Asi, pues, la verdad tenia que ser.

– Judy, aun no hemos hablado acerca de tu escuela, y…

La muchacha habia estado hurgando en su bolso de canamazo, pero ahora alzo la vista cautelosamente.

– …y quiero saber que paso alli -dijo el-. Supe que te expulsaron por un lio de drogas.

– Sabia que mama te lo diria. Si por ahi hubiera un Muro de las Lamentaciones, iria y se lo contaria tambien.

– Bueno, ?quieres hablar de eso?

– ?Que hay que decir? Ocurrio que me pescaron. A la mayoria no los sorprenden. Los estupidos cerdos de la junta de la facultad estaban temerosos de que yo pudiera corromper a los otros… que chistoso… corromperlos yo… nueve de cada diez estan realmente enviciados, disparados al espacio. Pues nada, que la junta de la facultad me dijo que me fuera; aunque yo era la mas lista de mi clase.

Randall trato de evitar el tono de Padre Severo y Progenitor Reprobatorio.

– ?Por que las drogas fuertes, Judy? ?Por que era eso tan importante?

– No fue la gran cosa. Fue como… bueno… como una experiencia, eso es todo. Era un asunto mio. Queria explorar mis percepciones. Tu sabes… alivianar mi cabeza. Algunos otros no pueden con el asunto, pero yo sentia que si podia. Lo habria dejado facilmente sin la gran bronca.

Randall titubeo. Ahora venia un terreno aun mas peligroso. Se resolvio a abordarlo.

– ?Que hay de ese doctor Burke que has estado viendo? ?Como marcha eso?

Casi podia ver como, paso a paso, se erguian las defensas de ella.

– No se que decirte -dijo ella suavemente-, excepto que es psiquiatra. ?No lo dice todo, eso?

– No me dice si estas progresando con el.

– Si te refieres a las aceleradas… Mi madre diria que me ha hecho reducir a cincuenta kilometros por hora. -La chica afronto los ojos de su padre brevemente, y abandono el aire petulante-. Si quieres saber como ando de aquello… estoy limpia. Ya no las uso.

– Me alegra oir eso.

La camarera habia traido por fin los vasos de chocolate; Judy tomo un sorbo y anuncio, con contagioso buen animo, que estaba delicioso.

Randall no cejaria.

– Ese doctor Burke -empezo con tono casual-, ?te agrada en lo personal?

Los ojos de Judy parecieron brillar.

– ?El viejo Arthur? Oh, es de onda. Digo, su barba; a ti te mataria. No le entiendo la mitad de lo que me dice, pero el se esfuerza. Es un buen tipo.

Randall se sintio debil y herido; traicionado.

– ?Sabes que tu madre pretende casarse con el?

– Mejor seria que lo hiciera. Creo que se la anda cogiendo casi a todas horas. -Judy levanto la vista de su chocolate y vio el rostro de su padre, y al instante se retracto-. No quise decir… lo siento si te…

– Olvidalo -dijo el, tajante- Es solo que no estoy acostumbrado a escucharte esa clase de lenguaje.

– Bueno, lo siento… ya dije que lo siento. Se… se que quieren casarse.

El gran interrogante seguia en pie.

– Lo que me interesa saber es como te sientes al respecto. ?Que te pareceria que tu madre se casara con ese Burke?

– Al menos me la quitaria de encima.

– ?Y eso es todo lo que sientes, Judy?

– ?Que mas quieres que diga? -dijo Judy perpleja.

El se dio cuenta de que el interrogatorio era futil. Ademas, ya no habia riesgos que correr.

– Judy, ?que te pareceria que yo objetara el matrimonio de tu madre con Burke?

El suave ceno de Judy se fruncio.

– Esa… esa es una pregunta pesada. Quiero decir, ?cual se supone que debe ser mi respuesta? Es decir, ?por que habrias de objetarlo? Mama y tu habeis estado separados durante diez millones de anos. De una forma u otra, yo no sabia que ella aun te importara.

– Aun cuando ella no me importara, Judy, me importas tu. Tu eres lo que mas me importa, pase lo que pase.

