Sobrecogido por la tristeza que le causaban el desahuciado viejo y la pobre Angela, Randall escucho apesadumbrado.

Las palabras del profesor Monti se habian vuelto inaudibles. Luego cayo en el silencio y se quedo mirando fijamente a los jardines a traves de la ventana.

Suavemente, Randall tomo la fotografia del regazo del anciano y la devolvio a su portafolio. Apago su grabadora y vio la hora en su reloj. La senora Branchi estaria de vuelta en un minuto o dos.

Se puso de pie con su portafolio.

– Gracias, profesor Monti, por su tiempo y su colaboracion.

Para sorpresa de Randall, el profesor Monti se levanto cortesmente de la mecedora. Se veia mas pequeno que antes. Esquivando a Randall se dirigio a su escritorio, se coloco detras y parecio que momentaneamente habia olvidado su proposito. Luego abrio un cajon y busco una hoja de papel en blanco y un pedazo de lapiz amarillo.

Hizo varios trazos sobre el papel, reviso su obra, anadio otro trazo, y parecio estar satisfecho consigo mismo. Levanto el papel y se lo ofrecio a Randall.

– Para usted -le dijo.

Randall acepto el papel, preguntandose que era lo que Monti habia dibujado.

– Es un regalo -murmuro el profesor Monti-. Lo salvara a usted. Es un regalo de Santiago.

Randall bajo la vista hacia la hoja de papel que tenia en la mano. En ella habia un tosco dibujo.

Era un bosquejo infantil, primitivo y enigmatico, de un pez atravesado por un arpon.

Este era el regalo de Santiago, un talisman que salvaria a Randall, segun habia prometido el profesor. Para Randall no tenia ningun sentido, y se preguntaba cual seria el significado que le habia dado la mente nebulosa del profesor Monti. Randall suspiro. Nunca lo sabria, y ya no parecia importarle.

Randall oyo que la puerta del cuarto se abria.

Rapidamente, doblo el dibujo y lo deslizo dentro del bolsillo de su chaqueta. Dio las gracias al profesor Monti por ese regalo, y nuevamente le agradecio el tiempo que le habia concedido. Luego dejo al padre de Angela junto al escritorio y se dirigio hacia la senora Branchi, que estaba en la entrada.

Al llegar al corredor, vio como la enfermera cerraba la puerta con llave. Acercandose a el, ella le dijo:

– Ahora lo llevare de vuelta con la Signorina Monti.

Pero Randall no estaba listo para marcharse todavia. Se le habia ocurrido algo mas.

– Senora Branchi, me estaba preguntando… ?hay algun medico o psiquiatra en el sanatorio que este encargado del caso del profesor Monti? Quiero decir, ?hay algun doctor que haya atendido de cerca al paciente?

– Si, por supuesto. Hay siete doctores en nuestro cuerpo medico, pero el director es el doctor Venturi. El ha vigilado al profesor Monti desde que fue admitido a la Villa Bellavista. Tiene su despacho en la planta alta.

– ?Seria posible verlo, aunque fuera brevemente?

– Espere aqui. Vere si esta desocupado.

El doctor Venturi estaba desocupado.

El director del cuerpo medico era un esbelto italiano semicalvo, de benevolos y limpidos ojos oscuros, nariz arqueada y manos inquietas. No tenia la apariencia de medico, y Randall penso que esto era porque vestia una alegre chaqueta a cuadros en lugar de la tradicional bata blanca.

Cuando Randall le pregunto por la bata, el doctor Venturi le explico amablemente:

– La bata acostumbrada en las clinicas establece una barrera entre medico y paciente, cosa que nosotros no estimamos deseable. Queremos que nuestros pacientes se sientan en igualdad con sus doctores. Para nosotros es importante que ningun paciente (incluyendo al profesor Monti) se sienta diferente de nosotros. Deseamos que nos tengan confianza y que se relacionen con nosotros como amigos.

La oficina del doctor Venturi era tan poco medica como su propia persona. Sentado en una silla con tapiz floreado frente al escritorio imperial del medico, Randall se encontraba en medio de una habitacion amueblada con modernos sofas, plantas exuberantes y pinturas abstractas.

Randall, en un ultimo esfuerzo desesperado por encontrar alguna pista acerca del misterio del Papiro numero 9, habia estado informando al doctor Venturi de su infructuosa reunion con el profesor Monti. Acababa de relatarle la fantasia de Monti de creer que el era Santiago, hermano de Jesucristo.

