era nuevo para ellos: la senal, la maravilla de Cristo resucitado.

Pero Randall ya la habia oido, habia convivido con ella, la habia creido, la habia cuestionado, la habia dudado, la habia impugnado, y habia sido derrotado por ella; y ahora su atencion divagaba. Nadie de los alli presentes habia sabido que el, el hijo prodigo, habia sido parte de Resurreccion Dos, y todavia no lo sabian. Randall habia resuelto decirselo despues del servicio religioso, primero a su padre y despues a los demas. Les relataria cual habia sido el proposito de su viaje al extranjero y algo de lo que habla sucedido. Hasta donde podria revelarles, no lo sabia. Su cerebro todavia no lo habia decidido.

Randall miro por encima de las cabezas que ahora se hallaban inclinadas. Observo uno de los altos vitrales que habia en la iglesia; contemplo las sombras que proyectaban desde fuera las ramas de los arboles, carentes de hojas, pero todavia cargados con la fresca blancura de la nieve caida en la noche invernal de ayer. Buscaba un destello de su pasado, de los anos inocentes, pero estos se hallaban demasiado distantes, y todo cuanto podia distinguir claramente en su imaginacion era su pasado mas reciente, el inquieto, enojoso y agobiante pasado de los ultimos cinco meses y medio.

Se hundio en el cenagal de la introspeccion, y aquel pasado cercano, aquel recuerdo tan atormentador, se hizo mas real que el presente.

Volvio a vivir aquellas semanas transcurridas despues de haber sido eliminado de Resurreccion Dos y deportado de Francia.

De vuelta en Nueva York, a las oficinas de Randall y Asociados, Relaciones Publicas, a las presencias reconfortantes y eficientes de Wanda, su abnegada secretaria, Joe Hawkins, su activo ayudante, Thad Crawford, su habilidoso abogado, y todos los demas, su personal tecnico, quienes dependian de la creatividad y las energias de Randall.

Habia vuelto a la normalidad, a la rutina, donde el telefono se convertia en el quinto miembro. Pero a Randall le faltaban las energias, porque no sentia interes, era indolente y carecia de un objetivo.

Queria huir, y durante tres de los cinco meses y medio, lo hizo. Thad Crawford tenia un lugar de veraneo en Vermont, una granja con un cuidador, ganado, un arroyuelo que serpenteaba por las cuatro hectareas de terreno y una comoda casa restaurada, de tiempos de la Guerra de Secesion, que se hallaba desocupada. Randall habia ido alli a apaciguar el fantasma, el fantasma que era un collage de pesadilla, mezcla de Amsterdam, Paris, Ostia Antica, Wheeler, De Vroome, Lebrun y Santiago el Justo. Habia llevado sus cintas grabadas, sus anotaciones, sus recuerdos recientes y una maquina de escribir portatil. Habia tratado de vivir como un ermitano y casi lo habia logrado. El telefono funcionaba, y habia conservado una linea delgada y tenue con el mundo exterior, para las decisiones que le solicitaban sus subordinados de la oficina, para su hija Judy en San Francisco, para sus padres en Oak City. Pero, principalmente, habia dedicado sus horas de vigilia al libro que estaba escribiendo, el anti-Buen Libro, como lo habia denominado perversamente en su cerebro.

No lo paso del todo bien en aquellas semanas. Estaba confuso, iracundo, y sentia compasion de si mismo; pero, sobre todo, estaba confuso. Escribia y bebia, y trataba de sacarse el veneno que llevaba dentro. Lleno paginas y paginas, legajos de paginas, soltandolo todo, haciendo la denuncia total de Resurreccion Dos, narrando su implicacion en el proyecto, el desenlace con Lebrun en Roma, la traicion del poderoso De Vroome, su propia expulsion de Francia; todo, excepto Angela. Con ella no se metio.

Al hacerlo, a veces sentia que estaba escribiendo la mejor novela detectivesca de todos los tiempos. Otras veces estaba seguro de que nunca habia habido una denuncia de la mendacidad religiosa, la perfidia y la traicion como aquella que sus sadicos dedos sacaban a teclazos de la maquina. Y otras mas, estaba seguro de estar poniendo sobre el papel la mas descarnada autobiografia de un cinico enfermo de paranoia.

Bebia y escribia, y el libro se acercaba a su desenlace flotando sobre un rio de escoces.

Cuando hubo terminado, la catarsis habia consumido hasta la ultima gota de hiel que habia en el. Lo que quedaba era la cascara hueca de su soledad y su permanente confusion.

Abandono la casa de campo de Vermont cuando la llegada del otono comenzo a secar la hierba y la tierra, y volvio a la ciudad de Nueva York con su manuscrito. Lo puso en la caja fuerte de su oficina, cuya combinacion solo conocian Wanda y el. No sabia si dejarlo como parte de una obra inedita que representaria su esfuerzo para exorcizar a las fuerzas satanicas que habian residido dentro de el, o si al final lo publicaria para contrarrestar al monstruo de Frankenstein que tenia a todo el pais y a la mitad del mundo en sus garras.

