permitia a Towery le impusiera su voluntad, y esta deberia ser la ultima. Luego de haber visto a Wheeler (despues de cerrado su trato con Towery), nadie podria imponerle su voluntad nunca mas. Tal vez valia la pena sufrir estas pequenas humillaciones, soportar estos pequenos chantajes con tal de obtener su libertad futura.

Randall salio de la cabina telefonica y trato de pensar que hacer. Barbara y Judy estaban por irse. Avisaria a su abogado que se preparara para contestar cualquier demanda de divorcio. Ningun segundo padre llamado Burke iba a quitarle a su chiquilla; no si el lo podia evitar. En cuanto al resto del dia, definitivamente iria a cenar con su madre, Clare y el tio Herman. Inmediatamente despues, irian a visitar a su padre al hospital y a verificar de nuevo la situacion con el doctor Oppenheimer. Si el informe era favorable (y el estaba seguro de que lo seria), tomaria el ultimo avion que saliera de Chicago esa noche para dirigirse a…, ?de que habia dicho Wheeler que se trataba…?, si, a la Segunda Resurreccion.

Randall especulo acerca de ese tal proyecto secreto que le seria revelado en Mission House. Trato de recordar la clave de Wheeler. Ah, si… «E id pronto y decid a Sus discipulos que ha resucitado de los muertos.»

Pero, ?que demonios significaba eso? No importaba. El dirigente de Cosmos Enterprises habia dicho que era importante, asi que era importante. Ademas, por vez primera, su curiosidad habia despertado. Randall estaba ya interesado en cualquier cosa, fuera lo que fuera, que prometiera… La Resurreccion.

Sentado ahi, a la enorme mesa antigua de roble que ocupaba el centro de la sala de conferencias en el tercer piso de la Mission House, Steven Randall se encontraba incapaz de concentrarse en el negocio que se discutia.

Escuchaba el zumbido sordo del caucho de los automoviles que transitaban sobre Park Avenue, en la ciudad de Nueva York, muy por debajo del gran ventanal que estaba del otro lado de la mesa, frente a el. Su mirada estaba fija sobre el antiguo reloj que estaba colgado en una pared. Eran las once cuarenta y cinco de la manana, lo cual significaba que habian estado hablando… mejor dicho, que el habia estado escuchando… durante mas de media hora. En ese lapso no habia oido nada que lo estimulara.

Simulando estar atento, Randall recorrio subrepticiamente el resto de la sala de conferencias. La decoracion mas semejaba la sala de estar de un apartamento que el centro de un conjunto de oficinas. Las paredes estaban elegantemente tapizadas. El alfombrado era de un vivo tono cacao. A lo largo de la mitad inferior de una de las paredes, habia estantes repletos de biblias costosamente encuadernadas y de libros religiosos, la mayoria publicados por Mission House. En una esquina habia una vitrina que contenia una variedad de crucifijos, medallones y articulos religiosos. No lejos de ahi, sobre una mesa, estaba una cafetera calentandose.

Randall habia concurrido solo a esa junta. George L. Wheeler, su anfitrion y presidente de Mission House, estaba acompanado por cinco de sus empleados. Directamente enfrente de Randall estaba una de las secretarias de Wheeler; una dama entrada en anos, cuya presencia exudaba tal bondad y cuyo ser parecia tan eclesiastico, tan del Ejercito de Salvacion, que uno se sentia indigno y pecaminoso. La secretaria estaba ocupada en tomar notas taquigraficas sobre una libreta, casi sin levantar la vista. Junto a la secretaria estaba otra mujer, mucho mas joven y mas interesante. Randall recordaba su nombre. Ella era la senorita Naomi Dunn, asistente administrativa de Wheeler. Tenia cabello castano, severamente recogido hacia atras formando un mono, y su complexion era cretina, con ojos grisaceos, nariz delgada y boca comprimida. Tenia una mirada fanatica (como la de alguien a quien uno le desagrada por no ser ministro o misionero o algo devoto y util) que hacia que uno se sintiera frivolo por el hecho de ser simplemente un ciudadano secular comun. Llevaba anteojos con aros de carey y se concentraba en cada silaba que pronunciaba Wheeler, como si el estuviese hablando desde la Montana y ella no se hubiera topado con la mirada de Randall ni una sola vez.

Los otros tres empleados de Mission House que estaban alrededor de la mesa eran hombres jovenes. Uno de ellos era editor; otro, disenador de libros; y el tercero, gerente de ventas de libros tecnicos. Eran indistinguibles uno de otro; todos con corte de pelo conservador, pulcramente afeitados y de rostros serios, suaves y limpios. Los tres lucian sonrisas bondadosas y ninguno de ellos habia hablado una sola palabra durante el largo discurso de Wheeler.

Muy cerca de Randall estaba sentado, con toda su considerable corpulencia, George L. Wheeler, cuyos labios aun se movian.

Este era el amigo intimo del poderoso Towery; era el gigante de la industria de la edicion norteamericana de Biblias, y ahora Randall lo escudrinaba mas cuidadosamente.

