negligee, el casi se olvido de sus resoluciones. Habia correspondido al abrazo de ella, experimentando un hormigueo al aspirar el aroma de su perfume, al sentir contra el pecho la presion de sus esplendidos senos y el calor de su cuerpo. Pese a que trato de controlarse, habia reaccionado a su presencia. Despues de rozar con los labios la mejilla de Angela, finalmente se separo de ella y entro a la confortable habitacion del hotel.

Charlaron poco y de cosas sin importancia (acerca de la investigacion que ella habia hecho; del excesivo trabajo que el tenia en virtud del nuevo plazo), mientras ella preparaba un escoces doble con agua para Randall y se servia un conac. No habia podido lanzarse a un J'Accuse directo, y cada minuto que pasaba se hacia mas dificil iniciar el ataque a la honestidad de Angela… y la consecuencia que ello acarrearia.

El habia tratado de limitar la conversacion al trabajo, pero no era facil. Sin embargo, habia un disparo que queria hacer: el relativo a las fotografias, asi que saco a colacion el tema. Una gran variedad de fotos se requerian para la campana promocional y el habia esperado que Edlund llenara sus necesidades. Desafortunadamente, al fotografo sueco le habia ocurrido una desgracia. Randall le conto a Angela acerca del incendio en el cuarto oscuro, y ella se compadecio. Luego, Randall le recordo de su primera reunion en Milan, cuando ella le habia hablado de una coleccion de fotografias que poseia; fotografias que le habian tomado a su padre, y que el mismo habia tomado, durante la excavacion en Ostia Antica.

– ?Tienes esas fotografias aqui? -le pregunto-. Estoy especialmente interesado en ver cualquier fotografia que tu padre haya sacado de los papiros de Santiago cuando los descubrio; o, mejor aun, acercamientos fotograficos de los papiros originales despues de que fueron tratados quimicamente y prensados entre vidrios.

Si, Angela habia traido consigo a Amsterdam una variada coleccion de fotografias. Dirigiendose al armario, saco una caja de carton, la abrio y dejo caer docenas de fotografias sobre la alfombra verde al centro del cuarto.

Ahora, media hora despues, ambos se encontraban sentados en el piso, el sin la chaqueta y con las piernas cruzadas, examinando cada fotografia que ella le pasaba.

Para Randall, la memoria visual de la excavacion resulto fascinante. Entre otras cosas, le ofrecia su primera imagen del profesor Monti; un hombre de baja estatura, corpulento y de edad avanzada, con el rostro gentil y angelical de un organillero italiano. Aparecian tambien varios obreros italianos, sudando bajo el ardiente sol romano en las trincheras de la excavacion. Habian varias fotografias posadas de Angela y de Claretta, su hermana mayor, que era mas alta, mas delgada y menos hermosa que Angela, paradas junto a su padre en el campo del triunfo. Habia algunas fotografias del profesor Monti mostrando sus descubrimientos, pero el escrito arameo de los papiros se perdia en la distancia que habia entre el sujeto y la camara. Habia de todo, excepto lo que Randall buscaba.

Termino de ver la ultima fotografia y levanto la vista.

– Muy bien, Angela. Muchas de estas fotos seran utiles para nuestra campana publicitaria. Las vere nuevamente durante el fin de semana y sacaremos varias copias de las mejores.

Los ojos de Angela se fijaron en el.

– No pareces muy entusiasmado.

– Oh, son buenas. Supongo que yo esperaba… bueno… tal vez que tuvieras algunos acercamientos fotograficos de los papiros.

– Habia algunos, si la memoria no me falla -dijo ella-. Mi padre solia sentarse a examinar ciertas fotografias durante horas, antes de que su hallazgo fuera autenticado y arrendado por el Gobierno italiano a los editores. Papa incluso tomo clases de arameo, asi que podia leer los papiros con la misma facilidad con la que leia el italiano, el aleman o el ingles. Practicamente los memorizo todos; cada palabra, cada rasgo. ?Estaba tan orgulloso y enamorado de los papiros!

– ?Donde se encuentran esos acercamientos en estos momentos?

– No lo se. Trate de hallarlos para traerlos conmigo a Amsterdam, pero no pude encontrar uno solo. Le pregunte a mi padre, pero el es el tipico profesor distraido. No podia recordar donde los habia puesto. Yo supongo que no le importaba. Ya los habia fotografiado en su cerebro. Tal vez los entrego en el Ministerio, donde a su vez probablemente los cedieron al doctor Deichhardt -Angela se veia esperanzada-. Quiza le podrias preguntar al doctor Deichhardt.

