteccion y llevarsela a Hollywood, pagarle el alquiler y entregarle dinero a cuenta hasta que consiguiera encontrarle trabajo en la television o el cine. Y se fue con el a Hollywood.
No era gran cosa, no disponia de despacho sino tan solo de telefono, vestia raidos trajes, era achaparrado y panzudo, olia a puro y a ajo, pero era su agente. Personalmente se conformaba con muy poco -un trabajo manual dos veces a la semana-; gracias, carino, muy bien. Y le encontro trabajo.
No precisamente en el cine pero muy cerca del cine. Actuo de azafata en salones del automovil, salones nauticos y cuatro convenciones. Fue uno de los muchos cuerpos que recibieron a los invitados en el transcurso de las inauguraciones de un restaurante y un supermercado.
Muy pronto se la vio del brazo de este actor en ascenso, de aquel otro y del de mas alla en fiestas y estrenos. Y todo aquello empezo a gustarle.
Su agente no sabia promocionar talentos. No inspiraba respeto ni autoridad. Solo le conseguia contactos de segunda mano. Pero a ella le gustaba. La palabra agente era el eufemismo que se utilizaba para designar a un rufian de categoria.
Sin embargo, ella no necesitaba ningun rufian. Se las apanaria mejor por su cuenta. Fue sin cesar de un lado para otro.
Un actor de caracter. Contactos. Un director de reparto. Algun que otro papelito secundario. Un fabricante de camaras. Mejores contactos. Un productor independiente. Dos papeles secundarios en cortometrajes.
Un acaudalado agente. Una presentacion. Un director de estudios viudo. Un contrato, algunas pruebas, otro papel secundario, un puesto permanente de azafata en sus fiestas de Palm Springs, un apartamento en el paseo Wilshire. Exhibicion.
El publico la descubrio y la publicidad se encargo de lo demas. Casi habia conseguido todo. Casi habia olvidado que todo aquello habia existido. Pero esta noche la habian obligado a recordarlo de nuevo.
El Sonador y los restantes monstruos, sometidos al lavado de cerebro de la leyenda, no se creerian la verdad porque no querrian creersela. Y, sin embargo, era su verdad, la atormentada odisea que desde la miseria de Virginia Occidental pasando por la infamia de Nueva York la habia conducido a la despiadada explotacion de Hollywood.
Los primeros anos de actriz habian sido los peores, el ofrecimiento de placeres, el hacer de geisha, el ofrecimiento de su carne y de su organo femenino con tal de alcanzar el exito. Habia sido afortunada porque lo habia alcanzado. Lo habia alcanzado y lo comprendio al llegar a los platos y comprobar que los hombres la necesitaban a ella mas de lo que ella les necesitaba a ellos.
Su primer papel estelar la habia liberado para siempre de su esclavitud en relacion con los hombres y habia sido libre a partir de entonces. Ahora, si bien se miraba, algo habia en su pasado que la tenia perpleja. En la autentica version de su historia siempre habia considerado que los hombres de su vida la habian explotado para satisfaccion de sus propios y egoistas placeres.
Y, sin embargo, volviendo a revisar su historia, era posible que otra persona la interpretara de otro modo. Tal vez hubiera podido decirse que los hombres no habian explotado a Sharon Fields en su propio beneficio tanto como Sharon Fields los habia explotado a ellos en el suyo.
Se esforzo por aclarar sus ideas. No cabia duda de que siempre habia creido que los hombres la habian explotado -y la habian explotado, vaya si lo habian hecho-, pero tampoco podia negarse que ella los habia utilizado constantemente y despiadadamente en su propio beneficio. Habia coqueteado y les habia atraido con la promesa del goce sexual.
Habilmente, para lograr sus propositos, habia manejado a los hombres, habia jugado con sus apetitos y debilidades y necesidades.
Les habia enfrentado unos con otros exigiendo y despues dando, siempre cambalacheando y comerciando y utilizandolos a todos en calidad de peldanos para ascender a la cumbre. Implacablemente y a sangre fria, en muy pocos anos, destrozando orgullos e incluso carreras, destruyendo matrimonios, habia utilizado a los hombres para ascender al pinaculo.
Pero tenia una excusa. Habia sido una chiquilla perdida en un tiranico mundo masculino.
Habia entrado en el mundo masculino con desventaja, sin el respaldo de la seguridad familiar, sin instruccion, sin dinero, sin inteligencia natural, un autentico ser primitivo.
No ambicionaba el dinero y la fama como no fuera para alcanzar aquello que siempre habia ansiado y estaba decidida a alcanzar: la seguridad, la libertad, la independencia y la propia identidad.
Habia conseguido ver cumplidos sus deseos porque era duena, por suerte suya, de la unica moneda que mas anhelan los hombres: la belleza. No obstante, se resistia a atribuir exclusivamente su exito a su rostro y a su cuerpo.
