El profesor echo la cabeza hacia atras y solto una carcajada.

– Pas possible.

– ?Que tiene eso de gracioso?

El profesor Aubert trato de contener la risa y paso un brazo por encima de los hombros de Randall, diciendo:

– Porque le jugo una broma, senor Randall. Ella le estaba… ?cual es la expresion?… ?Ah, si, claro! Le estaba tomando el pelo.

A Randall no le hizo gracia.

– No entiendo.

– Ya lo entendera. Vera usted, cualquiera que conozca algo acerca del Monte Atos, sabe que la senorita Monti jamas pudo haber estado ahi. Ella no podria poner un pie en esa peninsula, ni hace cinco anos ni hoy ni nunca. Que, ?no se lo mencione antes? La razon por la cual el Monte Atos es uno de los lugares unicos en el mundo es que a ninguna mujer se le permite cruzar la frontera de esa comunidad monastica. En mil anos, ninguna mujer ha estado ahi.

– ?Que?

– Es verdad, senor Randall. Desde el siglo ix, en virtud del voto de castidad y para reducir las tentaciones sexuales, las mujeres han sido excluidas del Monte Atos. En realidad, excepto por los insectos, las mariposas y las aves salvajes, que no pueden controlarse, cualquier hembra esta proscrita. En el Monte Atos existen gallos pero no hay gallinas, toros mas no vacas, carneros mas no ovejas. Hay gatos y perros, pero no del genero femenino. La poblacion es totalmente masculina. Nunca ha nacido un nino ahi. El Monte Atos es la tierra sin mujeres. Asi que le aseguro que cuando la senorita Angela le hablo de haber estado alli, solo estaba bromeando.

– Hablaba con absoluta seriedad -dijo Randall en un tono de voz casi inaudible.

Al observar el rostro de Randall, el profesor Aubert se torno grave.

– Tal vez quiso decir que el profesor Monti fue solo a ver al abad Petropoulos.

– Ninguno de los dos vio al abad -dijo Randall austeramente-, y el abad jamas ha visto el texto arameo de los papiros -Randall hizo una pausa-. Pero los vera, porque yo voy a mostrarselos. Profesor Aubert, ?como puedo llegar al Monte Atos?

VIII

Casi dos dias despues, increiblemente, Randall se encontraba ubicado en la Edad Media.

Era una soleada y temprana tarde griega, y ya habia llegado a su destino, el monasterio de Simopetra; un viejo edificio de piedra y madera con galerias exteriores y balcones voladizos sobre un lado del acantilado, a una altura de 365 metros sobre el Mar Egeo.

Llevando una ligera patequilla que contenia una muda de ropa y algunos articulos de tocador que habia comprado en Paris, asi como su portafolio debidamente cerrado con llave, Randall caminaba fatigadamente a traves de un polvoso patio. Adelante de el marchaba el monje recepcionista, el padre Spanos, un religioso de mediana edad que vestia una sotana morada y que lo habia recibido cuando llego en mula con su bizco y maloliente guia nativo, llamado Vlahos.

– Sigame, sigame -le habia dicho el padre Spanos por encima del hombro con un sonsonete que revelaba su gran acento en el idioma ingles, y Randall, falto ya de aliento, habia seguido al agil monje hacia el interior del monasterio de Simopetra, subiendo peldanos de madera, destartalados y empinados.

Desde abajo se elevaba en el aire el pesado y estruendoso sonido sordo de unos martillazos lentos, aunque el eco era mas parecido al del tanir de una campana lerda y ronca.

Randall se detuvo, asombrado por el sonido.

– ?Que es eso? -pregunto.

Llegaron a los ultimos escalones, el padre Spanos se giro hacia abajo y respondio, casi a gritos:

– La segunda llamada del semandron. Viene del martillo de madera que golpea contra un tablon de cipres, para convocar a nuestra comunidad de cien a orar. La primera llamada es a medianoche. La segunda, ahora despues de la comida del mediodia, es para cantar las horas y la liturgia. La tercera y ultima es antes de la puesta del sol.

Randall habia llegado a la parte superior de la escalera.

– ?Cuanto tiempo dura esta segunda oracion?

– Tres horas. Pero no tema, que no tendra que aguardar tanto al abad Petropoulos. El lo espera y sus devociones seran breves. -El monje puso al descubierto sus dientes de sierra-. Tiene hambre, ?no?