Wheeler era un hombre impresionante de casi cien kilos de peso, y sobre su incipiente calvicie peinaba un mechon de pelo blanco. Tenia una cara redonda y rubicunda, y los arillos dorados de sus anteojos formaban dos circulos dentro del circulo que era su cara. Su nariz bulbosa resollaba exageradamente cuando hablaba, y tenia el habito de rascarse inconscientemente; se rascaba la cabeza, un oido, la nariz, una axila… un gesto tan natural como el propio habito de Randall de apartarse de la cara el cabello, excesivamente crecido, aun cuando no lo tuviera sobre la cara.

Wheeler vestia un traje costoso y deslustrado, y solo la corbata descubria al promotor, al vendedor que habia en el. Era una corbata de satin en un tono metalico; de esas que visten con frecuencia los acometedores vendedores que van de puerta en puerta.

Randall habia cesado de escuchar a Wheeler, no solo porque lo que el editor habia estado diciendo no toco en el ninguna fibra sensible, sino porque el estilo que Wheeler tenia para hablar y la chillona monotonia de su voz agotaban a cualquier oyente. Hablaba como quien no esta acostumbrado a la conversacion, sino solo a dictar su parecer. Su voz, agotadora… ?como era?… bueno, su voz era como el incesante sonido gutural de un dromedario.

Hubo un movimiento en la mesa y Randall se percato de que Wheeler le habia hecho una senal a Naomi Dunn, quien se habia levantado instantaneamente y se dirigia hacia la cafetera. Aprovechando cualquier distraccion posible, Randall se la quedo mirando. No habia observado las piernas de la senorita Dunn hasta entonces. Eran piernas bien formadas, y ella tenia un caminar provocativo. Cuando Naomi se acerco con el cafe, el pudo percibir sus pequenos senos, como manzanas maduras, firmemente sujetos tras el sosten cubierto por una blusa de lino.

– ?Puedo servirle mas cafe, senor Randall?

– Solo un poco -respondio el.

Despues de servirle a Randall, se dirigio hacia Wheeler y luego atendio a todos los que estaban en la mesa. Randall se pregunto como seria Naomi en la cama. Esas recatadas damas de treintaitantos anos a veces son las mas desenfrenadas, las mejores. Sin embargo, lo dudaba. Era demasiado circunspecta, demasiado formal en su trabajo. De repente era imposible imaginarla siquiera sin ropa, al igual que era casi imposible imaginar a Darlene vestida.

Randall habia volado a Nueva York la noche anterior y no habia arribado sino hasta la una de la manana. Su «Rolls-Royce» y el chofer lo habian estado esperando. Camino a la ciudad, habia deseado que Darlene estuviera profundamente dormida. El se sentia absolutamente exhausto por las tensiones de los ultimos dos dias; la crisis en el hospital, el enfrentamiento con su esposa y su hija, con su familia y con los amigos de su padre, y lo unico que queria era cerrar los ojos y dormir tranquilamente. Pero al llegar a su apartamento, habia encontrado a Darlene en la cama, totalmente despierta, perfumada y desnuda bajo las sabanas. Asi que no habia dormido mucho; en cambio, tuvo que tolerar, durante una hora o dos, la incesante platica de Darlene acerca de cuanto lo habia extranado, hasta que al fin pudo hacerla suya, sintiendo una y otra vez el gozoso estremecimiento de su cuerpo, sintiendolo hasta la plenitud final, hasta el umbral mismo de la fatiga y del sueno.

Temprano por la manana, ligeramente refrescado y nerviosamente alerta por su curiosidad acerca de la cuenta de Wheeler y su misteriosa promesa, Randall habia llegado a las oficinas de Mission House, con todos sus sentidos despiertos. Lo que habia ocurrido desde entonces lo habia aburrido, y el cansancio comenzaba a penetrarle los huesos. Randall sabia que solamente habia escuchado una pesada explicacion acerca de un ramo especializado de la edicion de libros y de un nuevo proyecto rutinario.

Los ultimos cuarenta y cinco minutos se resumian a algo tan animado como un hipogloso muerto. Cinco editores (Wheeler en los Estados Unidos, y los principales editores de Biblias en la Gran Bretana, Francia, Alemania e Italia) estaban combinando sus recursos para publicar una flamante Biblia internacional… No, no era una Biblia completa, sino tan solo un Nuevo Testamento. Este Nuevo Testamento estaria recien traducido y contendria informacion exclusiva, nunca antes publicada, acerca de un descubrimiento arqueologico secreto. Seria el Nuevo Testamento definitivo, el mas perfecto en la historia de la cristiandad y, a su publicacion, no solo haria obsoleta la Version del Rey Jaime, sino que tambien superaria la Version Comun Revisada, la Nueva Biblia Inglesa, la Biblia de Jerusalen y todas las demas Biblias existentes.

Esta reciente version de las Escrituras Cristianas (Randall se esforzo por recordar su nombre… este Nuevo

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