Estaba seguro de que en la vasta historia de la literatura moderna nunca habia habido un exito tan completo como el del Nuevo Testamento Internacional. Dondequiera que uno mirara, se encontraba con el Libro de los Libros, que intentaba convertirlo a uno, y enredarlo, y tragarselo. Las estaciones de radio, las pantallas de television, dia y noche, segun parecia, estaban ocupadas en el testamento. A Randall le parecia que era poco lo que transmitian aparte de eso. Los periodicos y las revistas no dejaban pasar un dia sin llenar paginas enteras con largos relatos o articulos ilustrados o anuncios. Si uno iba de compras, visitaba un bar, cenaba en un restaurante o concurria a un fiesta, oia hablar de ello.

Los tambores redoblaban, y el carismatico nuevo Cristo se atraia las almas de nuevo; almas sin numero. Algunos atribuian al retorno de Cristo la disminucion de la violencia. Otros le acreditaban el mejoramiento de la economia. A Cristo se debia tambien la disminucion en la drogadiccion. El final de esta guerra, los inicios de aquellas platicas de paz, el bienestar general y la euforia y la fraternidad que cubrian la Tierra tenian por heraldo a los recientemente enterados de la obra de Cristo.

Segun los ultimos informes, se habian vendido tres millones de ejemplares, encuadernados en tapa dura, del Nuevo Testamento Internacional en los Estados Unidos, y en todo el mundo las ventas se calculaban en unos cuarenta millones de ejemplares. Todo esto en poco mas de tres o cuatro meses.

Randall comenzo a pensar que deberia publicar su obra de denuncia. Podria ser la piedra que derribara a Goliat. O bien, lanzada con una honda movida por su propia campana de publicidad, tal vez podria proferir al gigantesco armatoste un golpe aplastante que lo pusiera en tierra y lo aniquilara… que aniquilara a la mentira.

Fue en ese momento, cuando estaba pensando en esta posibilidad, que Randall recibio la esperada llamada telefonica de Ogden Towery III, presidente del consorcio de Cosmos Enterprises. Al fin habian sido preparados los contratos para la fusion de la firma de Randall con Cosmos y la consecuente garantia de su propia seguridad futura. Solo faltaban las firmas; la de Towery y la suya. Habia habido una dilacion inexplicable. Crawford habia tratado de penetrar la bateria de abogados de Towery, y habia fracasado. Crawford no lograba comprender lo que pasaba, pero Randall creia saberlo. Wheeler, amigo de Towery, habia advertido a Steven Randall en Paris: «Alineese con Resurreccion Dos, o sufra las consecuencias.»

Entonces, Towery habia telefoneado, habia llamado a Randall directamente, persona a persona.

Una conversacion breve, objetiva, sin palabras inutiles, fria.

– Randall, he tenido noticias de George Wheeler. Le esta yendo estupendamente bien. Me dice que no le debe a usted nada de su exito. Dice que usted hizo todo lo que pudo por impedirlo, y que usted trato de sabotear el proyecto. ?Que dice usted a eso?

– Trate de detenerlo porque tenia pruebas de que es un fraude.

– Tambien supe eso. ?Que bicho le ha picado, Randall? ?Es usted ateo o comunista… o algo parecido?

– Yo no puedo vender aquello en lo que no creo.

– Escucheme, Randall: deje lo que se ha de creer o no creer a hombres como Wheeler y Zachery y el presidente de la Republica, y usted limitese a hacer su trabajo. Tengo esos contratos en mi escritorio. Antes de firmarlos, antes de acogerlo a usted en la familia Cosmos, tengo que saber cual es su postura.

– ?Que cual es mi postura?

– ?Que va usted a hacer en el futuro con respecto al Nuevo Testamento Internacional? ?Va a tratar de sabotearlo otra vez, a crear mas problemas, a hacer algo subversivo, o que? Me refiero a pronunciar discursos o a escribir y publicar basura contra el nuevo Libro Sagrado. Quiero saberlo, y Wheeler tambien. Si tiene semejantes intenciones, yo no quiero tener nada que ver con usted. Si es lo bastante listo como para conducirse como el hijo de un clerigo, decente y temeroso de Dios, como se supone que debe serlo, como enorgulleceria a su padre, entonces lo comprare. Pero primero quisiera que me lo pusiera por escrito, como agregado al contrato, antes de firmarlo. En el agregado se especificara legalmente que a usted se le prohibe decir o publicar cualquier cosa subversiva contra el Nuevo Testamento Internacional. Si tengo esa seguridad, yo le doy la de que Cosmos lo aceptara a usted. ?Que responde… si o no?

– Tal vez.

– ?Que demonios quiere decir eso?

– Senor Towery, quiere decir que tal vez si, tal vez no. Quiere decir que yo nunca tomo decisiones importantes

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