– ?Se ha comportado el profesor Monti de esa manera con anterioridad? -inquirio Randall.

– Frecuentemente -dijo el doctor Venturi, tomando un abrecartas y dejandolo; levantando un lapiz y volviendolo a dejar-. Y eso nos resulta muy desconcertante. Ese comportamiento no corresponde a sus sintomas generales. Mire usted, alguien que cree que es un mesias (o el hermano de Jesus en este caso) generalmente es un paranoico con un complejo de superioridad. El profesor Monti, por otra parte, padece de perdida de la memoria y tiene sintomas catatonicos relacionados con la histeria y que se fundamentan en sentimientos de culpa. Seria clinicamente comprensible que el tuviera fantasias, pero por lo comun un paciente bajo sus condiciones no creeria tener la identidad de una persona prominente como Jesus o Santiago, sino mas bien la de alguien que tal vez se siente culpable de haber danado a Jesus o a Santiago. Su comportamiento de hoy con usted, representando al hermano de Jesucristo, sigue siendo incomprensible para mi. Pero, naturalmente, nosotros conocemos muy poco acerca del pasado interior del profesor Monti, de su mente, y es poco probable que alguna vez tengamos la oportunidad de saber mas.

Randall se agito en su silla.

– ?Quiere usted decir que no sabe nada acerca de los antecedentes profesionales del profesor Monti y de sus excavaciones arqueologicas?

– Ah, senor Randall, entonces, ?usted sabe acerca del descubrimiento de Monti en las afueras de Ostia Antica? Yo no podia hablar de eso hasta que…

– Yo formo parte del proyecto, doctor Venturi.

– No estaba yo seguro. Sus hijas me hicieron jurar que jamas hablaria de eso con ningun extrano, y he cumplido mi palabra.

– ?Que sabe usted acerca del trabajo del profesor? -pregunto Randall.

– De hecho, muy poco. Cuando me llamaron para hacerme cargo del caso, el nombre del profesor Monti ya me era familiar, por supuesto. Su nombre es muy conocido en Italia. Por sus hijas me he enterado de que el habia hecho una excavacion cerca de Ostia Antica que tendria gran importancia en los campos de la historia biblica y la teologia. Se me dijo que seria la piedra angular de una nueva Biblia.

– Pero, ?no conoce usted la esencia del descubrimiento?

– No. ?Esta usted sugiriendo que si la conociera podria yo entender mejor sus fantasias acerca de creerse Santiago, hermano de Cristo?

– Podria arrojar alguna luz, doctor. Y si, lo que el profesor Monti descubrio se convertira en una nueva y trascendental Biblia.

– Eso es lo que sospechaba. Recientemente, en Il Messaggero, nuestro diario romano, lei un articulo en tres partes escrito por un periodista britanico… se me olvida su nombre…

– ?Cedric Plummer?

– En efecto, Cedric Plummer. Los articulos eran vagos (extensos, aunque escasos de hechos concretos), acerca de los preparativos secretos que se llevan a cabo en Amsterdam para la publicacion de una nueva Biblia, cuya version estara basada en unos nuevos descubrimientos y respaldada por los eclesiasticos conservadores para sostener el statu quo. Me parecio intrigante, pero tan lleno de especulaciones y rumores que me resulto dificil tomarlo en serio.

– Puede usted tomarlo en serio -dijo Randall.

– Ah, entonces, ?esa es la Biblia que proximamente se publicara y de la cual nuestro paciente es el responsable? -El doctor Venturi giro distraidamente una pagina de su calendario de escritorio y la volvio a su sitio-. Que lastima que el profesor Monti no podra gozar de los frutos de su trabajo. Por lo que respecta a sus fantasias, aunque esta Biblia nos las podria esclarecer, yo dudo que tuvieran alguna significacion medica para el. ?Ocurrio algo mas durante su reunion con Monti alla abajo?

– Me temo que no -dijo Randall. Luego lo recordo y busco dentro del bolsillo de su pantalon-. Excepto por esto. -Desdoblo la hoja de papel y se la enseno al medico-. El profesor Monti hizo este dibujo y me lo dio cuando iba yo a salir. Dijo que era un regalo que me traeria la salvacion.

– Ah, el pescado -dijo el doctor Venturi, reconociendolo.

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