– Me… -Judy no encontraba palabras para expresarse y se sentia, simultaneamente, incomoda y complacida- me alegro.

– Parece que no te das cuenta de cuanto me importas.

– Supongo que si me doy cuenta, solo que…, bueno… quiero decir, que rara vez te veo, asi que… bueno, tu estas tan lejos y yo he estado con tanta gente…

Randall asintio.

– Comprendo, Judy -dijo-. Solo queria que supieras lo que siento. El problema que tu madre y yo tenemos es problema nuestro, y no tuyo; y lo resolveremos. Yo solo tengo un interes… el ver que tu estes feliz.

– Yo sere feliz -dijo ella rapidamente, agarrando su bolso-. Mejor sera que me vaya. Gracias por el almuerzo y…

– ?Por que la prisa?

Judy se corrio hacia la orilla del reservado.

– Mama esta empacando. Ahora que el abuelo esta un poco mejor, quiere que regresemos a San Francisco. Saldremos en un vuelo desde Chicago dentro de un par de horas. No quiere que pierda yo muchas sesiones con Arthur… quiero decir… con el psiquiatra.

– Supongo que tiene razon.

– Bueno, adios -dijo Judy desgarbadamente, mientras se separaba de la mesa-, y… gracias, de nuevo, por el almuerzo… Y me alegro que el abuelo se este recuperando.

Randall la miro en silencio. Distraidamente tomo la cuenta y dijo:

– Si, adios, Judy.

No hubo mas. Ella se habia dirigido a la salida de la cafeteria mientras el, entumecido, contaba su cambio. De repente, con el rabillo del ojo la vio detenerse, darse la vuelta y regresar apresuradamente.

Inclinandose sobre el reservado, ella se acerco a el, que levanto la cabeza azorado.

– Pase lo que pase, papi -dijo ella con voz quebrantada-, tu siempre seras mi padre.

Se acerco aun mas, rozandole la cara con su largo pelo, y lo beso en la mejilla.

Randall alzo su mano a la cara de Judy y, sintiendo que la voz se le ahogaba, le dijo en un murmullo:

– Pase lo que pase, querida, siempre seras mi nina. Te quiero mucho.

Judy retrocedio, corrio hacia la puerta y desaparecio de su vista.

Randall permanecio en el reservado, a solas, durante cinco minutos mas. Finalmente, encendio su pipa, abandono la cafeteria y subio la escalera hacia el vestibulo. No estaba seguro de si queria ir a su habitacion o dar otra caminata. En eso, oyo que voceaban su nombre. Dio un giro y se encamino hacia la recepcion.

– Senor Randall -dijo de nuevo el empleado, sosteniendo un auricular telefonico-, estabamos a punto de llamarlo por el altavoz. Una tal senorita Wanda Smith le telefonea desde su oficina en Nueva York. Dice que le urge hablar con usted. Puede tomar la llamada en la cabina telefonica que esta al final del vestibulo, si asi lo desea. Hare que la operadora transfiera alli la llamada.

Estaba esperando en la cabina y, cuando oyo la voz de su secretaria, Steven Randall inquirio:

– ?Que pasa, Wanda? Me dijeron que le urgia hablar conmigo acerca de algo.

– Asi es. Ha habido algunas llamadas urgentes; pero antes, todo el mundo aqui quiere saber como esta su padre y como esta usted.

Randall adoraba a esa rolliza muchacha negra que habia sido su devota secretaria y confidente durante casi tres anos. Cuando el la habia contratado, Wanda estaba tomando lecciones de diccion con la intencion de convertirse en actriz teatral; estaba ya a punto de perder su tono sureno y cambiarlo por un languido acento teatral, pero tanto habia disfrutado de su empleo con Randall y Asociados, que pronto renuncio a todas sus ambiciones histrionicas. En realidad, nunca habia perdido totalmente su encantador tono nativo, ni habia sacrificado su independencia. Esto la hacia a veces exasperante, como ahora en el telefono. Ella tenia que enterarse acerca de su padre y de si mismo antes de que pudiera proceder a los asuntos de negocios. El la conocia y sabia que no podia

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