– Si, supongo que podria hacerlo.

– De todos modos, yo pense que tu tenias tu propio juego, proporcionado por el senor Edlund.

– Solamente tengo… bueno, no importa. Solo queria ver otras fotografias.

Ella lo miraba inquisitivamente y el evadio su mirada, ocupandose en recoger laboriosamente las fotografias esparcidas sobre la alfombra para regresarlas a la caja de carton.

Cuando hubo terminado, Randall se dio cuenta de que Angela todavia lo miraba fijamente.

– Steven -dijo ella tranquilamente-, ?por que has estado eludiendome?

– ?He estado eludiendote?

– Si. Algo ha ocurrido. ?Cuando volveras a amarme?

El sintio que los musculos detras del cuello se le ponian tensos.

– Cuando pueda volver a creer en ti, Angela.

– ?No crees en mi ahora?

– No -le dijo lisa y llanamente-. No, no creo en ti, Angela.

Vaya. Por fin se lo habia dicho. Se sintio aliviado y nuevamente disgustado, y con derecho a estarlo. Afronto abiertamente la mirada de ella, en espera de sus protestas. Angela no hablo, ni dejo entrever reaccion alguna. Su hermoso rostro permanecio inmovil, salvo por varios pestaneos.

– Muy bien -dijo el-. Tu lo quisiste. Terminemos con el asunto de una vez.

Ella aguardo en silencio.

– No creo en ti porque ya no puedo creer en ti -le dijo-. Me enganaste la semana pasada, Angela. Ya antes me habias mentido, pero habia sido una mentira pequena y sin trascendencia. Esta vez fue una mentira grande que pudo haber sido importante.

Randall esperaba una respuesta, pero no la hubo. Angela parecia mas triste que molesta.

– Me mentiste acerca del Monte Atos -continuo Randall-. Me dijiste que habias ido alli con tu padre para ver al abad Petropoulos. Tambien dijiste que el abad habia analizado los papiros y los habia autenticado. ?Lo recuerdas? Esas fueron mentiras descaradas, Angela. Lo se porque yo fui personalmente al Monte Atos. ?Sabias que estuve en el Monte Atos la semana pasada?

– Si, Steven, lo sabia.

Randall no quiso indagar como ella se habia enterado de su viaje. No quiso desviarse.

– Yo estuve en el Monte Atos, pero tu no. A ninguna mujer, a ninguna hembra se le ha permitido entrar a la Peninsula Atonita durante mas de mil anos. Las mujeres estan proscritas en ese lugar. Tu nunca estuviste alli, ni tampoco tu padre. Y el abad jamas ha visto a tu padre… ni habia visto los papiros, hasta esta manana. ?Puedes negarlo?

– No, no puedo, Steven. No lo negare. -Su voz era apenas un susurro- Si, te menti.

– Entonces, ?como esperas que crea en ti… que confie en ti… que crea cualquier otra cosa que me digas?

Angela cerro los ojos, se los froto con la mano y luego lo miro a el, angustiada.

– Steven, yo… yo no se si puedo alcanzarte, penetrarte. Hay tanto en ti que es puro cerebro y nada de corazon. Solo el corazon podria comprender que a veces una mentira es la verdad mas pura que uno puede decir desde el fondo del alma. Steven, cuando me telefoneaste desde Paris, mi corazon podia escuchar y sentir esa parte tuya, de tu naturaleza, que mas me preocupa y menos me gusta de ti.

– ?Y que es eso? -dijo el agresivamente.

– Tu cinismo. Tu cinismo irracional, defensivo y autoprotector. Tal vez implique una autoproteccion para ti, Steven, y evite que tu salgas lastimado. Pero tambien es antivida, y yace entre tu y la vida y te impide recibir o dar amor profundo, amor verdadero. Una persona sin fe no puede amar. Te oi cuando me llamaste desde Paris. Me percate de que nuevamente estabas dudando de la autenticidad del hallazgo de mi padre. Note que estabas perdiendo la poca confianza que habias ganado. Otra vez te estabas convirtiendo en el Steven Randall que nunca pudo vivir cerca de sus padres, de su esposa, de su hija, de nadie. Ahi estabas, frente a una contundente evidencia de autenticidad, otorgada y sostenida por los estudiosos biblicos mas respetados y experimentados de todo el mundo, tratando nuevamente de desacreditar el milagro que mi padre habia desenterrado en Ostia Antica. En Paris… en Atos… siempre buscando a alguien, incluyendo al propio demonio, que estuviera de acuerdo contigo para

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