– Pues…

– Su comida esta preparada. Para cuando termine, el abad estara listo. Venga.

Randall prosiguio la caminata detras del padre Spanos, a lo largo de un amplio y humedo corredor encalado que estaba dividido por columnas bizantinas astilladas y una que otra pintura al fresco de santos con ojos saltones. Finalmente, entraron a la sala de recepcion, que parecia una celda y cuyas paredes habian sido recientemente pintadas de gris. En el centro de la habitacion yacia una mesa larga y dos pulidos bancos de madera. Habia solo un lugar puesto, con un plato de peltre y una jarra, tambien de peltre, que tenia encima una manzana verde a manera de tapon, un tenedor de estano de dudosa limpieza y una cuchara grande de madera.

El padre Spanos condujo a Randall al lugar que estaba puesto en la mesa.

– Ahora, comera -dijo el monje-. Despues de los alimentos, el abad lo recibira en su oficina, en el cuarto de juntas, que esta al lado.

– ?Como esta el abad? Supe que ha estado muy enfermo durante los ultimos cinco anos.

– Ha estado enfermo. Desordenes intestinales. Un periodo de fiebre tifoidea. Sin embargo, el abad tiene mucha resistencia. El clima, la vida espiritual, las hierbas medicinales secas y el poder derivado de tocar los santos iconos han devuelto al abad Petropoulos su fuerza. Esta recuperado.

– ?Ha viajado fuera de la comunidad en anos recientes?

– No. Excepto a Atenas, dos veces. Pero planea viajar fuera de Grecia prontisimo. -El padre Spanos se dio la vuelta y batio las palmas sonoramente-. Un acolito le servira ahora.

– Antes de que se vaya -dijo Randall- quiero hacerle una pregunta mas. He sabido que a ninguna mujer se le permite entrar a las santas comunidades de la peninsula. ?Es eso cierto?

El padre Spanos inclino ligeramente la cabeza y dijo con voz solemne:

– El edicto fue hecho hace diez siglos. Ninguna hembra, humana o animal, ha corrompido jamas nuestras comunidades. Tres excepciones. Una vez, en el ano de 1345, un rey servio trajo a su esposa a la costa. En tiempos mas recientes, la Reina Isabel de Rumania se acerco a un monasterio, al igual que Lady Stratford de Recliffe, esposa de un embajador britanico, pero ambas fueron rechazadas. Aparte de semejantes intentos provocados por el demonio, ninguna hembra ha estado aqui. Ejemplo: en 1938 murio aqui nuestro buen hermano Mihailo Tolto, a la venerable edad de 82 anos. Vivio y murio sin nunca haber visto a una mujer en toda su vida.

– ?Como fue esto posible?

– La madre del padre Tolto murio durante el parto. El fue traido a nosotros como infante a las cuatro horas de nacido. Llego a la edad viril, a la vejez, sin salir nunca de aqui, sin nunca haber puesto los ojos sobre una mujer. Un ejemplo mas. -La sonrisa serrada del monje reaparecio-. Un ginecologo griego, esclavizado por sus pacientes hembras, queria estar seguro de escapar de ellas para descansar y estar en paz. Vino a Atos a pasar unas vacaciones. Aqui, el lo sabia, ninguna de sus pacientes podria alcanzarlo o molestarlo. Es verdad. No tenemos tentaciones de Eva. Solo los hermanos y Dios. Espero que disfrute de nuestro humilde alimento.

No bien se habia retirado el padre Spanos cuando aparecio un timido acolito que vestia una sotana y que empezo a servir el almuerzo a Randall. La comida era sencilla: avena grumosa, trozos de pescado blanco, queso de oveja importado, medula vegetal, pan negro, cafe turco y una naranja. Angela, al igual que su guia, Vlahos, lo habian preparado para el pulpo cocido, pero ahora se alegraba de que le hubieran dado algo diferente. Y una jarra de vino tinto fuerte le habia dado mas sabor a lo que habia comido.

Sin embargo, Randall no pensaba en la comida, sino en lo que habia sucedido en Paris dos dias antes.

Angela Monti habia traicionado su fe. Le habia mentido. Le habia hablado de su visita al Monte Atos, el unico lugar sobre la Tierra en el que ella no pudo haber estado.

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